Opinión

Cuenta La Leyenda: El inmigrante

Al igual que muchos europeos, Don Ércole sufrió muchas crueldades al término de la segunda guerra mundial, para ese momento contaba con apenas 14 años de edad.
sábado, 20 marzo 2021

En una apacible tarde, ya el sol ocultándose en el horizonte, una suave brisa y el tiempo amenazando con una lluvia nocturna en el mes de diciembre del año 1949, atracaba un buque en el muelle de La Guaira.

Dicha embarcación venía cargada de muchas personas, la mayoría de ellas de origen italiano, con sueños y esperanzas, buscando un nuevo horizonte, para vivir, desarrollar y compartir sus conocimientos, algunas personas querían llegar a la República de Argentina, pero el destino les hizo una jugada.

El biografiado en esta oportunidad fue una de las mencionadas personas, se trata de Don Ércole D’Addazio, nacido el 21 de marzo del año 1931, en la población de Benedetto, Italia; y quien al llegar a La Guaira inmediatamente empezó a trabajar, luego en El Tigre, finalizando así en Puerto Ordaz, donde después de muchos trasnochos, logró encontrar felicidad, fama y fortuna.

Cuando yo llegué a principios de los años 60s a Puerto Ordaz, pude observar en algunas oportunidades, en horas de la madrugada a una pareja cargando leña de un lado a otro, esto con la finalidad de mantener el calor necesario en el horno donde se cocinaban unas pizzas muy sabrosas, en un pequeño local ubicado en una esquina, donde funcionaba la bomba de gasolina Oricar, propiedad del doctor Virgilio Vivas, frente a la General Electric.

Al igual que muchos europeos, Don Ércole sufrió muchas crueldades al término de la segunda guerra mundial, para ese momento contaba con apenas 14 años de edad.

Él pensó que se repetiría la misma historia y no quería volver a ser testigo de lo ya vivido, por lo que al tener 17 años de edad, cuando le correspondía cumplir con el servicio militar, le expresó a su amada madre que prefería escapar a otro país que no estuviera involucrado, antes que enrolarse al ejército.

Fue ese el momento cuando tomó la decisión y teniendo un mapamundi en su mente, y de dicha manera fue que se fijó en Suramérica. Ya tenía noticias de que en Argentina habían llegado algunos amigos, y su segunda opción era Venezuela, un lugar donde en ese momento surgía la necesidad de traer inmigrantes a trabajar en la construcción de la urbanización El Silencio, cuando gobernaba nuestro país el Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud.

En el momento que Ercole desembarcó del navío, se le encendió una brújula que lo llevó a las playas del litoral, específicamente a Macuto y de inmediato logró hacer amistad con un venezolano que tenía un taller donde reparaba vehículos y motocicletas, este le ofreció el oficio de ayudante de mecánico y el trabajador italiano aceptó; ahí aprendió a lavar tuercas, apretar tornillos, esmerilar válvulas, reparar cauchos, tenía un sueldo de ocho bolívares diarios, pero no le alcanzaba para prácticamente nada, ya que en la pensión donde estaba hospedándose debía pagar doce bolívares por dormir y comer, el resto se lo pueden imaginar, debía hacer milagros con el dinero que se había traído en el bolsillo.

Un buen día que había amanecido con la suerte a su favor, un cliente que llevó su carro a reparar se le quedó observando y pensó, que ese joven simpático, buenmozo de buenos modales y ya aprendiendo español lucía bien para otro trabajo.

Hablando con él, el señor lo convenció y le entregó la responsabilidad de la Cantina del Club Social “Litoral Macuto”.

Ércole empezó atendiendo a los 150 socios que tenía el club, aprendiendo a hacer algunos cocteles y ciertas comidas con auténtico sabor italiano, ganándose confianza, cariño y respeto por parte de todos; podría decirse que esa fue su mejor escuela.

Luego de esa pasantía, logró un permiso por algunos días para conocer nuestra geografía y se dirigió a El Tigrito, Estado Anzoátegui, luego de pasar muchas horas montado en un autobús, llegó a visitar a un amigo llamado Rosato, quien tenía un restaurant y una panadería, en proyecto, que se llamaría Panadería Oasis; sabiendo la habilidad de Ércole en estos menesteres, Rosato le ofreció la oportunidad de trabajo y sin pensarlo dos veces Ércole se fue a Caracas a buscar lo poco que tenía y regresó a trabajar con su paisano y amigo.

Ahí fue cuando dio el gran salto, arrancaron con la panadería y en poco tiempo fundaron un negocio que identificaron como “El Rancho” en sociedad con una señora francesa llamada Maghy, dicho negocio fue muy visitado por muchos norteamericanos que trabajaban en la empresa petrolera apostada en El Tigre, las propinas eran buenas, fueron aprovechando para ahorrar pensando en el futuro que se les avecinaba, convencieron a la señora ya mencionada y con sus ahorros compraron el negocio por sesenta mil bolívares, los cuales cancelaron en efectivo y cómodamente.

Ya estando ubicado, con cierto tiempo recorrido, es cuando por su buena suerte conoció a la joven ciclista Delia Milano, quien lo acompañó de ahí en adelante por toda su vida, de su unión nacieron dos hijos un niño y una niña.

Ércole decidió en el año 1954 mudarse a la zona del hierro de la cual había escuchado hablar por sus paisanos que llegaron antes, lanzó el ancla por Ciudad Piar y empezó a trabajar en el Club Tocoma y la gran decisión estaba tomada y era quedarse por el resto de su vida allí.

Comenzó la cadena de éxitos, como lo fue la Pizzería, luego un negocio donde se expendían cervezas, conocido como La Neverita, en sociedad con un amigo llamado “Pepe”, quien luego se quedó con el mencionado negocio.

Ya para este momento en su mente estaba fijado lo que marcó uno de los mejores momentos, fundó e inauguró en el sótano del Edificio Yocoima el Key Club convirtiéndose de inmediato en una gran referencia, no solo de Puerto Ordaz, sino de Venezuela e incluso internacionalmente, por su buen trato y atención, un excelente restaurante y lugar de encuentros.

Todo este apojeo fue lo que dio inicio a una cadena de negocios, en los inicios de los años 70s, la Cervecería Múnich, La Rotisería Leo, Licorería Leo, luego se atrevió a incursionar en la construcción y surgieron edificios como: la Torre Guayana, Torre Anto, Doña Delia y sus grandes sueños, la Torre Ercole y el Club Ercole.

Han pasado muchos años, muchos éxitos, siempre acompañados de la humildad y honestidad, mucho trabajo y por su hijo Leonardo.

Ahora, queridos lectores, después de haber realizado este pequeño recorrido por la vida de este ser, ejemplo de muchos, si sacan la cuenta, desde el año 1931 hasta la presente fecha, han transcurrido 90 años, es decir, este domingo 21 de marzo Don Ércole, estará de cumpleaños, y sin perder su costumbre de levantarse temprano porque hay que trabajar.

Dios lo bendiga y le siga dando sana y larga vida. ¡Feliz cumpleaños, Don Ércole!

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