Cuenta La Leyenda: Un vaquero del lejano oeste, en nuestra Gran Sabana

Quien se lo pudiese creer que el famoso John Wayne, nos visitó y disfruto a plenitud, nuestros paisajes, tepuyes y cascadas.
Nos imaginamos sus manos moviéndose buscando un inexistente revolver, Colt 45 que nunca parecía agotar sus balas, su sombrero calado hasta la frente para resistir el embate de una partida de Cherokes o Apaches-el nombre de la tribu enemiga es lo de menos, deseoso de adornar sus tiendas con la cabellera rubia y ver apagarse la mirada diminuta de sus ojos azules.
ESTE PILOTO QUE LLEGO DESDE EL NORTE.
“No había diferencia entre el John Wayne persona y el John Wayne actor” el hombre que hizo de su vida y su carrera artística un perenne apostolado de los pilares mas conservadores del alma norteamericana.
El mítico héroe de películas clásicas de vaqueros, como LA DILIGENCIA (1939), a partir de la Segunda Guerra Mundial, se dedicó infatigablemente a interpretar películas como piloto de guerra para apoyar la moral del ejercito de Estados Unidos, al que no pido incorporarse por ser padre de cuatro hijos.
Y en su propio avión, y con kepis de capitán que coronaba su imponente estatura (1.90 metros), llegó Wayne a Venezuela en una brevísima estadía de vacaciones, antes de empezar a filmar una nueva epopeya bélica, EL HOMBRE SILENCIOSO (1.952) le acompañaba su segunda esposa, la mexicana Esperanza Baur, y el escritor James Edward Grandt, guionista de muchas películas de John, recordemos a EL ALAMO (1960).
Wayne, en ese momento estaba en los 44 años de vida, iniciándose el declive de su estampa física de gigante inoxidable, ya había realizado su presencia y protagonismo en mas de 120 filmes, mas o menos en 20 años de su carrera, siendo esta cifra un increíble promedio de seis películas por año (no se si otro artista haya hecha algo similar) insólito comparándolo con el temor a la sobreexposición de los actores contemporáneos.
En la mayoría de los cines de Caracas, los cuales eran tan comunes como las farmacias (no existía Internet ni nada que se parezca) los cuales ostentaban nombres que identificaban el lugar, como San José, Sarria, San Agustín, San Juan, La Vega, etc, exhibían un plan de estreno e sus películas LA FUERZA SIENTE (1951), gesta de guerra ambientada en el océano Pacífico.
La presencia de Wayne, sin embargo, no causó mayor revuelo en la prensa, a pesar de ser un equivalente de astros de fin de siglo como Tom Cruise, o Silvester Satallone, tampoco se realizó rueda de prensa, ni persecuciones de fotógrafos vernáculos, más allá de la típica costumbre criolla de la asomadera de narices en el aeropuerto.
Como toda persona famosa, en vacaciones, John fue escurridizo ante las libretas y parco en declaraciones. “He llegado a esta bella región con muchas ganas de descansar, he laborado cinco años sin parar”, así fue la traducción que hizo su esposa Esperanza, delante de los paparazzi.
El guerrero incansable, que asumía su carrera mas como una batalla ideológica que como placer artístico, siempre sintió cariño por América Latina, a la que no veía solo como un patio de desperdicios de la gloria estadounidense.
Sus tres esposas, Josefina Sáenz, Esperanza y Pilar Palette, fueron de origen latino. Republicano reaccionario, Wayne sorprendió a propios y extraños en la década de los años 70, cuando apoyó la firma del tratado Torrijos-Carter, que conduciría a la devolución del Canal de Panamá al país caribeño y en los escasos días que estuvo aquí en Venezuela, el país petrolero y las mujeres bellas le robo el corazón.
Dijo: “Venezuela nos ha gustado enormemente, más de lo que creíamos, me sobran ganas de quedarme mas tiempo, pero tengo compromisos de trabajo en Los Ángeles” estas palabras fueron dichas en el lobby del Hotel Ávila, en San Bernardino, donde estaba alojado, continuó diciendo: listo para regresar y seguir dando animo a todos los compatriotas que andan por el mundo matando comunistas” como recordaba siempre a quienes cuestionaban su ingenuo escapulario de barras y estrellas.
En el momento mas memorable de su estadía, Wayne, sobrevoló con su aeronave La Gran Sabana y los campos petroleros de San Tomé, en la tarde del 1 de junio de 1951, conoció el Salto Ángel y los tepuyes, y el, vaquero en el cine y en la vida real- poseía un rancho en Iowa de mas de 8.000 hectáreas y decenas de miles de reses-, debió haber soñado con dominar con manos viril los vastos territorios del Macizo Guayanés.
Se llegó a rumorar que Wayne tenía deseos de rodar una película con el sur de Venezuela como escenario, fue solo una especulación, una epopeya bélica con el Auyantepui como telón de fondo, era poco verosímil.
Por el contrario, en algún momento de su gira por el país fue fotografiado muy sonriente al lado de Pedro Estrada, futuro jefe de la desaparecida Seguridad Nacional, inmortalizado en la telenovela ESTEFANIA.
El derechismo de Wayne era tan diáfano, que no se daba cuenta de cómo podían perjudicarle algunas compañías embarazosas.
En toda la trayectoria de John Wayne, podemos recordar 180 películas y un solo Oscar.
Ten la información al instante en tu celular. Únete al canal de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link: https://whatsapp.com/channel/0029VagwIcc4o7qP30kE1D0J
También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí: https://t.me/diarioprimicia