Opinión

Cuenta la Leyenda

En un pequeño pueblo ubicado al sur de Italia llamado Teggiano, en la provincia de Salerno, el día 16 de abril del año 1926 nació Antonio D´Elia Savino, siendo el mayor y el guía de otros dos hermanos, quienes nacieron luego, me refiero a Ángelo y a María.
sábado, 19 junio 2021

Un gran hombre nacido en el sur de Italia.De las veces en las que mentalmente juego a ruleta para seleccionar el personaje al cual me dedicaré a escribir parte de su vida, casi siempre que elijo entre los europeos, se destaca un italiano, claro, hay una explicación lógica, es que fueron gran cantidad de ellos quienes eligieron venir a Venezuela, ya que era un país en pleno progreso y que brindaba  oportunidades de trabajo y muy buena acogida a todos esos inmigrantes que venían escapando de los estragos de la guerra, lo otro era que los contactos con sus paisanos era de fácil ubicación y servían de guías a los nuevos recién llegados, más el gobierno de turno en pleno desarrollo habitacional que necesitaba urgentemente mano de obra calificada y nadie más que los italianos, quienes contaban con esa experiencia.

En un pequeño pueblo ubicado al sur de Italia llamado Teggiano, en la provincia de Salerno, el día 16 de abril del año 1926 nació Antonio D´Elia Savino, siendo el mayor y el guía de otros dos hermanos, quienes nacieron luego, me refiero a Ángelo y a María.

Antonio se dedicó a estudiar, donde por razones económicas, sólo logra llegar al cuarto año de bachillerato; siendo preocupado y estando acompañado de una inteligencia nata y con muchas ganas de continuar estudiando solicitaba libros prestados y algún otro regalado, pero lo primordial era ayudar en la economía del hogar, colaborando así con sus padres.

Más del 90 % de la población vivía de manera muy precaria, llevando la situación postguerra. Cuando Antonio cumplió 18 años de edad, cumplió con un deber sagrado, como es enrolarse al servicio militar, lugar donde tuvo la suerte, debido a su comportamiento, de ser elegido para el servicio en Roma como guardia de honor  del Palacio Gubernamental, donde sus superiores lo apreciaron y le rindieron honores y reconocimientos con condecoraciones.

Fue ahí cuando cumplido su tiempo reglamentario, regresó a su pueblo, se enamoró y se casó con una vecina de un pueblo cercano, la señorita Ana Di Miele Romanelli. Ya formalmente casado, decidió cambiar su vida por una mejor, decidió venirse a Venezuela como todos lo hacían, por el Puerto de La Guaira, aquí nacieron sus tres hijos: Giovanna, dos años después nace Gaetano y catorce años después nació Alberto, dignos ejemplos de la educación de formación de hogar inculcada por sus padres.

El primer lugar donde trabajó Antonio fue en la construcción de un estadio de béisbol, luego, un paisano se lo llevó a una empresa llamada Gagliardoni, la cual era dedicada a la construcción de torres de electricidad y sus tendidos en Caracas y sus alrededores; empezó como obrero, al poco tiempo se convirtió en supervisor y en muy pocos meses ya era jefe de una cuadrilla de 80 trabajadores.

Continuó con sus fuerzas de hombre de bien y con muchas ganas de  trabajar, tratando de superarse, logró entrar a la conocida empresa AGA, una empresa muy conocida de origen sueco, productora y distribuidora de gases industriales y medicinales; a los seis meses fue nombrado supervisor de planta enviándolo a Puerto Ordaz con el cargo de gerente de la planta de oxígeno y acetileno, fue un trabajo que mantuvo desde 1958 hasta 1963.

Con dinero bien logrado a través de sus trabajos y ahorrado para lo que ha de venir, alguien le comentó sobre la venta de unas hectáreas de terreno; Antonio adquirió  50 hectáreas, compradas al señor Carlos Zerpa en la carretera vieja de Upata, siendo la carretera de tierra, se viajaba por Pozo Verde, vía a El Pao, hasta que llegó el momento de la construcción de la autopista y comenzó a preparar el terreno para una futura siembra, mientras trabajaba en una empresa que construía las instalaciones de la Planta de Briquetas en la compañía Orinoco Mining Company, llamada Lummus.

Antonio en sus tiempos libres soñaba con algo en específico, dicho sueño que en poco tiempo se hizo realidad, sembró muchísimas plantas de lechosas, cítricos y otros, dedicándose así a probar injertos logrando el híbrido que hoy se conoce como mandarina Diana y llegó a tener plantas que producían al mismo tiempo, mandarina, limón, toronjas y naranjas, llegó al récord de tener más de cinco mil plantas de este tipo.

Antonio fue una persona muy familiar y amigos de los amigos, llegó el momento en que tuvo que fijar su residencia en la finca, momento cuando su hijo mayor Gaetano, estudiaba en la U.C.V., pero, cuando le tocaba estar en la finca, su labor era ayudar y sembrar.

Antonio también practicó durante muchos años la filantropía, cada vez que un vecino o transeúnte requería de sus servicios, los trasladaba sin ningún tipo de interés, llevó al hospital de Guaiparo a más de una persona y a más de una parturienta, en más de una ocasión esperó los resultados del médico para regresar a la persona y en algunas ocasiones le facilitaba dinero en efectivo para cubrir el pasaje de retorno, todo esto sin importar el día o la hora de la necesidad.

También fue un gran lector, su vicio era leer, como también un ferviente católico, en una ocasión supe que había leído en cuatro ocasiones la biblia, pero su pasión eran los libros de medicina y ciencia, para él, el mejor regalo que se le podía hacer era un buen libro.

Esa finca que fundó Don Antonio D´Elias es testigo de muchas visitas dispensadas, ahí hizo presencia pasando un día sábado completo nuestro gran pastor Monseñor Francisco Xavier Zabaleta, los hermanos Zerpa, Don Luis Castro, el ministro Leopoldo Sucre Figarella, los generales José Rafael León Orsoni y Aner García Monagas.

En el año 1987 cuando me correspondió llevar las riendas del Rotary Club San Félix, realizamos una bella reunión familiar donde nuestras esposas e hijos quedaron maravillados por el lugar y la atención dispensada, aún recuerdo que en sus últimos años de vida, lo veía cuando llegaba a la ciudad en su camioncito de estacas lleno de sacos con naranjas, mandarinas y limones, los cuales comerciaba con los vendedores de verduras en los mercados.

Dios lo tenga en la gloria acompañado con su señora esposa Doña Ana Di´Miele, con toda seguridad y confianza se puede decir que fue un buen esposo, un gran señor, buen padre, abuelo y bisabuelo, un gran guía y un excelente amigo, fue el mejor legado que pudo dejar a todos sus familiares. Lo seguiremos recordando tal como fue, con gran cariño.

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