Espondilitis anquilosante
La espondilitis anquilosante, también llamada espondilitis reumática y espondilitis anquilopoyética, es una enfermedad autoinmune reumática crónica de origen desconocido, caracterizada por dolores y endurecimiento paulatino de las articulaciones, que afecta fundamentalmente a las articulaciones de la columna vertebral, las cuales tienden a soldarse entre sí, provocando una limitación de la movilidad (de ahí el término anquilosante, que proviene del griego “ankylos” y significa soldadura, fusión). Como resultado se produce una pérdida de flexibilidad de la columna, quedándose rígida y fusionada.
Pertenece al grupo de las llamadas espondilopatías o espondiloartropatías seronegativas, en razón del resultado del análisis de sangre FR (factor reumatoide) es negativo, a diferencia de la artritis reumatoide que es positivo.
Es una enfermedad frecuente, se calcula una incidencia de unos 7 casos nuevos por cada 100.000 habitantes al año, se presenta con más frecuencia en los hombres, siendo los síntomas más ligeros en las mujeres; por lo menos en lo que se refiere a osificación o endurecimiento de la columna vertebral.
Los síntomas característicos son:
1) Dolor de espalda o lumbar, que aumenta en reposo y puede ser tan intenso que despierta al paciente del sueño.
2) Rigidez matutina de al menos una hora de duración.
3) Los síntomas disminuyen con el movimiento.
4) Cuando la enfermedad avanza, puede presentarse dificultad para expandir el tórax al afectarse las uniones de las costillas con la columna.
No se sabe exactamente qué produce este tipo de patología, pero sí que la genética juega un papel relevante en favorecer su aparición, por cuanto la enfermedad está estrechamente relacionada con el HLA-B27, un antígeno importante en la función del sistema inmunitario. Esta enfermedad reumática evoluciona produciendo brotes o ataques de inflamación de las articulaciones de la columna vertebral, o de otras articulaciones.
En el tratamiento de la espondilitis anquilosante juegan un papel fundamental la gimnasia y la fisioterapia para conservar la movilidad de las articulaciones y evitar la deformación paulatina de la columna vertebral, aún cuando el ejercicio pueda resultar algo doloroso para el paciente afectado, son especialmente recomendables los ejercicios de extensión.
El tratamiento de base son los medicamentos inmunomoduladores que reducen la inflamación en las articulaciones. De igual forma se utilizan los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) para reducir los dolores y controlar los procesos inflamatorios. En los casos muy avanzados existe también una solución quirúrgica, en la que las vértebras que adquirieron rigidez son vueltas a sujetar en la posición correcta con placas metálicas, intervención complicada, pero puede mejorar considerablemente la calidad de vida de estos pacientes.
Su médico de confianza debe hacerle una evaluación clínica así como estudios complementarios de imágenes y laboratorio, además puede considerar referirlo con un especialista en Medicina Interna o un Reumatólogo.
Dra. Fanny Quevedo
Medico Ocupacional
Especialista en Gerencia en Salud.
qcfanny@hotmail.com
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