Cuenta La Leyenda
En esta oportunidad me voy a dedicar a recordar en varias entregas, anécdotas ocurridas en el Hotel Intercontinental Guayana. Al cual le presté mis servicios profesionales como fotógrafo, durante mucho tiempo desde su fundación en el año 1970.
Este fue inaugurado en el primer gobierno del doctor Rafael Caldera y quien despejó la cinta simbólica que daba inicio a sus operaciones fue el Ministro del Interior, doctor, Lorenzo Fernández; el primer gerente fue un caballero de origen marabino llamado Antonio Gutiérrez (este tenía un problema que: cuando se hablaba con él, un tic nervioso en el cuello que parecía decir que no a todo y se prestaba a muchas dudas, no estaba claro si estaba diciendo SÍ o NO)
Pasan los años, y este se convierte en el lugar por excelencia para celebrar los eventos más significativos de mayor importancia e interés de la zona del hierro y del país; para esa época en los momentos más florecientes cuando las noticias mundiales se interesaban por el desarrollo en las industrias del hierro, energía eléctrica, aluminio, turismo y algunas otras más: Fedecamaras, decide en el año 1972 celebrar su ASAMBLEA ANUAL XXVIII, en el estado Bolívar.
Para ese entonces el presidente de la máxima institución que alberga a los empresarios venezolanos estaba presidida por el señor Ciro Añez Fonseca, mientras aquí al frente de la Cámara de Comercio de Caroní, estaba el recordado señor Hugo Yllaramendy (padre) el asesor económico era el Dr. Jorge Fermín, el secretario ejecutivo el licenciado Tirso Lucero Castillo, la secretaria era la señorita Mercedes Rojas, en seguridad teníamos a “el Indio” José Núñez y para cubrir todo el evento de la asamblea fotográficamente estaba mi persona (esto lo detallo, ya que al final de esta primera entrega les voy a narrar algo, que siempre lo he repetido infinidad de veces).
Entre los miembros de la Junta Directiva de nuestra Cámara de Comercio estaban Roberto Vergara, Joseph Franceschetti, José Jesús Rivas, Max Sanoja, Pedro Márquez y algunos más.
Mientras tanto, ejecutivos de altos quilates celebraban lo que se avecinaba elogiando y compartiendo criterios del beneficio exitoso que esta asamblea nos brindaría, siempre apostando al crecimiento económico tanto para nuestra zona como para el país entre estos se encontraba el general Rafael Alfonzo Ravard , presidente de la Corporación Venezolana de Guayana, el Ing Argenis Gamboa, presidente de la Siderúrgica del Orinoco, señor Stanley Cohlmeyer presidente de la Orinoco Mining Company, señor Peter Aivars. Gerente de Operaciones de la Orinoco Mining Company, el señor Gordon Gibler, director de Relaciones Industriales de la Iron Mines Company of Venezuela, el doctor Rafael Branger Centeno, gerente general de la fábrica de Cementos Guayana, señor Lester E. Russell, gerente general y vicepresidente de Aluminios del Caroní (Alcasa,) Ramón Fernández, gerente de Larbaco. Señor Frederic Henriquez, gerente del Hotel Intercontinental Guayana y muchos más que no es muy fácil recordar, como también la mayoría se fueron a el otro plano terrenal.
Entre mis responsabilidades era: estar apostado en el viejo aeropuerto esperando la llegada de muchos visitantes que arribaban en sus aviones privados y es aquí donde voy a narrar lo ofrecido: En la cabecera se ve descender un avión ejecutivo; King Air 250 de color blanco y azul, carretea la pista y se estaciona justo, frente al viejo hangar de la Orinoco Mining, me acerco, presto a fotografiar a la persona que debe bajar, cuando se abre la puerta, se asoma un señor de buen porte, catire de ojos azules, vestido de manera deportiva muy elegante, pantalón de lino blanco y guayabera de seda blanca también.
Pero… siempre en mis escritos van a encontrar un pero, este señor estaba bañado desde el pecho hasta las piernas de café negro (es de suponer que fue un accidente en el traslado, tal vez un vacío fue el responsable) pero él, sin mucha preocupación sonreía y saludaba, hasta el momento, ninguno de los anfitriones lo había identificado, el encargado del traslado lo embarca y lleva al hotel donde se registra y ocupa la habitación designada.
En la noche a la hora de la cena de gala, que se realizaría en el Salón Dorado del hotel, vuelvo a ver al sujeto el cual ya yo me había grabado su cara, pero vestido de manera muy formal al igual que todos los presentes, cuando viene el mesonero con su bandeja y le ofrece un vaso conteniendo un fino escocés, el biografiado dice cortésmente, “no señor, yo quiero un carta roja en las rocas”.
El mesonero se va y regresa con un vaso tal como él lo exigió, el, huele y vuelve a decir yo lo que quiero es un carta roja con hielo, el mesonero vuelve con otra bandeja y otro vaso conteniendo ron y hielo y se repite la escena, ya aquí, si hay muestra de disgusto y pide hablar con el capitán de mesoneros quien le garantiza que es carta roja, se enciende el ánimo y repite diciendo: si no hay carta roja en el hotel, me lo dicen y mando a comprar en la ciudad una botella, mientras esto acontecía, yo que estaba pendiente de lo que sucedía, dentro de mi repetía, esto no me lo pierdo, pero de verdad que este señor es arrogante, al fin llegó la botella ansiada y todos quedaron complacidos, menos yo, que me quedé averiguando quien era el personaje.
Me acerco, logro hablar con quién en amena conversación me dijo “joven, mucho gusto, yo soy Alberto Vollmer, presidente y propietario de las haciendas Santa Teresa, en la Victoria Estado Aragua, fabricante del conocido ron” han pasado los años y siempre lo recuerdo, me pregunto: ¿quién podía engañarlo?
MORALEJA. Nunca subestimes a nadie, por el hecho de algún detalle que observes pequeño o grande que sea.
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