Cuenta La Leyenda: Andando por Puerto Libre…
Andando por puerto libre el primero que me vino a la mente fue el Dr. Iscilio Crisci, quien moraba en aquella bella casa, tipo cabaña o bongaloo, escondida de manera ingenua en un pequeño bosque, acompañado siempre con su fiel mayordomo Bianchi, más miles de especies de orquídeas y un pequeño zoológico, en lo personal, se convirtió en un espacio turístico.
Cuando digo “se convirtió en un espacio turístico”, es porque cada vez que alguien venía de visita a la ciudad, lo llevaba para que conociera y se empapara de la cantidad de orquídeas venezolanas.
El recibimiento de las visitas empezaba con un recorrido guiado por Bianchi, luego llegaba el doctor para atender a la visita personalmente y llamaba a Eva, una enorme serpiente, la cual colgaba en el cuello de la persona que estuviese más cercana y le pedía besos, a lo cual Eva respondía mostrando su larga lengua, después de pasar el susto, entonces llamaba a Leo, un león ya domesticado y bien alimentado hacía presencia; después llegaba el oso hormiguero o palmero y después un tucán que se posaba en el hombro del doctor, el doctor le decía a este hermoso animal “limpia los dientes a tu amigo” y el ave con su largo y fuerte pico escarbaba entre las encías; más adelante llegaban guacamayos, loros y otras especies.
El doctor Crisci fue uno de los primeros médicos aquí en Puerto Ordaz, era una persona muy delicada en su comportamiento, siempre vestía de blanco, tuvo su consultorio particular durante mucho tiempo en la carrera El Palmar, en la parte trasera de la Inmobiliaria Rola (propiedad de un judío llamada Jack Rosensweig).
El mencionado doctor atendía consultas en un pequeño espacio del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss) en el edificio Yocoima y también realizaba consultas caseras. Era médico general, especialista en quemaduras.
Alguien me comentó en una oportunidad que quien lo trajo a Venezuela desde su país natal (Italia) fue el General Marcos Evangelista Pérez Jiménez, presidente para entonces de los Estados Unidos de Venezuela.
Lo trajo como médico de cabecera y luego, ya después de haber caído la dictadura, se quedó, trasladándose a la Isla de Margarita, lugar donde vivió varios años antes de decidir venirse a la zona del hierro.
Esto lo pude comprobar en un viaje que realicé a la Isla de Margarita, un día que sin ninguna intención visité el Museo del Mar y me sorprendí al ver el homenaje que se le rinde en el recuerdo, al doctor Crisci, viendo muchas fotografías, notas de prensa y escritos en honor a quien brindó mucha salud a los enfermos en la “Isla de las Perlas”.
Todo maravilloso, hasta que llegó el momento en que el ente gubernamental comprometido, declaró desierto el premio nacional de conservación, y el mismo doctor Crisci refirió “Yo no lo exijo para mí, pero no lo declaren desierto” por lo tanto, en su molestia, la decisión fue donar todos los animales al parque zoológico de Caricuao.
El doctor se mantuvo con sus orquídeas y la enorme cantidad de libros que hablaban de las especies, entre ellos dos o tres libros escritos sobre la historia de las orquídeas de Crisci y el legado a su hijo Rubén.
Transcurrió el tiempo y lamentablemente murió el Dr. Crisci, posteriormente también murió Bianchi y aquel mágico espacio fue desapareciendo poco a poco como todo, invadido vorazmente, olvidado y solamente queda el recuerdo de un buen médico, excelente orquideólogo, conservacionista y buen amigo de muchos.
Continué mi caminata por Puerto Libre, viendo así las calles destrozadas, abandonadas por la desidia, muchos galpones a ambos lados cerrados, sin uso.
De lo que fue la Cristalería Ordaz del señor Buzzeta, la cerrajería, la empresa distribuidora de gases AGA, y de Cami, solo queda el recuerdo.
Al llegar al semáforo vi que tampoco existe El Centro del Caucho General, de Don Arturo Sadjiantd y aquel gigantesco galpón, custodiado por un enorme árbol, firme a la entrada, como símbolo, el cual también desapareció tal vez le hacía daño a alguien porque ahí estaba la gran empresa conocida como General Electric, a la cual tantas veces visitamos para buscar en calidad de crédito de muchos enseres caseros, compartía espacio con la Caterpillar donde estaban cantidad de maquinarias de todo tipo, las cuales fueron grandes testigos de nuestras vías, carreteras.
Muchas construcciones, también los diques y represas, hoy son un reservorio de personas de mal vivir, se llevaron todo lo existente, techos, y todo lo imaginable, también está una enorme cantidad de zamuros en la acera del frente.
Hace tiempo ya no existe la surtidora del combustible tan apetecido para poder trasladarnos, se nos presenta otro testigo mudo, el quiosquito de “ El maracucho” Reinaldo Valera (†) quien se sentía orgulloso entre la gran variedad de chistes que siempre tenía a punta de los labios, decía “en esta esquina, yo vendía variedad de artículos a los conductores y fui el primero en vender condones en Puerto Ordaz”, volteé la vista al frente y recordé muy claro el final de los 60s, con Hans Hauschild (†) y su esposa, la señora Ingrid, en el famoso restaurant alemán el Rincón de Bavaria, donde pedíamos una sopa de goulash, una rodilla de cochino ahumada acompañada de ensalada de col o de repollo agrio, de sobre mesa un strudel de manzana, cerrando con una enorme jarra de cerveza.
