Eduardo Planchart Licea: De palabra en palabra nació “La Búsqueda”
Empecé a escribir La Búsqueda hace varias décadas atrás, creo que se inició al tener entre mis manos el códice Borgìas, a mediados de los setenta quedé hechizado con sus pictogramas, y me convertí en un coleccionista de códices mesoamericanos, mi hijo Oyantay mayor aun siendo un niño le explicaba detenidamente el significado de cada Deidad y como cada día era regida por una serie de dioses y creo que lo disfrutaba…
Era una necesidad existencial necesitaba ahondar en mis raíces, pues nací en México en 1954 y viví en el D.F hasta los siete años. Continuamente mi tío Jacinto Licea me mandaba continuamente libros sobre los mexica y los mayas, así conocí a Fray Bernardino Sahagún y La Historia General de las cosas de Nueva España y el bello Códice Florentino.
Justo en esos años fui al Amazonas, a San Carlos de Río Negro, y recorrí por agua el amazonas por más de un año y quede impresionado con la forma como vivían los Yanomami y los Yekuana, era asistente investigador en Ecología Cultural del Ivic y la Unesco, gracias a eso me contrataron cuando aún hacía la tesis de licenciatura de filosofía, para estudiar mitologías y creencias indígenas en Funded, y el Inaf donde se encontraba la colección etnográfica más importante de Venezuela.
Entre esas bibliotecas llegó a mis manos el libro de los Kogi de Sierra Nevada de Colombia de Reichel Dolmatoff, que había pertenecido a Juan Liscano, quedé conmocionado con la Diosa que crea al primer hombre de un pelo de su vagina y su sangre menstrual es una visión del mundo, que fue admirada por Mircea Eliade y C.G. Jung.
Es insólita que en esta cultura matriarcal que se considera responsable del equilibrio de la tierra que en su cosmogonía es percibida como un huevo cósmico, fui a Colombia a conocerlos al ver un personaje como él Máma o Mamo que es un profeta y turistear en una sociedad con valores tan opuestos a la nuestra, pues existen para orar, meditar y fortalecer las fuerzas de vida, y contrarrestar el daño que hacían sus hermanos menores, o sea nosotros a la tierra al destruirla por nuestro consumismo.
Un momento fundamental para “La Búsqueda” fue leer a Pierre Clastres en su libro la Sociedad contra el Estado, donde investigaba la sociedad Tupí-guaraní, y saber del Karaí, profeta que se diferenciaba de los curanderos, y que era guía de esta sociedad en la búsqueda de la Tierra sin Mal.
Con todo ese material hice mi trabajo de ascenso en la Unimet sobre el profetismo y el chamanismo en el Nuevo Mundo, que luego se convirtió en una tesis de maestría en la USB.
A su vez había empezado a escribir ensayos en las páginas culturales del Nuevo País, El Universal, El Globo, en el papel literario de Últimas Noticias…, otro evento importante de esa época fue adentrarme en la vida y obra de Juan Félix Sánchez, gracias al apoyo de la Biblioteca Nacional y su directora Virginia Betancourt.
En estos temas había aspectos que eran muy áridos y era difícil atraer al público y empecé, por eso empecé a escribir cuentos como el de Xóchitl, la rosa Náhuatl, y Pakal en su Última Morada en revistas.
Movido por mi pasión por lo sagrado, opté por una beca de la Secretaría de Exteriores de México, y apliqué también por la beca de la OEA, que me las otorgaron para hacer un doctorado en la Unam, de México sobre lo sagrado en el Arte Latinoamericano, y gracias a ellas pude tener el tiempo para hacer el doctorado con el tema de Sagrado en el Arte Latinoamericano, pues me interesaban artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, José Luis Cuevas…, y al empezarlo me di cuenta que no podía adentrarme en estos temas, sin conocer de manera profunda las civilizaciones mesoamericanas.
Y así continué con el tema de lo sagrado para dedicarme a investigar “la Risa en Mesoamérica” que se convirtió en libro siendo publicado por la Universidad Veracruzana en el dos mil, mientras seguía escribiendo La Búsqueda con las interrogantes que dejaban las investigaciones que hacía, era mi forma de dar a conocer el alto nivel filosófico y cultural de estas civilizaciones como la Mexica que no tenía más de siete décadas de haber sido creadas, por tanto la conquista colapso su vertiginoso desarrollo.
Como un lego se fue armando la novela, a través de un tlamatini y un sacerdote inca, que recorrieron todo el mundo conocido desde México –Tenochtitlán hasta Cuzco, en Perú. Es por tanto una ficción histórica, los cantos y mitos provienen de fuentes primarias de las mejores traducciones, fueron revisadas por nahuatlatos y mayistas.
La Búsqueda fue reescrita y sintetizada para adecuarla a un formato lo más accesible a cualquier público y cada uno de los 20 capítulos es autónomo, tras dos novelas publicadas en el Diario PRIMICIA teniendo cada una más 20.000 lecturas, me afirmó que este formato es un medio válido de difundir el conocimiento…
Espero así haber pagado a mis orígenes en parte la deuda que tengo, donde la cultura popular mexicana está viva aun, no en vano mi nombre para mis tíos y primos en México es Lalo, un diminutivo de Tláloc ….
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