Cuento Corto: Pies, pasos y senderos hacia el jardín de claveles y rosas
La vida es eso, senderos de existencia con límites claros: vivir y morir. Los pasos se recortan con el tiempo. Nuestra primera bocanada de aíre se hermana al grito que anuncia la incertidumbre de identidad y libertad para el andar.
Para Rigoberto, el recinto huele a yodo, alcohol, antibióticos, o tal vez, a ¿formol?, sin embargo, se filtraba un olor agradable a flores, como de claveles o rosas.
– Enfermera por favor páseme el separador, también el bisturí, creo es tiempo de cortar: Exclama el cirujano.
Una voz femenina responde: – Cuando ingresó a Emergencia, el paciente presentó hiperglicemia, muy alta, peligrosa, descompensado estaba. Se procedió a nivelar su estado, pero, aún hay dificultad, doctor…-.
Los primeros pasos dan vida al sendero, no el sendero a los pasos. Los pasos no son sus pies. Pero, los pies si dan origen a sus pasos.
Dice Rigoberto, con voz moribunda, apagada: -No percibo nada. Apenas siento en mi piel el calor de un sol muy brillante, cercano. Mis ojos se recienten ante tan fuertes rayos de luz-. Y, su cuerpo, extenuado sobre una cama muy angosta, espera, yace.
Ronca Rigoberto, y con un grito menguado, desconcertado: -Mucho olor a yodo y de murmullos muy distantes de gentes desconocidas, me empujan a proseguir y aligerar mis pasos en el sendero. Siento miedo.- Voz difusa, afectada por las drogas y sustancias medicinales, delira desconcertado Rigoberto:-¡Qué agradable olor a rosas!-
Todos damos pasos en falso. Algunas veces caemos. Otras, después del tambaleo y la caída, nos levantamos y seguimos el andar. Así debía sentirse nuestro querido amigo Rigoberto – Así lo veía yo su amigo desde la infancia.
-Viéndole, recuerdo con mucha pasión, la quizás muy trillada y bella expresión de Antonio Machado:“ Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.-
El olor del yodo y alcohol, hacen arder las fosas nasales. -Pienso en hoyos, en sepulcros. Terror siento. ¿Será ese el destino de mi estimado amigo? Mientras el médico en forma ceremoniosa: -Pinzas por favor. Páseme las tijeras. Cortemos. ¿Tensión arterial?, anestesiólogo, pendiente por favor-
El paciente, entre narcóticos y sedantes de todo tipo, reflexiona y grita en silencio. Sueña: -Camino sobre la orilla de la playa. Se marcan mis pasos dejando surcos en la arena libidinosa, húmeda y febril, a lo lejos, veo el horizonte cruzado por un hermoso arcoíris. No lo alcanzo.
Se ven los surcos, espacios que se desvanecen con la marea de un lago, mareas que van y vienen. Regresan y se van. De pronto, un dolor profundo en mi pie izquierdo. Trato de tocarme, de agarrarlo y no lo logro. Entre lloros y gritos, Rigoberto exclama: – He pisado una copa rota que alguien disfrutó al libar quizás, un exquisito Oporto. El dolor que sentí me embriagó, errático pisé de nuevo el cristal, ahora con mi otro pie.- Dolor otra vez. Anestesia. -Mucho sueño-
Párpados caídos. -¡Qué rico olor delicado a Violeta!-
-Camino entre las nubes. Duermo. Siento que mis pasos no son guiados por mis pies. ¡No siento mis pies!¡Se dio inicio al fin de mis pasos…! Mis pasos no son míos. ¿Mis pies tampoco? ¡El olor de los claveles me embriaga y da ánimos a seguir el sendero!. ¡Huele también a muchas rosas!-
¡Despierto ya, está el paciente! El médico y una enfermera le observan al frente de la cama donde reposa. El cirujano, sumariamente, colocándole la mano sobre el hombro de Rigoberto, le dice: -Todo salió muy bien amigo mío-El médico y la enfermera tienen una sonrisa que no es más que una mueca que asoma en sus caras. Las caras de ambos semejan servidumbre de satán, del caballero de las tinieblas.
Para Rigoberto, todo comenzó con una suerte de metamorfosis en sus pies:- ¡Qué raro! Mis pies de ario puro se convirtieron en centinelas regordetes del sendero, blancos, luego púrpuras y finalmente azabaches. Un poquito de dolor e impresión insensible. Se preguntaba-¿Qué les pasa a mis pies?- Todavía no caía en cuenta, estaba aún sedado creo. No tenía certeza de su pérdida.
