Opinión

Comer de este pan y vivir para siempre

Así como estamos por cruzar la esquina de la muerte por inanición, estamos por echarnos a morir a causa de la impotencia y la depresión, al reducirse nuestra masa muscular y mermar nuestras motivaciones.
jueves, 05 agosto 2021

Tenemos dos semanas oyendo la Buena Noticia según san Juan. Es un discurso largo, sencillo en su lenguaje, comprensible en su contenido. Se trata del alimento esencial que es Jesús para nosotros. “Comerlo” a Él, es comulgar con Él, participar de la vida que se nos ofrece a través de su vida. La comunión con Jesucristo pasa por creer en su Palabra, convirtiéndose en su discípulo, para ayudarlo en la misión que le encomendó nuestro Padre común.

Hay personas que se alegran con esta Noticia, y arriman el hombro para ayudar en la tarea del anuncio de la Buena Nueva. Existen asimismo personas que rechazan de plano el mensaje divino o se resisten a cambiar, porque no quieren salir de su zona de confort ni aceptar a los apóstoles de Jesús, que son la nueva comunidad creyente.

El conjunto de este mensaje se nos trasmite con el símil de la comida, del pan para ser más específicos. Promover este evangelio valiéndonos del mismo ejemplo resulta hoy día muy difícil, especialmente cuando al menos cuatro países latinoamericanos están seriamente amenazados por la hambruna y, en nuestro caso, la compra de alimentos se ha vuelto una cuestión de sobrevivencia y control social.

El camino es superior a tus fuerzas
En muchas ocasiones hemos ponderado que el camino de superación de esta catástrofe, que se refleja también en la ingesta de alimentos y su debida adquisición, es breve. La realidad y sus vaivenes se han dado a la tarea de demostrarnos lo contrario, llevando al extremo no solo nuestras energías físicas, sino también nuestro ánimo, nuestro espíritu.

Así como estamos por cruzar la esquina de la muerte por inanición, estamos por echarnos a morir a causa de la impotencia y la depresión, al reducirse nuestra masa muscular y mermar nuestras motivaciones.

El profeta Elías se halla en una situación parecida a la nuestra, o nosotros nos parecemos al enviado de Dios, quien se rinde y se recuesta a esperar la muerte.

Dios no es ajeno a esta crisis, y procura lo necesario a Elías: el pan mínimo necesario para que recobre sus fuerzas, y el espíritu robustecido por Su presencia, porque el camino que queda por andar no solo es largo, sino superior a las fuerzas del profeta.

He aquí una primera lección a recoger: sobrevivir en medio de la escasez y mantener bien altas las motivaciones que nos animan a continuar a pesar de la dureza y lo dramático de nuestras experiencias actuales.

No pongáis triste al Espíritu Santo
Una manera concreta de mantenernos frescos por dentro, de estar alegres a pesar de las penurias exteriores, mientras esperamos el día de nuestra liberación final, es alejando de nuestros corazones toda amargura, ira, enfado, insultos y toda maldad, según las palabras de san Pablo.

Se trata de nutrir el espíritu, no con “alimentos” que nos enferman y vienen a sumarse a nuestras calamidades, sino con el pan que nos permita superar tales calamidades. Esta actitud llega a convertirse en un modo de anuncio bien preciso de aquello que proclamamos con nuestras palabras. Nos hacemos imitadores de Cristo.

Serán todos discípulos de Dios
Nicaragua, Honduras, Haití y Colombia son fuertes candidatos a padecer de hambruna por razones bien sabidas por todos nosotros. Todos estos países han atravesado o están pasando por dinámicas que desequilibran el orden social respectivo, y golpean directamente a la población, siendo las personas más desfavorecidas las primeras en caer en desgracia.

Podría resultar curioso para algunos que Venezuela no esté en la lista. La razón es sencilla, pues los organismos responsables del monitoreo no poseen datos fehacientes que les permitan pronunciarse, porque vivimos en un estado informativo de opacidad. Sin embargo, quienes vivimos aquí sabemos y sufrimos ante la imposibilidad de acceder decentemente a la comida.

Jesús es pan bajado del cielo que nos dona su Vida eterna. Esta comida divina nos energiza, nos fortalece por dentro, para no decaer, para sobreponernos al estado de cosas, mientras nos hacemos sus discípulos. Comamos de este pan, y vivamos para siempre.

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