Biografía corta: In onore di un nonno (En honor de un abuelo)
Estamos a 15 de mayo de 2022. Se dice que los triunfadores escriben la historia, pero si eso es cierto, entonces estos parecen olvidar a otros que se consagraron por los demás y cuyo esfuerzo no siempre ha sido agradecido y que en general son “famosos desconocidos”.
No es nada oculto que en nuestra Venezuela actual ha ocurrido una desgracia causada por un reducido grupo de militares no probos y deshonestos que han mancillado el honor y la credibilidad de esa institución y sus miembros. La Historia nos puede enseñar que esas conductas no forman parte de nuestros militares. Todo lo contrario.
De interés en este artículo de opinión, aun cuando pudiera calificarse de odioso o chocante por la relación de familia que lo sustenta, nos lleva a referirnos además a los vocablos italianos Nona (Nonna) y Nono (Nonno) que significan abuela y abuelo, que de alguna manera están incorporados a nuestro léxico y devienen de la influencia que tuvo la colonia italiana en algunas regiones de Venezuela, a fines del siglo XIX y principios del XX.
Por ello, parafraseando un poco a Samir A. Sánchez (2020), en su obra “Los dichos de los Nonos Memorias y testimonios. Una oralidad tradicional perdida en el país tachirense”, el abuelo tachirense, se expresaba innegablemente con garbo individual dentro de una impasible cotidianidad de su lenguaje y que aún pervive en la retentiva de los ancianos que llevan la huella de su tiempo, de forma aguda o tenue, pero al fin y al cabo como una lección de vida o una meditación sobre cómo eran las cosas en esos tiempos por lo que se ha consolidado como manifestación sólida y una justificada enseñanza.
Y, si de actuar con justicia para todos por igual, por eso estoy de acuerdo con Thomas Carlyle, cuando nos señala que: “Puede decirse que el grito de la historia nace con nosotros y que es uno de nuestros dones más importantes”. Pudiera inferirse, que, en cierto sentido, somos históricos todos los hombres.
Así entonces, en ese escenario de finales del siglo XIX y principios del siglo XX nació y se formó Juan Isidro, que de ahora en adelante nombraré Isidro, quien fue hijo de Francisco Hevia y María de los Ángeles Pernía. Fue un día 15 de mayo de 1876, en la Aldea “El Fical”.
Desde muy niño se dedicó a los estudios de educación primaria y a las labores del campo. Era una época, finales del siglo XIX en que se selló e inició la historia de los derechos del niño.
Derechos considerados como los necesarios para su protección, y que posteriormente se activan en el siglo XX. Ya a 24 años de fines del siglo XlX, existía la Aldea “El Fical” hoy Municipio Cordero, Andrés Bello del Estado Táchira y cuya prosperidad se debía a estar en el camino que iba de San Cristóbal a la Grita en la época colonial, “El Fical”, típico pueblo, cuya economía se basaba en la producción de flores, cuajada, arepas de trigo, dulces típicos y ganadería.
Tierra ideal de temperatura fresca y campiñas con agradables vistas de siembras de colgantes, claveles y vegetales que lo convierten en un ambiente conforme para saborear el popular y tradicional miche andino, que es un licor anisado a base de caña, con un exquisito aroma y sabor.
Por esos campos y caminos pudiéramos imaginarnos ver al nono cuando muy joven, a campo traviesa corría y jugaba alegremente, criado al aire libre y vestido un tanto diferente a como lo hacía el habitante urbano, el cual a diferencia del rural usaba pantalones cortos y medias hasta las rodillas.
Más adelante, en plena juventud, adolescente, Isidro se interesó en ingresar en las milicias Gomecistas. Continuando su carrera militar al principio en campañas o batallas en épocas de gobierno de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez.
Por cierto, fue herido de bala en la ingle derecha. Es importante y necesario señalar que dentro de esas milicias Gomecistas y las Campañas ya se estaba gestando el derrocamiento del compadre de Juan Vicente Gómez el también General Cipriano Castro, el “Cabito”, quien fue un militar y político venezolano que se convirtió en jefe de Estado entre 1899 y 1908, primer presidente de facto tras el triunfo de una guerra civil, y desde 1901 como presidente constitucional de Venezuela.
Según la versión histórica venezolana, para ser más precisos, Enferma Castro y al agravarse su estado de salud por sífilis, el 23 de noviembre de 1908 Gómez pasa a desempeñar la presidencia en su condición de primer vicepresidente.
Así pues, su ausencia del país es utilizada por Juan Vicente Gómez para dar un golpe de Estado el 19 de diciembre de 1908. Castro intenta volver a Venezuela y envía a su esposa Zoila para “hablar con el general Gómez, atender su casa y otros asuntos particulares”, en respuesta Gómez dio órdenes de no aprobar su desembarco.