Y seguía hablando, describiendo con cierta torpeza en su voz: -Empecé a ver y sentir un sendero cada vez más largo, pesado, escabroso. Mis pasos ya no eran pasos. Mis pies casi no marcaban mis pasos. Sentía que eran cada vez más cortos e imprecisos. Estaba muy cansado-Y proseguía comentando con mucha debilidad en su rostro: -Caminaba sobre terreno pantanoso, pegajoso, lleno de escombros que impedían mis pasos en el camino. Pero, el sendero me llevaba ineludiblemente hacia un jardín de claveles y rosas.-
– Sin embargo, me sentía bien despierto.- Decía Rigoberto, eufóricamente. -Ante la realidad de mi vida, mis pasos respondían al sonido de un zapateo largo, sobre una escalera de cartón o papel. Oigo el ruido de pisadas, muchas personas a mi alrededor, sobre el sendero (tac, toc, tac, toc)-. Oh, pero algo pasa, el ambiente se hizo mezquino, sórdido, oscuro, Rigoberto sufrió un desmayo, convulsiona su cuerpo, el sudor empapó su atuendo de tela azuleja. Exclamaciones, corre y corre, alarma, lamentos, sentimientos y desespero, rezos, que liman el alma de cualquier mortal cual grito desgarrador del náufrago en la nada de los mares.
Rigoberto, en su sueño ahora muy profundo. Camina y camina, ahora como borracho, de tumbo en tumbo. El sendero se ha hecho cada vez más empinado. Suda cada vez más. Sus labios resecos evidencian mucha sed. Las lámparas cual sol ardiente y llameante casi hace sangrar sus pupilas. Lloran los ojos. Los párpados tiemblan y tratan de abrirse. Quizás sea buscando respuestas a emociones de recuerdos. Sus ojos lagrimean, ¿por causas de pretéritas pasiones y dolores del alma?.
Él continúa su viacrucis.- Y me interno en su sueño. Interpreto con base en sus palabras casi incoherentes de sus breves relatos alucinantes, que cada paso que dan sus pies se hace más difícil e imposible ante su empinada trayectoria. Y pienso: -casi que una escalera eléctrica muy larga que de pronto se detuvo y causa un terrible susto a todo el que la transita-. Y reflexiono – Seguro trastabilla, choca, vacila igual que cuando supe la muerte de mi madre, tambalee y casi me caigo con el pesado fardo del dolor.- Rigoberto de pronto hace alarde de una recuperación casi real, con sus ojos cerrados, prorrumpe llorando y gritando: –
¡Miro lo desnivelado del sendero, pero insisto! Debo llegar al jardín de claveles y rosas que me prometí. ¡En ello me va la vida!.-
Nuevamente, con voz muy apagada, pero claras sus palabras. Con sus ojos cerrados. Exponía alarmado: -Mis pies. Mis pies casi que ya no pueden estampar los pasos sobre el sendero- . De pronto, el sendero se hizo menos inclinado. El remontar se convirtió en el descender sobre nubes blancas como senderos de ángeles. Él, parecía estar despierto y seguía oyendo voces y lloros. El sendero graciosamente se convirtió en un río corriente abajo, cristalino, lleno de pececitos y piedrecitas de colores. Ante esa circunstancia, Rigoberto insistía, cual sonámbulo: -Mis pies ya no caminan. ¿Dónde están? ¿Por qué se dejan llevar por la corriente? Parecen peces golosos, desesperados en su nado hacia la comida celestial: la Vida.
El sendero. horizontal se hizo ahora. Sin piedras ni otros obstáculos en el camino, hace detener la caminata. Repetía Rigoberto, con voz muy frágil, temblorosa, débil y casi no escuchable ni entendible: -Miis pies noo.. quieren camina..ar más, hermanados se han pp.aral.izaaado.. perooo.. están contentos y satiii..sfechos. Allíi.. está el sendero, pero con otro ruumbo que no es el mío. Parecen dos emigrantes que llegaron a su meeta. Están mis pie.es.., pero ya no seguirán los pasos.
Sólo siento mi a..alma.-
Con sus ojos fuera de órbita, pero con su rostro inundado de alegría, exclamó con un grito, que parecía más bien un aullido. – ¡Ya estoy en el jardín de violetas con su tierno olor, y las rosas que me hicieron feliz y decir: “Qué agradable olor a rosas”!.- De pronto un grito y un desmayo, piel amarillenta, rictus mortis…..
Ellas, las rosas y los claveles, fieles compañeras de las violetas y margaritas, abrazadas en unos muy serios pero hermosos arreglos de coronas decorando el espacio donde les colocaron. Y, acompañándolos dos grandes y fastuosos velones con bases de bronce pulido, que semejaban guardias de Inglaterra, los
Guardias del Rey y Salvavidas del Rey (King’s Guard y King’s Life Guard). ,,,Entretanto,.. se oían lloros, risas, chistes, cuchicheos….,
-Ya he llegado, sin querer, al sitio desde donde nunca más volveré.- Parecía expresar la cara de Rigoberto. Con una sonrisa amplia cual niño ante juguete nuevo.
Mientras, una voz altisonante, repetía: -“Queridos hermanos y hermanas del difunto Rigoberto, querida familia y amigos, queridos, acompañen…”-….………………
Seguro si me sentí: ¡Rigoberto no fue a parar al Cuartel de la Montaña!”
Canadá, Calgary, 22 de enero de 2022
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