Apuradamente alegre
Nos aproximamos al nacimiento de Jesús, al encuentro con Dios que se nos revela tiernamente en su improvisada y humilde cuna. El Adviento ha supuesto el tiempo de preparación, para recibir a este huésped tan especial.
Se nos ha invitado a la vigilancia. Es decir, a mantener todos nuestros sentidos concentrados en el hecho de su encarnación, de hacerse uno con nosotros, cargando con la realidad del mismo modo que lo hacemos cotidianamente. A nuestra cotidianidad, Dios Niño trae una buena noticia, una novedad.
También se nos ha llamado a estar alegres, esperanzados, renovando el Amor que damos y recibimos. Esta actitud se da en un contexto conocido por todos: el nacimiento de un niño. Este hecho estampa sonrisas espontáneas en nuestros rostros. Todos hemos probado una auténtica y gratuita alegría siempre que la vida se impone con la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Finalmente, el Adviento sugiere que le hagamos sitio al Niño Jesús, que entre en nuestras existencias y no se vaya, de modo que con su compañía seamos capaces de rehacernos en todas las facetas que componen nuestra vida, siendo igualmente capaces de compartir con quienes nos rodean el milagro propio de Diciembre; compartir que se dirige preferencialmente a los excluidos y menesterosos.
El Niño Jesús es la respuesta de Dios Padre a todas las necesidades del mundo
Miqueas, hablando en nombre de Dios profetiza que de Belén vendrá Aquel que dirigirá a Israel.
El pueblo al que debe acompañar está devastado: injusticias y opresión, corrupción y extorsión, fraude y codicia; los dirigentes políticos y religiosos son meros delincuentes, ladrones de las propiedades de las personas, solo para mantener un cierto nivel de vida.
Los ricos engrosan sus arcas exprimiendo a los necesitados y pobres. La justicia se inclina a favor de quienes pueden pagar a sus administradores.
Los dirigentes religiosos aman más al dinero que a Dios.
Siendo este el ámbito social padecido, el pueblo pobre y humilde está envilecido; encorvado, también peca. Israel se deja llevar, se abandona a la decadencia y se aleja igualmente de Dios, aunque por motivos diversos a los de los dirigentes.
Esta es la realidad a la que viene el Niño Jesús (hay que añadir a todo lo anterior, que Israel ha sido sometido políticamente por el Imperio de entonces). El Niño Dios representa la respuesta de parte de Dios Padre a una historia que sistemáticamente lo niega: el Amor tierno y misericordioso que genera un recién nacido, todo recién nacido, es la vía de solución a todos nuestros padecimientos.
Jesús Niño tiene la capacidad de desarmarnos, para hacernos orbitar en su presencia, desencadenando dinámicas positivas que pueden contribuir a cambiar nuestra historia empecatada, librándonos de todo tipo de injusticia y acontecimientos que matan “tempranamente” a los hijos de Dios, nuestros hermanos.
Que Jesús venga a nosotros, nos colma de alegría; y esta alegría nos desborda de tal forma que lo primero que queremos hacer es compartirla.
Apuradamente alegre
Dios visitó a María, generando Vida en ella. Esta “gracia” que el Señor le concedió, le permitió a María disipar todas sus dudas y miedos, la llenó de alegría y aguzó más su capacidad de servicio.
“Apuradamente alegre”, María se dirige donde Isabel, su prima mayor. Quiere ayudarla con su embarazo, visto que Isabel tiene una cierta edad.
Pero también quiere compartir con ella la alegría que prueba y que siente no poder contener por más tiempo. De hecho, el encuentro que se da entre estas mujeres está determinado por la alegría, que incluso incumbe a Juan Bautista, quien exulta desde el vientre materno, dando pataditas de alegría porque Jesús los ha visitado.
Lo he señalado en otras ocasiones. El contexto socioeconómico en que vivimos, provocado por las irresponsables decisiones tomadas por quienes ostentan la dirección política en nuestro rico pobre país, pareciera empujarnos al ocultamiento, envilecidos en toda faceta de nuestra realidad. Sin embargo, diciembre trae otra invitación para nosotros que compartimos una situación similar a la que vivió Jesús, esto es alegrarnos porque Él viene a nosotros.
El Niño Jesús trae la respuesta para nuestra injusta situación. Él trae Amor misericordioso. Este Amor es acicate, restaña heridas; la frágil luz encendida con su nacimiento nos anima a continuar, no ceder en la tarea de darnos el país que queremos y nos merecemos. Apurémonos alegremente al encuentro con Dios Niño, que está en el pesebre.
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