Así entonces, las tropas leales a Juan Vicente Gómez toman el poder para él hasta su muerte el 17 de diciembre de 1935. No existía un Ejército profesional de alcance nacional. Era un ejército Restaurador conformado en su mayor parte por soldados de origen tachirense, que después de convertiría en la “Reforma Militar” (entre 1910 y 1913), que dio origen al Ejército profesionalizado por Gómez.
No estoy seguro, pero asumo que el Cnel. Isidro Hevia Pernía formó parte de los alistados que integraron ese Ejercito Restaurador. Pasado el tiempo, él para ese entonces, era el teniente Isidro Hevia Pernía.
Es necesario aclarar que en esa época los oficiales se formaban en cuarteles campañas y batallas. Lo cual modifica Gómez el año de 1910.
Y a partir de ese año comienza a formarse en la Escuela Militar. Al tomar posesión el General Juan Vicente Gómez, de la presidencia de la República, Isidro Hevia es enviado al centro del país, como la mayoría de los oficiales andinos, en los cuales confiaba más Juan Vicente Gómez. Mientras consolidaba su poder.
Luego de 2 años por allá, regresó al Táchira y comenzó a servir en compañías del ejército ubicadas en Colón, Michelena y Lobatera.
En Lobatera conoció a la señorita Efigenia Herrera, nativa de ese pueblo, con quién contrae matrimonio en la Iglesia del pueblo de Lobatera, “Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera”, el primero de enero de 1911.
Posteriormente, después de vivir unos 3 años en el Táchira con su joven esposa Efigenia, de la cual se enamoró locamente cuando ella era la maestra del pueblo de Lobatera, y que fue ella precisamente quien pronunció el discurso de bienvenida a Isidro Hevia, por haber sido nombrado Jefe Civil.
Luego, pasado un tiempo lo transfieren de nuevo al centro del país. Esta vez vive entre Valencia, Puerto Cabello y Guigue, Estado Carabobo. De allí lo envían por cuatro años a Coro, Estado Falcón, donde conoce a Lugarda Gamero, con quien tiene dos hijos:
Carmen Inocencia Hevia Gamero y Francisco Rafael Hevia Gamero. Lugarda Gamero falleció. Luego, más adelante Isidro regresa a Valencia con los dos niños. En ese interín, en el transcurso de ese tiempo, Efigenia se regresó para Lobatera, lo había dado por muerto. ¡Estaba de parranda!
Vuelven a unirse Ifigenia e Isidro. Él pasa a ser oficial de un Batallón Rural acantonado en Guigue, Estado Carabobo. Allí nacen de Efigenia dos hijas María Judith Hevia Herrera y Carmen Elena Hevia Herrera, quien falleció a los 7 meses.
Indicios de que era un empedernido enamorado es que posteriormente conoció a Amelia Amaya, en Puerto Cabello, de ella nacen tres hijos más, Luis Andrés Amaya, Rafael Antonio Amaya y José Asunción
Y así, continua su vida, siguiendo por varios años su servicio militar en el Estado Carabobo, entre Valencia y Guigue, ubicado en varios batallones rurales, que eran prácticamente haciendas productivas, dónde se cultivaban y criaban los animales (ganado vacuno, porcino, aviar, etc.), es decir, todo lo que consumía cada batallón.
La tropa producía todo lo que se consumía.
La foto precedente del Coronel Isidro Hevia fue extraída del cuadro de Mando del batallón Vencedores del Británico 33 de la Brigada 4 con sede en Valencia del cual era segundo comandante en el año 1935. Después de unos 8 años sirviendo en la institución militar en el centro del país regresa a Colón estado Táchira.
Allí conoció a Eva Borrero, con ella procrea dos hijos más María Edilia Borrero y Pedro Alejandro Borrero. Según un nieto, mi primo, Luis Orlando Ramones Hevia, desde muy pequeño veía que iban a la casa unas muchachas llamadas Celina Acevedo y otra Yolanda Amaya, las cuales decían que eran hijas del ya Cnel. Juan Isidro Hevia Pernía, pero “no tenía mayor conocimiento ni volvió a saber de ellas”.
Sus últimos años, vivía Isidro Hevia en “La Romera” junto a su hija, mi tía, María Judith y su esposo Luis Fernando Ramones, su otra hija Carmen y sus nietos Orlando y María Judith (Yuya), siempre había alguien más, casa que compró en 1.942 (por cierto año de mi nacimiento), era grande, con un largo zaguán, un patio central y un solar con matas de naranjas.
