Opinión

Ébola: Tormenta perfecta

El virus del Ébola se introduce en la población humana por contacto estrecho con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales infectados.
sábado, 29 agosto 2020

Somos testigos que desde su notificación el 31 de diciembre de 2019, el Covid-19 en lo que va de año tiene en zozobra al mundo por la pandemia. Así mismo, tuvimos conocimiento en julio de este año, que al noroeste de Beijing, la autoridad local de salud emitió una advertencia de nivel 3, luego que se informara de un supuesto caso de peste bubónica y el riesgo de que se propague una epidemia de peste.

Paralelamente, en este mes de julio 2020 comenzaba un nuevo brote de Ébola en el oeste del Congo, cuando apenas no habían pasado 30 días de haber dado por terminado el segundo brote más mortífero de esta enfermedad, después de azotar África occidental del 2014 al 2016, en la que fallecieron 11.300 personas y hubo más de 28.500 casos de acuerdo a cifras conservadoras.

La enfermedad por el virus del Ébola (EVE), antes llamada fiebre hemorrágica del Ébola, es una enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano, donde se han identificado cinco especies distintas en el género Ebolavirus. Los huéspedes naturales del virus son los murciélagos frugívoros.

El virus del Ébola se introduce en la población humana por contacto estrecho con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales infectados. Posteriormente, el virus se propaga mediante la transmisión de persona a persona, por contacto directo a través de las membranas mucosas o de soluciones de continuidad de la piel, con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de personas infectadas, o por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos.

Los pacientes son contagiosos mientras el virus esté presente en la sangre. Los sobrevivientes de sexo masculino pueden transmitir la enfermedad a través del semen hasta por año y medio. Las ceremonias de inhumación que implican contacto directo con el cadáver también pueden contribuir a la transmisión del Ébola.

El periodo de incubación habitual (intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas) es de 8 a 10 días, pero puede variar entre 2 y 21 días. Las personas no son contagiosas hasta que aparecen los síntomas.

La sintomatología del Ébola se caracteriza por la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y garganta, concomitante vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática; en algunos casos, hemorragias internas y externas. Otros síntomas menos frecuentes incluyen dolor en el pecho, hipo, dificultad para respirar y deglutir.

La fase de sangrado suele comenzar a los 5-7 días de las primeras manifestaciones sintomáticas. Las hemorragias internas y subcutáneas se manifiestan en forma de enrojecimiento de los ojos y tos, vómitos o excreciones con sangre. En la piel, se crean petequias, equimosis y hematomas, especialmente donde se aplicó tratamiento con inyecciones. La muerte se produce, por lo general, en la segunda semana de la enfermedad, debido a hemorragias y shock hipovolémico.

Se tiene conocimiento que en algunas personas que se han recuperado del Ébola, el virus persiste en zonas como los testículos, los ojos o el sistema nervioso central, y en algunos líquidos corporales pueden seguir dando positivo para el virus en la PCR-RT durante periodos de hasta 9 meses. En mujeres infectadas durante el embarazo, el virus persiste en la placenta, líquido amniótico y el feto, mientras que durante la lactancia puede persistir en la leche materna.

La vacuna contra el Ébola, empezó a ser desarrollada en 2015 y en el 2019 la OMS y la EMA autorizó la comercialización de una experimental, que demostró proporcionar una gran protección contra este virus mortal en un ensayo clínico a gran escala, la cual sería la primera destinada a la inmunización de sujetos de 18 o más años en riesgo de infección.

Definitivamente, el año 2020 debe representar el comienzo necesario de un cambio real y radical de los hábitos y del comportamiento de la sociedad, así como la necesidad de conformar entes de salud continental, que integren y participen con los diversos países de forma más cercana, activa y colaborativa. Sí ello no ocurre, tarde o temprano estaremos acorralados por las enfermedades y pandemias viviendo una catástrofe mundial.

Dra. Fanny Quevedo
Médico Ocupacional
Especialista en Gerencia en Salud.
qcfanny@hotmail.com

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