Cuenta la leyenda
Puerto Ordaz Nocturno con aroma de mujer
Esto que les traigo, no es absolutamente nada extraño para mí y creo que para los lectores tampoco, cuando título con AROMA DE MUJER, me refiero y he mantenido que toda población, situada en cualquier parte del globo terráqueo donde se presente una mina de mineral precioso, lógicamente los primeros en llegar son los mineros y tras ellos vienen las damas responsables de acompañar en momentos de necesidad a estos señores que han llegado en busca de las riquezas naturales.
Nuestra ciudad no pudo ser la excepción, recuerdo bien claro y aún están presentes en varios lugares escombros que atestiguan lo que en un pasado fue su presencia, a la entrada de la ciudad se encontraban tres grandes locales, uno de ellos en lo que se convirtió con el tiempo el Paseo Caroní, regentado por una señora de origen europeo, otro a menos de 100 metros llamado el Monterrey y otro llamado La Neverita, luego a la entrada de lo que sería Urb. Los Olivos, donde hoy está Urb. Los Mangos, estaba El Copacabana, luego al llegar a la parte baja de Puerto Ordaz, donde está situado el sector llamado Castillito, existía una gran cantidad de locales, llamados “El July Bar” “El Rosy” “Brisas del Caroní” “La Frointier” “La Sorpresa” “El Kuvanacan” entre muchos de estos estaba el más grande de todos llamado “El Puerto La Cruz” y más tarde en pleno centro de la ciudad estaba “Bar El Farol” cada uno de ellos ofrecían lo mejor que podía y otros se destacaban por “la calidad” de la mercancía y por el valor de la misma, destaco que el Puerto La Cruz tenía una nómina muy variada y muy amplia, más de 50 entre criollas, vecinas colombianas, dominicanas etc, en el Farol, había una pequeña pero muy selecta en lo que refiere a calidad, puertoriqueñas, cubanas, dominicanas, criollas, acompañadas de buenas bebidas, música, aquí los precios eran más altos, en la Sorpresa, nunca pude averiguar ¿ el por que el nombre? Si era por el lugar donde estaba ubicado, o era cuando en el momento cuando el cliente entraba se sorprendía al ver a cinco o seis bellas damas, de lo más elegante, de las cuales habían dos muy destacadas hasta en sus modales y vocabulario, recuerdo a María Magdalena “la devoradora de hombres” a la que detallo aproximadamente como era: estatura 1.82, color de piel canela suave, cabello abundante, de color negro, bien cuidado, le daba casi por la cintura, sus facciones muy finas, nariz bien perfilada, labios delineados, ojos negros acompañados con pestañas y cejas acordes, luego su vestimenta y aromas de perfumes franceses, en otras palabras era UNA DIOSA DE EBANO, pero existían dos problemas, uno era que no aceptaba a cualquier postor, no era el que quería, sino el que ella quería o seleccionaba y el otro problema, era el costo o valor de la mercancía, para esa época.
Regularmente la compañía de una de estas damas oscilaba entre 25 a 50 bolívares, mientras la compañía de María Magdalena estaba entre 100 a 120, mas unas copas de champaña para alegrar el ambiente y entrar en franca confianza, en la Frointier, había una modalidad, una buena pista de baile y una moderna Rokcola y música variada de merengues, vallenatos, cumbias y algún bolero para matar el guayabo, donde se invitaba a bailar y acordar el compromiso y así pues fue el desarrollo de ese oficio (según el más antiguo del mundo) en los inicios de la Zona del Hierro, pasaron los años, cerraron muchos de ellos, por diferentes razones, y muchas de estas jóvenes mujeres terminaron siendo esposas y compañeras de trabajadores, incluso recuerdo a un ejecutivo de una de las empresas, cuando me contrató para realizar las fotos de su boda Eclesiástica.
Aprovecho para recordar que al final de los años 60, comienzo de los 70 y aun parte de los 80, a la entrada de Castillito, diagonal al Hotel Embajador, en toda la esquina estaba “El Corianito” donde en más de una ocasión, aproximadamente 3 de la madrugada , llegábamos a comernos una parrilla de carne, chorizos, morcilla, chinchurrias, yuca y ensalada, por un valor de 4 o 5 bolívares, no existía la inseguridad, más adelante estaba la primera arepera de la ciudad, y otro lugar que estaba al lado el cual se llamaba el Rincón Alpino, con una gran barra donde se consumía una espumante bien fría por el valor de Bs 1,oo, o una “cuba libre” por Bs 2.50. ya hoy solo quedan los vestigios de lo que fueron esos lugares de derroche de amores fugaces y todo ha cambiado, ahora se habla de “damas de compañía” y se cotizan en moneda norteamericana.
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