El abuelo tenía como costumbre diaria el oír la radio, un aparato grande de tubos marca “Punto Azul”, la cual colocaba con volumen que se oía en toda la casa pues ya no tenía buen oído. Se sentaba cómodamente en una Poltrona de semi cuero que le había hecho su yerno Ramones.
Se iba a la cama a las 10 de la noche después de oír las noticias de la BBC de Londres, que era su programa favorito. “Orlando, Orlando, ….” su nietecito, era la palabra que más se oía en esa casa en el día. “Orlando vaya a la bodega de Don Francisco y traiga tal cosa”.
“Orlando ábrale la puerta a la tía Ulpiana”. El Cnel., tenía tres hermanas Ulpiana, Carmen y Florentina. De esos familiares, la que más visitaba la casa era Ulpiana, siempre iba a que su hermano, y al llegar: “Isidro necesito que me hagas una carta para el Concejo Municipal” y otros pedimentos “Isidro necesito una carta para mi hijo Gregorio. Gregorio Hevia”, quien era su hijo y que llegó al final a Coronel de la Fuerza Aérea, recordando que fue el primero que Isidro Hevia motivó o ayudó a que ingresara a la carrera militar.
Los otros hijos del coronel Isidro Hevia, hombres de uniforme, fueron Francisco Rafael Hevia, Capitán de Altura de la Marina Mercante venezolana; José Asunción, Coronel de la Aviación,y Pedro Alejandro, Coronel Técnico de la Aviación.
Isidro Hevia era el típico andino, tachirense de pura cepa, era un ciudadano conforme a lo expuesto por el cronista y pintor alemán Christian Anton Goering (1836-1905), quien denominó al Táchira como “Das Tachiranisch Land” o el “País tachirense” al referirse a los tachirenses sobre su naturaleza, el carácter, el ser y el papel que ha desarrollado el pueblo tachirense en el contexto de la historia del país que quedó compendiado por él al prestar atención a una manera de hablar con dialecto castellano disímil, atados fielmente a una norma rigurosa de respeto al comunicarse con el otro aunque fuese familia, un amigo o conocido; una forma diferente de hacer política regional y nacional; un discernimiento acertado de pertenecer a tierra de frontera, “una visión del individualismo, entendido como la defensa de la persona y de su dignidad contra todo abuso de autoridad; un espíritu guerrero, activo y expansivo; una actitud soberana, hacendosa, empresarial y comercial en general, diferente al de los Andes merideños y trujillanos; una alta valoración por el trabajo apretado y el respeto a la palabra empeñada; una sociedad abierta para el intercambio de personalidades, ideas y perspectivas; una religiosidad, católica en su mayoría, sin caer en el fanatismo y con una significativa valoración y arraigo de las usanzas y tradiciones alcanzadas de la familia y los usos y tradiciones de la tierra”.
Algo trascendente en la conducta del Cnel. Isidro Hevia era que ayudaba a quien se dejará ayudar. Cualidades que sin exageraciones propiciadas por la genética que me unen a mi abuelo, él poseía.
Otro asiduo visitante del coronel era Don Delfín, esposo de su hermana Florentina, quien venía y se quedaba 2 días para hacer mercado y llevar a la Aldea “Las Guamas”, para lo cual cambiaba una morocota.
No faltaba el de la lotería los 5 días de la semana, también los testigos de Jehová que le predicaban al Cnel. Hevia (aun siendo católico) y le vendían sus revistas, y el vendedor de morcillas todas las tardes. Una de las visitas que le agradaban más era la de un nieto de Don Delfín, llamado Gregorio Díaz, quién se convirtió en el hermano varón que no tuvo su nieto Orlando, con quien jugaba y peleaba mucho y a toda hora.
En lo que a mí respecta, mi abuelo, durante todo un año, por allá en 1954, me llevaba y retiraba los fines de semana del Colegio Salesiano “San José” en Táriba, donde estuve internado.
Mucha alegría y orgullo cuando le veía aparecer: mi nono el Cnel. Isidro Hevia Pernía, ¡Na´ guará! Era él además quien me llevaba al aeropuerto cuando me trasladaría de nuevo a Maracaibo. El Cnel. Hevia poseía “Don de Gentes”.
Era impresionante y yo lo viví, cuando los fines de semana iba con él al Mercado de San Cristóbal a comprar algunos alimentos que no se habían adquirido en Cúcuta como era costumbre. Eran frecuentes los saludos:– Hola mi Cnel. Hevia cómo está?. ¿Cómo está la familia?
– La gente le saludaba con respeto y mucho cariño. Siempre estaba “arregladito”. Con rostro de piel muy blanca, “catire” pues, el propio italiano con ojos claros y estatura alta y fuerte. Siempre con flux y corbata. En oportunidades con su flux color gris y sombrero “pelo e guama” también gris.
