Sucesos

Relatos de la Justicia: Una vida falsa

El caso de una persona que se hacía pasar por viceministra para estafar a la gente con promesas de una casa.
sábado, 09 enero 2021
Cortesía | Varias personas, hasta militares, fueron estafados

Una tarde ya casi saliendo de la oficina, me dispuse a tomarme un café cerca de una pastelería que quedaba cerca.

A los minutos de estar sentado y en espera de mi acostumbrado café vespertino, se me acerca una señora de unos 60 y tantos años con abundante cabello cano, me aborda con las disculpas de rigor y pregunta si se podía sentar, que solo me quitaría un par de minutos, le permití tomar asiento y me dice:

-“Disculpe Doctor que lo moleste, pero fue imposible no reconocerlo, se que usted es Fiscal porque llevo ya bastante tiempo yendo a la Fiscalía y lo he visto, pero me gustaría saber si me puede ayudar”.

En ese instante llegó mi café y la señora con bastante pena me dijo que mejor hablábamos luego, pero su rostro se tornó hacia una expresión como de esas que anteceden al llanto, me conmovió y antes de que se levantara le pedí que por favor continuara.

Tal como lo intuí en sus gestos vi las lágrimas rodar por su rostro y de eso ojos lastimeros, se elevó una mirada de súplica seguida de la explicación que entre lágrimas me expuso.

-“Lo que pasa Doctor es que fui víctima de una estafa, por una señora que es viceministra, yo le he pagado durante más de un año las cuotas para un terreno de un proyecto que ella está vendiendo directamente desde la presidencia de la República, pero resulta que ya llevo más de un mes buscándola y llamándola y no la puedo ubicar”, me dice.

Le expliqué pausadamente cuál era el procedimiento a seguir y le pedí que al día siguiente me buscara en la Fiscalía para ayudarla en el trámite.

En efecto así fue, al día siguiente puntualmente a las 8:00 a.m. estaba ahí la señora, la atendí y con gusto realizamos todo el trámite, una vez culminamos y con mucha más calma se fue satisfecha y prometió tenerme informado de los avances, sin embargo no la vi más por un buen tiempo.

Pasaron una buena cantidad de meses y estando yo de guardia me notifican de la detención de una ciudadana por tener en su contra una orden de aprehensión por el delito de estafa.

Le giré las instrucciones a los funcionarios y al día siguiente tenía ya el expediente en mis manos y la detenida ya estaba en los tribunales para ser presentada ante el juez de control que llevaría su caso.

Al llegar yo al tribunal vi a la detenida, una mujer de unos 40 años aproximadamente, tez trigueña, de 1.60 metros de estatura y de impecable presencia, al verme se levantó se presentó y me dió un sólido apretón de manos, diciéndome:

– “Mucho gusto señor fiscal que pena tener que conocerlo en estas circunstancias, pero le aseguro que todo esto se debe a un error que espero hoy mismo se resuelva”.

Yo aún sin saber el verdadero motivo de su detención más allá de que tenía una orden de aprehensión, le dije: “bueno aquí estamos para solucionar, aunque a veces las soluciones de la justicia no son muy buenas para los culpables”.

Ella sonrió y me dijo: “esta vez será favorable porque yo soy inocente”.

Se inició la audiencia y pude observar que la orden de aprehensión era extremadamente antigua, de hecho pertenecía a esa órdenes de aprehensión del régimen transitorio entre el código anterior al vigente Código Procesal Penal, en esos casos la ley ordena verificar la prescripción del delito y la vigencia o no del expediente.

Verificamos y en efecto era un caso muy viejo que se resolvió a través de una indemnización a la víctima por parte de la detenida que llamaré a partir de ahora “Kira”.

En el expediente se dejó constancia en la época de ese juicio de la aceptación y el cumplimiento de la indemnización, por lo que la orden de aprehensión no había sido dejada sin efecto en esa oportunidad y motivado a ese error judicial aún estaba vigente.

El protocolo para esos casos impone que se debe excluir del sistema como solicitada y en efecto así se realizó.

Al finalizar la audiencia “Kira” me dice:”se lo dije doctor que lo íbamos a solucionar porque yo soy inocente y déjeme decirle algo ahora que ya estamos en confianza, yo no había dicho nada hasta ahora, pero yo soy viceministra para la vivienda y hábitat, estoy a la orden para cualquier solicitud de vivienda que usted desee”…

-“Viceministra”, dije yo en voz alta, “caramba pero no había tenido yo el honor de tener a una personalidad como imputada”.

Los ojos de “Kira” se desorbitaron a la par de que mi mente relacionaba aquel cargo con lo que había escuchado meses atrás en voz de aquella dulce anciana: “UNA SEÑORA QUE DICE SER VICEMINISTRA ME ESTAFÓ”.

De inmediato recordé que la señora me había dado su número telefónico y saliendo disimuladamente de la sala de audiencias la llamé, me contestó y le expliqué lo que estaba pasando y le pedí me describiera a la supuesta viceministra y la descripción fue exacta con las características físicas de “Kira”.

¡Bingo!… Te tengo estafadora.

Esa actitud sobrada y sobresegura es característica común de los estafadores, son por lo general personas que muestran una sólida autoconfianza, pero ello solo es la puesta en escena de su personaje del momento para la estafa que están montando, son también de verbo fácil y algunos hasta dotados de una inteligencia por encima del promedio, son como bien les decía un exjefe: “unos encantadores de serpientes” que con su flauta (labia) envuelven hasta al más astuto (serpiente).

