Comieron y sobró
Mi rutina mañanera es bien sencilla. Oración de acción de gracias por un nuevo día, que además encomiendo al Señor Dios. Luego, hay que preparar café para leer el periódico en buena compañía, escuchar las noticas e iniciar a cumplir la agenda pautada.
Sigo religiosamente a Pedro García Otero, porque considero que es un periodista íntegro. Él lee las noticias a diario, permitiéndose eventualmente algunos incisos a las mismas. Son esos comentarios a “pie de página” los que hacen distinto su programa de otros con el mismo o similar formato.
Pues bien, oí en el noticiero que Venezuela ocupa el primer lugar como peor país de América Latina para hacer negocios, y el tercer peor país del mundo para el mismo fin; entre los muchos motivos que nos colocan en tan lamentables sitiales están la politización de la economía y la inseguridad jurídica.
Sin inversión no hay producción. Sin producción —obviamente— no hay bienes de consumo; entre ellos, no hay alimentos. Estamos muriendo de hambre.
Nos están matando de hambre. Nos están socialmente controlando, mediante la regulación de la comida.
La hambruna la tenemos a la vuelta de la esquina, ansiosa por consolidarse en el país y así golpearnos con sus nefastas consecuencias.
Dáselos a la gente, para que coman
En el Segundo Libro de los Reyes se relata que el profeta Eliseo recibe veinte panes de cebada y grano recién trillado, como diezmo, fruto de su actividad en medio del pueblo. Eliseo ordena que la comida se distribuya entre los presentes —cien personas, dice la lectura—, sabiendo que “tan poco” alimento alcanzará para muchos, e incluso sobrará, porque así lo dijo el Señor Dios. Y así sucedió.
El pasaje evoca automáticamente la multiplicación de los panes. Y es que estos versículos veterotestamentarios sirven de pórtico al evangelio del próximo domingo.
¿Con qué compraremos pan?
El movimiento comenzado por Jesús es indetenible. Ha despertado nuevamente la esperanza en un pueblo olvidado, despreciado por su dirigencia político-religiosa, y vive los estragos de estar sometido a una potencia extranjera. Cuando todo daba a entender de que a nadie le importaba su suerte, emerge Jesús como el Profeta que tenía que venir al mundo, y lo siguen por doquier.
Jesucristo cubre todas sus necesidades, empezando por la necesidad de oír buenas noticias, como aquella de que ellos representan para Dios lo más hermoso de la creación, y que este mismo Dios decidió echar suerte con ellos, ofreciéndoles esperanza de Vida. Junto con la predicación de vida, está arrostrar el mal, el pecado, la enfermedad, el hambre…, y ponerles freno. Para Jesús, las necesidades ajenas no son la ocasión de hacer negocios, sino la posibilidad de hacer justicia.
Al igual que con el relato del profeta Eliseo, se cuenta solo con cinco panes y dos peces para dar de comer a más de cinco mil hombres. Jesucristo eleva una oración al cielo, agradecido por el alimento que se multiplicará en mano de los sencillos, de los necesitados, de los oyentes de la Palabra. Y así sucedió.
Se recogieron doce cestas de comida sobrante. Que sea doce, y no otro número de canastas, nos da a entender un tema al que deberemos dedicar otro tiempo y espacio. Es decir, la unidad del pueblo y la universalidad del mensaje evangélico. Porque en esas doce cestas no están recogidos únicamente los restos de panes y peces, sino que nos hallamos todos nosotros dentro.
Se retiró otra vez a la montaña, Él solo
La lectura se cierre diciendo que Jesús se escabulló de la multitud, porque pretendían hacerlo rey. Nos encontramos en los comienzos del populismo, del parasitismo, de la ideología.
Se está necesitado del alimento, se está dispuesto a ir detrás de otro, en quien depositar toda la autoridad con la única condición de que procure comida gratis. Y la fuerza ha de ponerse en esta última palabra: gratis.
Todavía hoy, muchos venezolanos están firmemente convencidos de que se puede comer sin trabajar, de que nos es necesario invertir y producir, de que no hace falta llenar la propia frente del sudor honesto, sino que un tercero —ajeno— resolverá el problema, cubrirá la necesidad, procurará bienes y servicios de manera gratuita.
La otra cara de la moneda del populismo es el mesianismo. Es decir, presentarse como el redentor, quien resolverá desde fuera todo entuerto. Solo se necesita dar adhesión al “mesías político”; del resto, él se encargará.
A ambas tentaciones responde Jesús retirándose. Los relatos de multiplicaciones de los panes no son para resaltar la manducación gratuita, sino la abundancia del Reino de Dios que se acerca en la persona de Jesús, y que en su presencia no hay carencias ni necesidades, porque Él las cubre todas. Con Él, todos comemos, y sobra.
De estas cosas buenas, sabemos bien los venezolanos. Tengo ante mis ojos el ejemplo de mi hermana menor, cuya escasa y magra cocina tiene la propiedad de multiplicar los alimentos. Dios cuide de todos nosotros, en los días más brillantes y las noches más oscuras.
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