Opinión

Cuento: Encuestro con Rhosmar, nuestra secreta dulzura

- Qué de tiempos. Quería verlos nuevamente por acá- Decía candorosamente Rhosmar: -Ya han pasado más de cuatro años. – Con sus ojitos colmados de lágrimas, repetía y redundaba Rhosmar.
miércoles, 04 mayo 2022

Estaba atardeciendo, eran días de diciembre con una temperatura agradable, con olor de montaña, y sin ruidos mundanales molestos. Ciertamente paz como siempre en la urbanización ya conocida y habitada pretéritamente por nosotros.

Una que otra persona caminando y algunos niños con sus bicicletas cual blancos, raudos y elegantes unicornios en busca de la alegría propia de la edad. Ya estábamos cerca de Rhosmar. Ella nos esperaba. Vestida y engalanada de blanco, su carita color de alba amanecer o  aurora matutina, con su cabello pelirrojo precioso y con una amplia y agradable sonrisa demostraba su contento al avistar el vehículo en donde llegamos.

Veníamos de Canadá. Todos, Rosa, Hortensita, Katy y yo. Todos, estábamos felices, regocijados de volver a ver a Rhosmar.

Nos abrazamos, besamos, quizás con risas y sonrisas nerviosas propias de este gran encuentro. Nos mirábamos como escudriñándonos con un profundo amor fraternal y al mismo tiempo como amantes que vuelven a encontrarse después de un tiempo.

Sí, un tiempo en donde abundaron los mensajes de WhatsApp, las fotos y sobre todo los recuerdos. Hace cuatro años que no veíamos, no tocábamos ni disfrutábamos de la presencia solidaria y protectora de Rhosmar. Ella nos preservaba de las lluvias, el exceso de frío o de sol, con sus pródigos y siempre oportunos paraguas.

– Qué de tiempos. Quería verlos nuevamente por acá- Decía candorosamente Rhosmar: -Ya han pasado más de cuatro años. – Con sus ojitos colmados de lágrimas, repetía y redundaba Rhosmar.

Todos llorábamos de alegría. -Claro que sí-.Manifesté e insistí -No fueron pocos los años en que vivimos juntos. Desde 1995 hasta el 2018, 23 años de muchas alegrías, grandes sacrificios, pocos sinsabores, gran solidaridad y sobre todo de amor filial.

-Rhosmar miraba con gran alegría y mucho amor a Hortensita y a Katy, mientras que abrazaba a Rosa María fuertemente, como para que no se volviera a ir de su lado.

Mientras decía: -Qué bellas están. Son unas mujeres hechas y derechas-Mientras les besaba – ¿Y los niños? ¿Por qué no los trajeron con ustedes? Quiero conocer a Victorita a Danielito-

Dirigiendo su mirada y sonrisa a Hortensita – Epa, y también a Amilquita y a Marianita, ¿son los tuyos verdad Katy?- Tocándole tierna y suavemente la cabeza a Katy y regalándole un besito en el cachete. Ambas respondieron que los niños se quedaron con sus abuelos paternos.

Entramos a la casa. Y, Rosa María, mujer al fin le preguntó a Rhosmar: – ¿Y tú, como has estado?- ¿Cómo está todo?. ¿Tu salud, tu protección, tu seguridad, sobre todo en esta Venezuela casi desaparecida por un grupo de depredadores y malos gobernantes?

A lo cual Rhosmar con cierto dejo de temor, le contestó – Ay, Rosa María, en realidad Venezuela ya no es como antes. No sé si te diste cuenta de que muchas vecinas ya no viven por acá.

Casas vecinas deshabitadas, abandonadas y sin mantenimiento- Y, con cara de gran sufrimiento, continuó. -Yo, por ejemplo, he tratado de tener mantenimiento por lo menos dentro, pero por fuera ha sido difícil. Todo está carísimo. Todo es en dólares.

– Rosa María asintió con su cabeza y le dijo: – Estamos contigo Rhosmar, muy conscientes – Rhosmar sigue con su conversación: – Afortunadamente ustedes me envían una “remesita” para sobrevivir y cuidarme con ayuda de mis vecinos, muy solidarios, por cierto. Esta soledad, es infernal. ¡Sin ustedes aquí y estando sola, me siento totalmente triste y desamparada!-

Llevándonos de la mano (como quien dice), Rhosmar nos condujo hacia el interior. El olor no ya de una casa sino de lo que era nuestro hogar, hizo que fluyeran lágrimas a todos nosotros. Volver a ver nuestra sala tan bella. El hermoso juego de sala, la lámpara central, los cuadros y pinturas al óleo y otros protegidos por vidrios nos traían muchísimos gratos recuerdos.

Estábamos sobre el piso color ostra semejando el “abrillantado andino”, parecíamos visitantes que por segunda vez teníamos la oportunidad de estar allí. Sí, como diría Oliver Wendell Holmes Sr : “Para el hombre, como para el pájaro, el mundo tiene muchos sitios donde posarse, pero nidos solamente uno”.

Más allá, subiendo un escaloncito, puerta en arco, el comedor. Bello lugar en donde saboreábamos nuestras comidas. Más cuadros y adornos que lógicamente tenían un origen de presentación de una mano femenina: Rosa María. Al lado, una puerta en arco que da la bienvenida a nuestro estar con su piso rojo, su techo machihembrado, sitio en donde florece un comedor rústico, de tipo campestre.

