Ángel
El domingo está de cumpleaños mi hermano mayor, a quien estimo mucho después de que ambos crecimos, siendo el respeto mutuo la moneda de cambio común en nuestras relaciones enriquecidas con el pasar del tiempo.
Ángel es un acérrimo sidorista y un consolidado creyente del “proceso revolucionario” que injustamente padecemos desde hace más de veinte años. Esos son sus dos amores, junto con su familia y nietos.
Mi hermano ni está enchufado ni es amigo de guisos; él cree en el proceso, sencilla y vehementemente. Ni más ni menos. Ángel no ha visto las mejoras que la revolución ha aportado a su cotidiano, sino todo lo contrario; pero continúa creyendo en ésta con “la fe del carbonero”. Es el opuesto de santo Tomás, cuyo axioma sobrevivió a los siglos y llegará a nuestros oídos el próximo domingo: “ver para creer”.
Sin embargo, hay personas que no necesitan ver para creer. Esto no ni bueno ni malo; simplemente se da. De igual manera que Jesús nos da tres hermosos y valiosísimos regalos.
La paz
Cristo triunfador de la muerte no trae consigo revancha, sino paz. Repite bien tres veces el mismo saludo con sabor a deseo.
La resurrección no ha cancelado los estigmas de sus pies y manos ni su costado atravesado. El dolor padecido es imborrable, pero se transforma en símbolo de entrega amorosa ilimitada. Estas heridas se convierten asimismo en manera inequívoca de reconocer al Resucitado: para Tomás, el Cristo resucitado debe tener consigo las marcas de la pasión del Crucificado. Y así es, de hecho.
El Espíritu
Jesús de Nazaret es el mismo de siempre, pero de modo diferente. Él “no ha vuelto a la vida” únicamente, sino que ha inaugurado una Vida diferente. Cristo Resucitado no muere más; Él ha vencido la muerte de una vez para siempre.
Con el inicio de esta nueva Vida, el Señor nos regala su Espíritu Santo como fiel compañero de camino, para cuando Jesús ya no esté físicamente entre nosotros, de manera que nos ilumine el recorrido y así mantengamos en nuestra realidad el su estilo, mediante su Iglesia guiada por el Espíritu.
La fe
Para poder “ver” al Resucitado es menester tener fe en su Resurrección. Es decir, creer en sus palabras que anticipaban cuanto estaba por venir. Pero no solo; la Resurrección ayuda a acrecentar la fe, una vez que se hace realidad. Se trata de un “círculo virtuoso”: para experimentar la Resurrección de Cristo es necesaria la fe; por otro lado, la Resurrección acaecida fortalece la fe poseída previamente.
Llegados a este punto. Son tres los dones que la Resurrección de Jesús de Nazaret trae consigo: la paz, el Espíritu Santo y la fe.
Cumpleaños feliz
No puedo menos que expresar mis parabienes a Ángel. Le deseo a mi hermano muchos años de vida, de modo que experimente el abrazo de los hijos de sus hijos. He querido dedicar estas líneas a un familiar directo, no solo por el cariño que le profeso, sino porque es un asiduo lector de esta humilde columna, y como buen lector es igualmente un crítico ponderado de mis ideas escritas. Feliz cumpleaños, hermano mío.
Que Cristo Resucitado nos dé la fuerza y luz suficientes para excogitar un país más próspero y justo para mis sobrinos y sobrinos nietos.
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