Todavía, su nieto Luis Orlando, recuerda vagamente, por el tiempo ya transcurrido, que cuando iban a la Zona Militar, donde queda el comando de la Brigada de San Cristóbal, el Jefe de ella era un Coronel de apellido Mendoza, quien trataba con mucho respeto y consideración a su nono, hasta el punto de que él personalmente lo llevaba casi siempre a la oficina donde le entregaban el cheque correspondiente a su retiro militar.
El Cnel. Mendoza le manifestaba – Mi Cnel. Hevia, Usted es el oficial de más alta jerarquía que cobra jubilación en el Táchira- Y, le saludaba militarmente. Esa anécdota es valiosa porque entre líneas se observa que el Cnel. Isidro Hevia Pernía no solo era el oficial retirado de más alta jerarquía, sino que era un militar de respeto y que como persona y ciudadano venezolano sentían y profesaban.
Debe recordarse que cuando los militares pasan a retiro no los tratan bien ni con la consideración y acato debido.
Luego, pasado el tiempo, lo que tenía que suceder pero que todos queremos no ocurra, el 18 de marzo de 1964, a sus 88 años de edad, el Cnel. Isidro Hevia se fue de la casa para siempre y con él la alegría, la bonachonería, el carácter, la nobleza y la calidad humana que como individuo y ciudadano tenía.
Se fue un militar probo, representante de una casta de verdaderos militares. Sus enseñanzas como el orden, disciplina y honestidad fueron sus principales saberes para hijos y nietos.
Cuando mi nono fallece, ocurrió que el jefe de la Brigada, el Coronel Mendoza, que había sido soldado cuando el Cnel. Hevia era Coronel efectivo del Ejército nacional facilitó todo con respecto a los Honores Militares reglamentarios por su deceso.
Al velorio en la casa envió cerca de 40 tenientes y capitanes que rindieron honores militares y pasaron toda la noche in situ, para al día siguiente sacar el féretro de la casa y trasladarlo al cementerio.
Pero, el Cnel. Isidro Hevia Pernía, fue preso político más.
Así entonces, no todo fue paz y tranquilidad para el Cnel. Isidro Hevia. Tuvo la mala experiencia de ser uno más de los presos políticos en las cárceles más tenebrosas de la época de José Cipriano Castro ( 1899 y 1908), como primer presidente de facto tras el triunfo de una guerra civil y desde 1901 como presidente constitucional de Venezuela.
En ese orden de ideas y según información que aparece señalada en el libro “Conjuración contra la vida del General Juan Vicente Gómez Presidente de Venezuela y sus consecuencias”.
Publicado en 1909 por la Imprenta Nacional y que reposa en la Biblioteca Nacional de Venezuela, en la página 404, del libro mencionado, en el subtítulo e información, sobre:
“Presos políticos puestos en libertad por el general J.V.. Gómez El 21 de diciembre de 1908”, se menciona:
Detenidos en la Rotunda :Encabezados por: el General Antonio Ramos, (…..) , Doctor Abdón Vivas, entre muchos otros más no menos importantes. Detenidos en el Castillo de San Carlos, Entre muchos otros: el Presbítero Antonio M. Soto, Doctor Antonio Acosta Medina, (…..), Daniel Montiel, Isidro Hevia, y 40 más no menos importantes. El Castillo de San Carlos en esa época fue convertido en cárcel donde estuvieron ilustres personajes disidentes como el general José Manuel “Mocho” Hernández, el escritor José Rafael Pocaterra, el general José Rafael Gabaldón, Jóvito Villalba, el poeta Pío Tamayo, el caudillo Juan Pablo Peñaloza, el líder estudiantil Rómulo Betancourt y el poeta Andrés Eloy Blanco. Y, algo muy importante y paradójico históricamente, no extraño por cierto porque es propio de la misma naturaleza humana de todos los tiempos es que en la página 185 aparece una carta dirigida al General J.V. Gómez, que dice textualmente: “Para General J.V. Gómez : Con profundo agradecimiento damos a usted las gracias por nuestra libertad y felicitaciones á la Patria por ser usted quien rige sus destinos. Puede el honorable patriota y Gobierno de usted contar con la honradez y sinceridad de nuestros servicios en cuanto lo juzgue usted necesario. Sus amigos que lo saludan respetuosamente: P. Vivas Morales, Isidro Hevia, Carmelo Colmenares, Gerónimo Zambrano, Fabián Balza”
Por eso: “El honor de un hombre no está en mano de los demás; está en nosotros mismos y no en la opinión pública.” (Jean-Jacques Rousseau).
Y: “No existe una historia de la humanidad, sólo hay muchas historias de todo tipo de aspectos de la vida humana”. ( Karl Popper)
Calgary, Canadá, 15 de mayo de 2022
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