Un juego de estar, el invitado furtivo obligado de toda casa: el televisor. Y, algo relevante y de mucho interés para “Os” un barcito, “Mi Tasca”, con sus bebidas y demás utensilios (copas, vasos, etc.), en donde la dedicación exclusiva era la de compartir y libar el buen vino y otras bebidas. Era (es) el estar el lugar adecuado para colocar el árbol de navidad todos los diciembres. Era el sitio familiar de reunión navideña.

De pronto, no aguantó más, alzó la voz “Os”, con rabia e indignación, exclamó en un solo grito:- ¡Tremenda vaina nos echó este régimen de porquería!. Y, lo más grave, ello no me ocurre a mí sólo. Estoy hablando por la inmensa mayoría de venezolanos que tuvieron que abandonar parte de su familia, sus propiedades, sus amistades y convertirse en parias y emigrar a otros países en búsqueda de seguridad, salud, alimentación y todas las oportunidades para sobrevivir. ¡Qué desgracia, Dios mío!

-Rhosmar, blanca como la nieve, asustada, deprimida y desconsolada, trató de calmar la situación:- Vamos, “Os”, tranquilo, todo pasará. Lo importante es que están aquí.-

Volvió la calma.

Vimos nuestra pequeña “oficinita”. Subimos al segundo piso. Ciertamente sentíamos mucha tristeza, una mezcla de alegría y ganas de llorar, una impotencia generalizada. Hortensita y Katy, miraron sus cuartos.

Estaban como aturdidas, sonrisas y lágrimas al volver a ver sus pertenecías. Casi al unísono, manifestaron:- Mira Katy aquí está el collar y la medalla del liceo. ¿Recuerdas?- Katy asintió con una sonrisa y respondió: -también encontré algunas cositas por allí. Qué bueno. Son recuerdos gratos.

-Luego vimos el cuarto de nuestro nietecito Gabrielito.

Rosa María y yo, ya calmado, con mucha melancolía, exclamé: -Mí amor, nuestro cuarto.- Estaban en el cuarto matrimonial. Habitación con techo machihembrado, baño con jacuzzi, un ventanal que da hacia el techo rojo (tejas), que cubre el estar, además una puerta grande corrediza que da paso a la construcción posterior de Rhosmar, que lleva directo a la parte superior de ella, lugar en donde se halla la parrillera con su chimenea y contiguo a ella la Biblioteca de la casa, sitio de profundo respeto por todos nosotros, tal como diría “Jorge Luis Borges: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca” y Cicerón: “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”. Todo estaba impecable, Rhosmar ha sido solidaria y muy responsable como siempre a pesar de estar solitaria.

-Allá está el tanque de agua construido en el piso del patio trasero de Rhosmar. ¿Se acuerdan? Un tanque con capacidad de 12.000 litros- Dijo Rosa María. A lo cual “Os” dijo: – Y, como cosa rara me caí dentro de él. Pisé mal y “cataplán” me convertí en el “investigador submarino”. Agua bien fría.

Afortunadamente estaba lleno y no sufrí golpe alguno. ¡Sí, un buen susto!. Solamente estábamos Rosa María y yo cohabitando junto a Rhosmar.- Continuamos observando a Rhosmar.

Era como un paseo en Disney World. Parecíamos unos niños conociendo por primera vez ese lugar. Sentíamos un regocijo y alegría que antes no habíamos disfrutado. En esa construcción posterior de ella, en la parte de abajo fuimos al gimnasio, todo estaba igual, perfecto. Abrimos el cuarto contiguo, el de los “chécheres”. Allí todo en orden.

De verdad, nos sentimos satisfechos de cómo estaba Rhosmar. A pesar de los años, un poquito de falta de pintura exterior, pero normal los años no pasan en vano.

Sin lugar a dudas, nos sentimos satisfechos de haber visitado a Rhosmar, nuestra casa, y encontrado nuestro hogar en condiciones muy buenas. Mas tarde, conversando los cuatro, Rosa María, Hortensita, Katy y “Os”, comentaban, recordando con mucha melancolía y felicidad cuando habían decidido colocar un nombre a la casa y resolvieron en ese entonces:

-¡Vamos a darle un nombre combinado, ecléctico y así nadie protesta! ¡La llamaremos “RHOSMAR”, y así tendremos siempre un dulce recuerdo de ella! –

Al mes de convivir con Rhosmar , volvimos a Canadá. Muy tristes, acongojados, pero a sabiendas que ella, nuestra casa, nuestro nido, estaría bien.

Y que el país volvería a ser lo que fue en el pasado. Una nación soberana, con democracia, libertad y Estado de Derecho para los venezolanos. Dios proveerá.

-¡Hasta luego Rhosmar!., ¡Hasta siempre morada de nuestros corazones!. Gritamos con fuerza y entusiasmo Rosa María, Hortensita, Katy y yo.-

Ella nos respondió, bañada en llanto, con una sonrisa débil pero sincera: – Pero eso sí, vuelvan pronto y con vuestros nietecitos, quiero conocerlos y sentirlos bajo mi cobijo.

¡Hasta Luego!-

Colofón:

¿Se dieron cuenta amigos lectores?. Rhosmar, nuestra casa, la protagonista principal de este cuento, es el fruto de una personificación, como recurso poético que radica en establecer un verbo a un objeto inanimado, es decir, se le dio particularidades, tributos humanos.

Por último, vayan para ustedes esta frases célebres:

“Mi casa no es un lugar, es gente”. (Lois McMaster Bujold).

“Un hombre viaja por todo el mundo en busca de lo que necesita y regresa a casa para encontrarlo”. (George Moore).

“Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que llega a casa y apoya la cabeza en su vieja y familiar almohada”. (Lin Yutang).

Calgary, Canadá 2 de mayo de 2022

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