Cuenta la leyenda: Nuestra ciudad, de la que se dice que nació y creció de espaldas al río

Primero fue San Félix, con su gente humilde, amable, cálida y trabajadora; cargadas de sueños y esperanzas, regadas por las aguas del Río Padre y se puede decir madre de Puerto Ordaz, quien llegó luego con el empuje de la industrialización, de la nueva Venezuela, abriéndose pasos aprovechando las riquezas naturales ocultas en nuestros suelos y aguas del Macizo Guayanés. Naciendo así la nueva urbe, de la cual se sigue discutiendo la fecha exacta, la planificada, la más joven del país, la pujante, el encuentro de lo ancestral con lo moderno; momento cuando se dieron la mano, la tradición y la tecnología, todo esto gracias a la convergencia de infinidad de voluntades.
Más de 130 países del mundo y de los más lejanos, la vieron, la soñaron como el verdadero Dorado, no el que buscaron los españoles, este era más fabuloso, palpable y aquí se pudieron hacer realidad con esfuerzo y perseverancia todos los sueños. Muchos vinieron con la idea de una breve estancia, y ya, no quisieron regresar, Guayana los embrujó, quedándose haciendo ciudad y familia (esta fue la fórmula).
Los pioneros, fundadores y forjadores, se encontraron frente a ellos una gran barrera, una enorme mole, una selva, virtualmente vecina de las aguas del mar, pero ahí existía un proyecto de ciudad, a la cual había que enfrentar con trabajo y mucha dedicación este regalo que nos había entregado el todopoderoso, y así fue, poco a poco se fue transformando, muchas vivencias se recuerdan y… también ha cambiado su fisonomía desde aquellos momentos que su corazón palpitaba en el Centro Cívico, cuando Unare, y la Urbanización Los Olivos eran demasiado retirados.
La voluntad de la gente ha sido muy valiosa, los de Guayana, de toda Venezuela y del mundo, en un conglomerado cosmopolita orgulloso de participar en el más importante proyecto de Ciudad Industrial de América Latina. Pero crecimos a espaldas del río porque desdeñamos ese principio de vida que ha hecho posibles grandes ciudades y civilizaciones.
París tiene al Sena, Londres tiene al Támesis, Nueva York el Hudson, la civilización egipcia floreció a orillas del Nilo, incluso nuestra vecina mas cercana, la antigua Angostura, siempre fue una referencia de lo que ha significado el Orinoco de manera simbólica. En tiempos pasados y también en los de ahora, los programas gubernamentales, e inversionistas privados no han querido poner al descubierto las riquezas del Orinoco, Caroní y otros ríos de nuestro Estado Bolívar.
Existe un viejo refrán muy venezolano que dice: “quien no aprende de los errores del pasado, esta obligado a repetirlos en el futuro”.
Los que llegamos a esta ciudad en los 50-60-70-80, ya estamos cruzando la tercera y cuarta edad, quiero decir con esto que les corresponderá a nuestros hijos y nietos; aún queda tiempo para que ellos a sus hijos le puedan dar la oportunidad de ver y poner en práctica en lo físico y lo humano los beneficios que nos brindan nuestras fuentes fluviales como fuente de vida, de recursos espirituales, de privilegios físicos cuyos espacios aledaños se deben inteligentemente incorporar como factor de desarrollo humano, en armonía para el avance industrial y ecológico.
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