Aquí se romperá la arrogancia de tus olas
Vivimos cual desamparados. Nos sentimos abandonados, a la intemperie. Tenemos la sensación de que nuestra suerte no le interesa a nadie. La muerte parece ser nuestro destino. Las aguas se ciernen amenazantes sobre nosotros, prontas a ahogarnos.
Estos tiempos que transitamos, determinados por las tantas pandemias que nos oprimen y matan, parecen no tener fin. El túnel es de solo entrada, y nos hallamos estancados dentro.
Por muy difícil que nos resulte de comprender, a nuestro Dios Padre y a nuestro Hermano Jesús, estas situaciones no les son ajenas. Es más, ellos se comprometen con nosotros, dándonos la esperanza y fuerzas suficientes para que las superemos abundantemente.
Desde la tormenta
Solemos pensar con frecuencia que experimentamos la presencia divina únicamente en los “momentos buenos”. Sin embargo, Dios dirige directamente su palabra a Job “desde la tormenta” que el justo atraviesa. En semejante estado, el Señor ilumina la conciencia de Job haciéndole saber que es Él quien pone coto al mal de manera contundente: “Hasta aquí llegarás y no pasarás”.
Esta meridiana afirmación va acompañada de pruebas que el mismo Job puede corroborar. Es decir, Dios frenó al impetuoso mar cuando salía del seno materno. El Señor Dios puso límites gracias a nubes y nieblas, como cuando cerramos las puertas, asegurándolas con cerrojo. De todo esto, Job es testigo de primera mano.
El mensaje de esperanza llega a Job cuando se halla en el ojo del huracán. Es un mensaje de esperanza, pero también lo es de compromiso, compromiso que Job no debe olvidar, pues Dios se ha puesto de su parte desde la creación.
¿No te importa que nos hundamos?
Los discípulos viven una experiencia similar. Se echan al mar, acompañados por Jesucristo. Se desata una tormenta que amenaza con hundir la barca, empapándolos no solo de agua sino de terror, ante el riesgo de perder la vida.
Son pescadores. Es decir, están conscientes del desastre inminente. Saben que es poco lo que pueden hacer para superar lo que se avecina. Por su parte, Jesús duerme, tranquilo. La ira de los elementos naturales no lo saca de su reposo. Él descansa apacible, incólume.
A los ruegos de sus amigos, Jesús responde aplacando el huracán. A Él sí le importa si sus amigos se hunden o no, si fracasan y se rinden a las circunstancias.
Es cuestión de fe
Al igual que Dios hablara con Job, Jesús lo hace con sus discípulos; también para ellos hay un mensaje esperanzador: se trata de tener fe, de confiar y sacudirse la cobardía momentánea. Jesús confía; de allí que pueda gobernar la turbulencia, disipándola por completo, suscitando el asombro reverencial de los suyos.
Los discípulos se interrogan por quién sea Jesús, que “hasta el viento y las aguas lo obedecen”. Esta pregunta se responde desde la fe en Él. Si leemos los evangelios en su conjunto, nos damos cuenta de que aprendieron la lección: Jesús es capaz de romper la arrogancia de las olas, de igual modo que lo hace Dios Padre.
Asumamos como nuestra la enseñanza. Recurrimos a Dios no solo en “tiempos tranquilos”, sino en los peores momentos, para que su voz clara nos recuerde que echó suerte con nosotros, que siempre está a nuestro lado, y juntos superaremos todos los huracanes, presentes y futuros. Superaremos todas las pandemias: aquella cuyo origen no nos es claro, y aquellas que sufrimos en Venezuela, que tienen responsables, con nombres y apellidos.
Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link: https://chat.whatsapp.com/I2kSXaefTBA49tkAc1gOxU
También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí:https://t.me/diarioprimicia