Fui caminando y bajando a la avenida conocida originalmente McLake, en honor al descubridor del Cerro Bolívar, (hoy en día se llama vía Caracas), me encontré que lo que se llamó Librería Ordaz (propiedad del señor Loredano) es una vivienda producto de la invasión; El Cortinero (propiedad de Don Rafael Guédez) aún se mantiene en pie; en el lado del frente estuvo el automóvil de Francia, este ya no existe; la primera heladería conocida en la ciudad, La Giorgio, es una jaula con carros en su interior, también invasión; al lado del Automóvil de Francia, funcionó un hotel, muy discreto por cierto, llamado Residencias Ordaz, el cual aparentemente no tiene vida; a su lado estaba el The Royal Bank Of Canadá, luego llamado Banco Royal y terminó como Banco Internacional, este tampoco existe.
En esta avenida está el famoso Edificio Yocoima que fue construido por un empresario italiano de apellido Rambotti, lo primero que le dio oxígeno fue el Key Club que lo fundó Don Ercole D’Addazio y luego se lo vendió a Don Antonio Méndez.
También tenía a Radio Caroní, por ahí pasaron buenos y recordados amigos como directores, operadores, secretarias y más.
En su piso más alto estaba el conocido odontólogo Alejandro Terán “El Gordo Terán”; ahí también funcionó un consultorio del Seguro Social; estuvo una terminal de Expresos de Oriente; ahí estuvo un buena fuente de soda; la academia de música de José Fiorani de Armando Yánez Caicedo; en el pasillo de la planta baja estaba Foto Luciano, que después fue de mi propiedad; también la competencia Foto Press, la cual ya no existe; estaban las oficinas de Paralelo 8 una revista fundada en el año 1971 y se editó hasta 1973.
En la esquina exterior del lado izquierdo funcionó el Banco de los Trabajadores; en el callejón de salida estaba un buen amigo, el zapatero llamado Camilo.
Al lado del edificio Yocoima, funcionaba la Tintorería y Lavandería Cepa de los hermanos Ceconello, al lado de este establecimiento estaba La Stubinns, una venta de productos para construcción; al frente estaba Intersán y Sánchez y compañía; en este espacio queda en la actualidad El Supersónico.
Al lado derecho de la heladería existe un edificio donde funciona un bufete de reconocidos abogados y también funcionó el Banco Internacional, llegamos así al lugar donde estuvo la agencia de la Volswagen, con la presencia de un argentino llamado Carlos Rava y un buen amigo que aún está en Puerto Ordaz, llamado Carlos Grundinger, un vendedor de apellido González y un mecánico llamado José Mariño.
En la Volswagen un vehículo costaba al principio 5.000 bolívares para cancelar por cuotas, luego llegaron otros modelos, el Fastback, la Brasilia, etc; por supuesto también otros precios, pero siempre con comodidad para cancelar en dos o tres años.
Después, en este mismo local se instaló Cándido Silva (†) con su empresa llamada La tarjeta, la cual editaba una revista llamada Caroní Social.
Aprovecho para decir que el primer diario publicado en Puerto Ordaz se llamó “El Pueblo” bajo la dirección de Cándido, el fotógrafo era “El Cubanito” Álvaro Pérez (†) y los talleres estaban en el sótano del Centro Comercial Altamira.
Con el tiempo, en este edificio donde estaba Cándido Silva, en la parte izquierda construyeron unas escaleras de metal a la cual uno tenía acceso desde la acera y daba entrada a una discoteca de la que nunca supe el nombre, ni a quien pertenecía y de verdad nunca fui porque tenía aspecto dudoso.
Y por último, en el edificio que fue propiedad del médico urólogo Livio Rivas, funcionó una de las empresas del Ingeniero Rubén Gamarra, creo que el nombre era Inversiones R.G. De todo lo antes mencionado, ya nada existe.
Qué bueno sería que el que desaparece todo esto despareciera el mal que nos aqueja en la actualidad. Ha pasado bastante tiempo, pero, parece como una película de terror donde todo ha desaparecido, con muy pocas excepciones.
De verdad y con toda la sinceridad recomiendo, sobre todo en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo, visítelos, consulte, infórmese, sobre todo un plan llamado Años Dorados, esta consulta no le va a costar absolutamente nada y estoy seguro me lo va a agradecer.
Ahora, en el edificio donde estuvo R.G. funciona una empresa seria, muy bien dirigida, con capital netamente venezolano y personal muy bien capacitado, la cual se llama La Esperanza Servicios Exequiales, C. A. cuyo eslogan es “Su Aliado Permanente”.
Sus razones son dar un aporte a la sociedad en brindar la oportunidad a las familias de tener la tranquilidad y seguridad de contar con un servicio funerario para asistir en los momentos difíciles que experimenta la familia al perder uno de los soportes fundamentales que ha estado desasistido en diversas áreas de la vida.
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