Opinión

El Macaco y Mistolín (Anecdocuento)

Son primos, ambos de dieciocho, y dignos representantes de la flojera más alevosa del barrio, que los mantiene a distancia de todo cuanto signifique consumo de energía.
lunes, 04 octubre 2021

“El mensaje a García” es un ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899, que se desarrolla en la guerra hispano-estadounidense, donde se narra una anécdota del soldado Rowan, al que se le ordena entregar una carta dirigida por el presidente de Estados Unidos al jefe de los rebeldes. Es, básicamente una exaltación a la disposición, voluntad y compromiso en el cumplimiento inmediato del deber.

Téngase como un hecho cierto y apuéstese a que esa historia no la leyeron ni Estiguar Durán, llamado cariñosamente “El Macaco”, ni Joselito García, mejor conocido como “Mistolín” a causa de los vahos casi mortales que despide por la boca, muy semejantes a los del volcán de la isla de La Palma.

Son primos, ambos de dieciocho, y dignos representantes de la flojera más alevosa del barrio, que los mantiene a distancia de todo cuanto signifique consumo de energía. Una vez ambos estaban descansando de una extenuante noche-mañana de sueño profundo; lo hacían bajo unos árboles y desde allí escucharon la voz del tío Euclides, que compartía la preocupación de su hermana por la olímpica inactividad de Joselito, y la sobria determinación del Macaco de mantenerse al margen de todo cuanto le quite tiempo para reposar del descanso.

–Necesito que alguien vaya a cobrarme un cheque–, dijo Euclides con la voz enronquecida por la batería de cigarrillos que hasta esa hora ya se había echado al pico. Se dirigía a ellos que en ese momento estaban en pleno cambio de turno para ocupar la única hamaca de la que disponían para su descanso al aire libre.

Ambos lo escucharon, miraron en derredor conscientes de que por ahí no había más nadie, y se dirigieron miradas mutuas que en todos las culturas del mundo quiere decir lo mismo: ¡Eso no es conmigo! Pero al instante una chispa repentina activó el aletargado chip de sus respectivas inteligencias. Se acordaron de que el tío cumplía años el día siguiente, y eso significaba rumba, además iban a ir en su carro lo cual garantizaba dar unas vueltas por la ciudad.

Se vistieron con ropa no acorde para el descanso y como tenían tiempo suficiente para llegar antes de que cerraran la entidad bancaria decidieron pasar a saludar a una amiga de Joselito, una decisión que casi les cuesta la vida puesto que fueron los últimos en entrar al abarrotado banco.

Aterrorizado entre tanta gente Mistolín le rogó al Macaco que buscara manera de colearse, lo cual este ejecutó de manera magistral yendo directo a la caja y alegando entre ríos de lágrimas una necesidad urgente por motivo de enfermedad.

Los clientes que estaban en la punta de la cola, convencidos de la sinceridad de su llanto le permitieron presentar el cheque, el cual se estrelló contra un muro inesperado cuando el cajero le dijo que con mucho gusto se lo pagaría, pero que el cheque era del banco de al lado que lamentablemente ya había cerrado hasta el martes siguiente, pues el lunes era feriado bancario.

Por haber fallado en el cumplimiento de la misión al Macaco Estiguar Durán le fue confiscada la hamaca y condenado a descansar la flojera en el suelo, junto a su estimado pariente Mistolín García, quien a raíz de ese episodio ha despuntado como la revelación del año en materia de innovación al aparecerse con una inmensa caja de cartón que desplegó por todos sus lados, y ahora da descanso a sus cuerpos y sirve de asiento para importantes discusiones sobre grandes proyectos que algún día se pondrán en marcha para el bien de la humanidad.

Del libro Anecdocuentos y otras especies, del mismo autor.

viznel@hotmail.com

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