Salud

Esto dice la ciencia sobre la sobreprotección a los bebés

Durante los primeros años, el bebé humano es completamente dependiente para sobrevivir física y emocionalmente.
Por: 20 Minutos
sábado, 28 junio 2025
Cortesía | Las madres también necesitan algo: apoyo, validación y espacios libres de juicio

Dormir con mamá, pedir brazos constantemente, no querer estar con nadie más que con la madre. ¿Te suena? Si has tenido un bebé o estás cerca de una madre reciente, es probable que hayas oído —o dicho— frases como: “Lo estás malcriando”, “Déjalo que llore, tiene que acostumbrarse” o “Estás siendo demasiado blanda”.

Sin embargo, estas ideas, profundamente arraigadas en nuestra cultura, no solo son erróneas, sino que además pueden ser perjudiciales, para madres y criaturas.

La ciencia es clara: no se puede sobreproteger a un bebé durante sus primeros años de vida. Al contrario, responder de forma sensible y constante a sus necesidades es clave para su desarrollo emocional, neurológico y vincular.

La palabra “sobreprotección” supone connotaciones negativas: implica un exceso, una exageración, un obstáculo para el desarrollo de la autonomía. En una etapa más avanzada de la infancia, a partir de los tres o cuatro años, aproximadamente, este enfoque puede tener algo de sentido si se impide constantemente la exploración, la relación con los demás o se generan miedos innecesarios. Pero en bebés, la historia es completamente distinta.

Durante los primeros años de vida —especialmente durante los dos primeros años— el bebé humano es completamente dependiente para sobrevivir física y emocionalmente. Su sistema nervioso aún está en desarrollo, su capacidad de autorregulación es inexistente y su única forma de comunicarse es el llanto.

Desde la psicología del desarrollo, la teoría del apego (Bowlby, Ainsworth) y la neurociencia afectiva, se ha demostrado que la atención constante, afectuosa y disponible no solo no es dañina, sino que es esencial. No es mimo. No es capricho. Es necesidad.

Lo que dice la evidencia

Estudios longitudinales en psicología evolutiva y neurobiología del apego han demostrado que:

Los bebés con cuidadores sensibles y disponibles desarrollan un apego seguro, lo que predice mejores habilidades socioemocionales en la infancia y adultez (Groh et al., 2014).

El contacto físico y el consuelo frecuente regulan el sistema nervioso del bebé, disminuyendo el cortisol (hormona del estrés) y favoreciendo la maduración del cerebro emocional (Schore, 2001).

Dejar llorar a un bebé sin consuelo no le enseña a calmarse, sino a desconectarse. Lo que parece calma es en realidad una respuesta fisiológica de indefensión (Porges, 2011).

Es decir, responder al llanto, coger en brazos, practicar colecho seguro o lactancia a demanda no generan dependencia. Generan confianza y seguridad.

La trampa cultural: ¿por qué sigue molestando ver a un bebé “en brazos” o todo el día “enganchado” a su mamá?

Nuestra cultura occidental, altamente individualista, valora la autonomía, la productividad y la contención emocional desde edades muy tempranas. Se espera que los bebés “duerman solos”, “se calmen solos” o “no se acostumbren a los brazos” incluso antes de que puedan caminar. Pero estas expectativas son biológicamente absurdas.

En muchas culturas del mundo, los bebés son porteados constantemente, duermen con sus madres y reciben respuesta inmediata al mínimo gesto.

Y no, no se convierten en adultos dependientes por ello. De hecho, una base de apego segura es precisamente la que permite mayor independencia y autorregulación emocional en el futuro.

Entonces, ¿por qué persiste este mito? Porque la crianza sensible y disponible cuestiona creencias profundas y genera incomodidad en quienes no pudieron recibirla o no la comprenden. También porque vivimos en una sociedad que no cuida a las madres: exige independencia precoz al bebé para que la madre pueda “volver a la normalidad” cuanto antes.

Lo que necesitan los bebés (y sus madres)

Los bebés necesitan presencia, contacto, mirada, voz, olor, brazos, pecho, ritmo, ternura. No saben manipular. No tienen intenciones ocultas. No abusan. No se malacostumbran. Aprenden que el mundo es un lugar seguro… o no.

Pero las madres también necesitan algo: apoyo, validación y espacios libres de juicio. Muchas veces, detrás del “lo vas a malcriar” se esconde una soledad estructural. Si esa madre tuviera una red de apoyo que la respetara, tiempo y descanso, seguramente podría sostener mejor a su bebé sin sentir que está haciendo algo mal por seguir su instinto.

Un cambio necesario en el discurso familiar

Es fundamental que el entorno familiar —abuelos, parejas, amistades— deje de ser fuente de presión y se convierta en sostén. En lugar de decir “lo vas a acostumbrar”, sería más útil preguntar:

¿Qué necesitarías tú para poder estar tranquila con él en brazos?

¿Cómo puedo ayudarte a descansar o a comer caliente mientras lo cuidas?

¿Quieres que me ocupe yo o prefieres compañía mientras estás con él?

Porque la mejor forma de cuidar a un bebé es cuidar a su madre. Y para cuidar bien, hay que escuchar más y caer menos al juicio social.

Cuando una madre responde con ternura a su bebé, en lugar de pensar “se está pasando de protectora”, recuerda: no está malcriando, es conexión. Es salud mental. Es amor en su forma más sabia y necesaria.

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