No podía retenerla en ese momento porque la ley no me lo permitía, pero si podía tenerla a mi merced porque tenía algo de mucho valor para ella y dependía de mi entregárselo.

Al momento de la detención de “Kira” está iba conduciendo una camioneta último modelo de su propiedad, la cual quedó en resguardo policial y para su liberación debía autorizarlo solamente yo.

Allí mismo antes de salir de tribunales “Kira” me pregunta: “¿Doctor puedo hacerle la solicitud de la devolución de mi vehículo?” por supuesto, le respondí inmediatamente, lleve todos los documentos mañana en la tarde y con gusto resolvemos eso también.

Al salir de allí me fui directo a mi oficina y le pedí a mi asistente que me ubicara el expediente de la señora, la cité, nos reunimos y nos cerciorarnos que “Kira” era la misma estafadora de su caso y trazamos la estrategia.

Al día siguiente cuando “Kira” llegara a buscar su camioneta se iba a encontrar con su sorpresa. Pero la estafa era más grande, la doñita me informó que había no menos de 20 personas a las que había estafado.

Entre la tarde de ese día y la mañana del día siguiente habíamos recopilado todos los expedientes que existían en ese momento en Fiscalía en los que aparecía “Kira” como presunta autora material de una de las más grandes estafas inmobiliarias que se habían cometido en la región para la fecha de los acontecimientos.

Se le solicitó ahora sí una nueva, renovada y vigente orden de aprehensión, por necesidad y urgencia, pues no podía perder la oportunidad de detenerla ese mismo día, dada la facilidad que tienen los estafadores para escullirse.

Esa tarde “Kira” llegó puntual, vestía un taller y una falda color hueso, impecablemente maquillada, peinado de peluquería y el channel #5 aromatizaba el ambiente como por dos cuadras.

Entró sonriente a mi despacho, le pedí que tomara asiento mientras llenaba la planilla de solicitud de su vehículo la cual llenaba empuñando un elegante lapicero marca Montblanc original.

Al finalizar me dice: “estoy muy complacida con su trato cordial y diligente doctor y quería que supiera que me tomé la atribución de llamar directamente al Fiscal General para recomendarlo para un merecido ascenso a un cargo superior, la cual haré personalmente en Caracas apenas salga de aquí, así que dígame qué cargo quiere doctor”.

Me le acerqué muy cortésmente y tomándole la mano le pedí que se incorporara de su asiento y al estar de pie le dije:

– “Hay solo dos problemas con su propuesta estimada señora, el primer problema es que el cargo que quiero está ocupado porque es el de Fiscal General y el segundo problema es que usted de aquí no va a Caracas ni a ningún otro lugar que no sea la cárcel”.

Le hice señas a mi asistente y este abrió a puerta dejando entrar a los funcionarios policiales que venían con la orden de aprehensión a detenerla nuevamente.

Les juro que por mucho maquillaje su rostro se opacó, se apagó su sonrisa, su peinado se aplacó y hasta el channel dejó de oler, así como el reluciente Montblanc dio apariencias de ser falso, como falsa era su vida entera.

Luego del trabajoso proceso penal que se le siguió a “Kira”, logramos que una a una fueran indemnizadas las víctimas, que producto del dinero incautado en cuentas de “Kira” con el tribunal se logró congelar.

Sus abogados propusieron se aceptarán como acuerdos reparatorios y a pesar de mi desacuerdo la ley así lo imponía, por lo que era evidente que la libertad de “Kira” era inminente apenas resarciera los daños de las últimas víctimas, sin que hubiera permanecido apenas un mes tras las rejas.

Unos días antes de que eso ocurriera, compartiendo con amigos de un postgrado que hacía en la época, un capitán de la fuerza aérea y compañero de estudios que ejercía como Fiscal Militar me comenta que estaban investigando a una dama que se hacía pasar por oficial de las fuerzas armadas para estafar a personas con vehículos, viviendas y hasta había estafado a varios coroneles, pero que se había vuelto un fantasma porque hacía más de un mes que le había perdido el rastro.

Al preguntarle si por casualidad no era nuestra querida estafadora “Kira”, este me dice que no, aunque titubeó en su respuesta y me dice:” Bueno hermano no sé si sea o no porque le hemos descubierto cuatro identidades distintas al punto que no sabemos ni como se llama realmente”.

Al decirme eso le pedí que al terminar de clases pasáramos por mi oficina, así lo hicimos y al mostrarle la foto en el expediente, me dice: “Hermano le debo mi ascenso”.

Al cumplirse el último acuerdo reparatorio acudí al tribunal a esperar salir a “Kira” quien una vez puesto su primer pie en libertad puso el otro en una patrulla de policía militar que la esperaba afuera.

Esta vez se la entregué a mi buen amigo y ahora mayor de la fuerza aérea, con una advertencia en tono de voz fuerte para que “Kira” escuchara: “Si ella te ofrece otro ascenso que no sea menor que de Ministro de la Defensa” y nos despedimos con una sonora carcajada y un fuerte y contundente abrazo, el abrazo de la justicia.

Relatos de la Justicia se basa en las experiencias vividas por el autor durante el desempeño de su carrera en el ámbito judicial. Sus personajes y circunstancias son modificados y adaptados con un poco de ficción para su difusión en el diario PRIMICIA.

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