Opinión

Cuenta la Leyenda: “La vuelta a Caracas en 80 risas”

Las entradas se vendían para las funciones vespertina y nocturna, a precios-para adultos- de uno, dos y cuatro bolívares.
domingo, 19 enero 2025

Cabello negro como el betún, bigotes a medio crecer, ojos a punto de cerrar y dientes blanqueados por la ingesta desmedida de picante, eran los elementos de la careta que usaba para no abrumar a todos con su humildad irrestricta, su encanto superlativo y para disimular a carcajada feroz que pretendía criticar una realidad no tan graciosa.

Las damas caraqueñas de la primera fila iban de guantes y pamela; habían llegado al teatro Coliseo en su carro Packard que solo sacaban en ocasiones de total importancia (como esta) dada la mengua de neumáticos, producto de la 2da Guerra Mundial que se libraba en ultramar.

Las señoras de galería llegaban, también con sus mejores galas, en carros tirados por caballos o a pie, consecuencia de la misma carencia del momento y de su propia escasez económica.

Minutos después, estas diferencias de oropel y mundanería estarían igualada en una sola carcajada, cuando sobre las tablas Mario Moreno “Cantinflas” les ofreciera una ración de alegría, en las cuales la hilaridad no dejaba escapar momentos de reflexión.

El 21 de febrero de 1945, el diario La Esfera, daba cuenta de la avanzada del ejército soviético sobre los alemanes, en los momentos en los cuales los aliados comenzaban a oler la victoria y a repartirse el mundo.

Ese mismo periódico publicaba las imágenes del suceso capitalino del momento: La llegada de Mario Moreno a Maiquetía, rodeado de una multitud de admiradores quien hizo de su primera visita a Caracas uno de los puntos centrales de su Gira de Amistad Interamericana.

Con esta, recorrió el continente, sembrando risas en medio de las tristezas que no solo daba el ghetto de Varsovia, sino las miserias golpistas y la pobreza de la región.

Al contrario del resto del mundo, Venezuela vivía el momento más democrático de su historia, bajo la presidencia de Isaías Medina Angarita, a quien Mario Moreno envió un telegrama de saludo, desde la oficina telegráfica de Maiquetía, a pocos momentos de su llegada.

Venía de Panamá y tres días antes de su arribo a Caracas las localidades del teatro Coliseo estaban agotadas para sus primeras presentaciones.

Las entradas se vendían para las funciones vespertina y nocturna, a precios-para adultos- de uno, dos y cuatro bolívares, de acuerdo a la ubicación y la capacidad adquisitiva de cada quien.

UN TORERO SERIO

Las candilejas del Coliseo daban paso durante hora y media a un espectáculo de sketchs, bailes y canciones en las que un Mario Moreno con apenas 32 años y poseedor de una fama internacional, dejaba salir a su hermano Cantinflas, ese personaje de Juan Bimba en el cual encarnó al
latinoamericano humilde, trabajador y alegre de cualquier país de la región.

La radio-el medio masivo del momento- lo convirtió en su favorito durante los 24 días que estuvo en suelo venezolano y la emisora Radio Caracas se las arregló para sacar al aire algunas presentaciones en vivo del actor.

Su éxito cinematográfico del momento era Los Tres Mosqueteros. La revista venezolana Mi Film – dedicada al cine de la época y que publico dos portadas seguidas con Mario Moreno en Caracas- lo llamó el Chaplin Latinoamericano, en páginas donde el séptimo arte de la región alcanzó su mayor brillo, Cantinflas compartió ese momento con Jorge Negrete, María Félix y Pedro Infante.

Era el periodo de oro del cine mexicano.

Claro que Cantinflas no limitó sus presentaciones al teatro, ni a Caracas, estuvo en Maracay, La Guaira, Valencia, y Puerto Cabello.

En el Nuevo Circo, boxeó y su réferi fue el cómico venezolano Antonio Saavedra; en la plaza de toros realizó corridas bufas y en ocasiones salió en hombros, luego de bailotear y hasta fingir un sueño al lado de algún becerro de Guayabita.

Fue la fiesta brava la que ocasionó a Mario Moreno, quizás los únicos dolores de cabeza que tuvo durante su estadía en Venezuela.

Su primera presentación en el Nuevo Circo fue cancelada por órdenes de la Gobernación de Santiago de León de Caracas, por considerar que las vacas eran muy jóvenes, en los momentos cuando había escasez de ganado.

Esto causó tal contrariedad al actor, que cuando por fin logró estar sobre la arena, casi con total seriedad, actitud que le acarreó críticas de un público que solo esperaba reír, fue solo en esta primera corrida, claro está.

Otro inconveniente –relacionado con los toros – se presentó el 11 de marzo de ese mismo año, cuando el señor Uribarri introdujo ante el Juzgado 4º de Parroquia una ordenanza contra Mario Moreno, por incumplir un contrato en el cual se comprometía a torear en Maracaibo (nunca se
realizó) la situación se resolvió amigablemente al día siguiente , luego que el consulado de México en Caracas, llego a un acuerdo con Uribarri.

“Y E S POCO”

Pero estos lunares no fueron sino unas pequeñas sombras en la visita del insigne visitante a la capital.

Su presencia impresionó tanto a la ciudad como que la cotidianidad del caraqueño de entonces hizo suya la imagen de Cantinflas, a través-por ejemplo-de una frase que se popularizó en el habla común, debido a que el mexicano la repetía una y otra vez en sus cantinflericos diálogos: “ Y ES POCO “

El profesor Jesús Santoja Hernández, rememora en una carta enviada a su hermana en la ciudad de Tumeremo Estado Bolívar, (su pueblo natal) contándole de las últimas modas del cosmopolitismo caraqueño: “Recuerdo que ella me decía que en esos días Cantinflas había venido a Caracas y que puso en boga la expresión Y ES POCO de manera que todo el mundo la usaba en sus conversaciones, escritas y hasta en publicidad”, la tintorería La Mexicana ubicada en la avenida Las Acacias, ofrecía lavar, secar y planchar por solo tres bolívares en el lugar donde “Cantinflas lava
su ropa … Y ES POCO”

Y es que no era común que a la capital venezolana viniesen personalidades del mundo del cine y que compartieran con el público como lo hizo Cantinflas, se hospedaba en el Hotel Ávila en San Bernardino y su trato era amable con la gente al momento de dar autógrafos y dejarse fotografiar con alguna admiradora.

Antes de venir, su nombre era garantía de éxitos en los pocos cines existentes en la ciudad.

Películas como “Ni Sangre ni Arena” opacaron la taquilla de clásicos como “el Gran Dictador” “Lo que el Viento se llevó”, exhibidas al mismo tiempo en Venezuela. Pero la admiración se incrementó.

Luego de su partida, cuando se estrenó la película “El Circo”, las entradas se vendieron con días de anticipación y las noticias en los diarios suplicaban al publico que llegara temprano al teatro para evitar aglomeraciones.

El de 1945, no fue el único paso de Mario Moreno por Caracas. Para 1957 había realizado 4 visitas, para promocionar filmes y apoyar obras sociales, un rasgo resaltante de este actor que se enorgullecía de sus orígenes humildes.

En 1965 recibió en La Pastora un homenaje de los trabajadores del correo venezolano, por su película “El Cartero” , en la que ofrendó a la profesión de su padre.

En la presidencia de Rómulo Betancourt, fue padrino de la boda de Alfredo Sadel con Rosita Rodríguez, hija de Valmore Rodríguez presidente del Congreso Nacional), en 1981 afrentó un problema con el Congreso de su país, luego de recibir la Orden Francisco de Miranda en Primera
Clase de manos del presidente Luis Herrera Campins, sin permiso previo de su Gobierno.

Pero fue sin duda su visita de 1945, la que estableció el cenit de la conexión entre público y estrella, quizás por basarse en presentaciones personales.

Ese año el Coliseo organizó una despedida de Cantinflas “para intelectuales” , cuyo invitado de honor fue Don Rómulo Gallegos y a
la cual asistió solo la crema y nata del mundo cultural venezolano.

Al día siguiente extendió por cinco días su caminar caraqueño para encontrarse con el publico común que lo admiró y sostuvo en la cúspide de toda su carrera artística.

Así, homogeneizó –de nuevo—a ricos y pobres, letrados e incultos, hombres, mujeres y niños, a quienes ofreció una risa como gran remedio contra toda la tristeza.

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