Relatos de la Justicia: Huellas cruentas
Era un sábado por la mañana, aún estaba en la cama, dormía plácidamente, pero con la premonición típica de que en cualquier momento podía ser despertado por el tono “Groovy Blue” de mi Nokia, no porque lo usará como despertador, sino por una llamada notificando alguna novedad.
Esos eran los despertares clásicos de un día de guardia fiscal. Eran cerca de las 7:00 a.m. y como pude tanteando con mis dedos llegué a la mesa de noche, tomé el celular y aún sin abrir los ojos lo llevé a mi oreja y contesté con voz de ultratumba:
– Aalóóóó
-Buenos días doctor, disculpe la hora es para notificarle las novedades de un homicidio.
– Ajá ¿qué pasó?
-Bueno doctor la víctima es un masculino, trabajador de una empresa básica del estado, presumimos que el móvil fue sexual.
– ¿Cómo es la vaina?
– Doctor yo sé que es muy temprano, pero sería de mucha ayuda para nosotros si nos vemos mejor en persona, porque usted como que todavía está dormido.
– ¿Por qué se me nota la almohada en la voz?
– (Risas del otro lado de la comunicación) Algo así doctor.
– Bueno quien trabaja tiene derecho a descansar ¿o no?
– Así es doctor, así es.
– Deme una media hora ¿dónde nos vemos?
– Nos gustaría si es posible que viniera a la escena del crimen, porque queremos que vea algo.
– Ok nos vemos allá, lo llamo para que me apunte la dirección.
Cómo pude me sacudí la cama para que me soltara y caí en la ducha. Al rato ya listo llamé al inspector y me dio la dirección.
Al llegar al lugar se trataba de un apartamento en un conjunto residencial céntrico de la ciudad, al verme el Inspector me abordó:
-“Buenos días doctor. ¿Ya tomó café?”
-Si el que tú me vas a brindar, le respondí.
Jajajaja fue su respuesta.
De inmediato me puso al tanto de la situación. Se trataba del homicidio de un hombre de la quinta década, trabajador de una empresa básica del sector de la manufactura del aluminio de la ciudad.
Aparentemente soltero, sin pareja conocida, descendientes o familiares cercanos conocidos. Sus vecinos lo describían como un hombre alegre pero sin familia conocida.
El inspector en ese momento me invita a entrar al apartamento. Apenas al llegar a la puerta la bienvenida fue primero olfativa, el olor ferroso de la sangre invadió mis fosas nasales al punto de hacerme tapar la nariz con mis manos.
Luego la segunda parte de la bienvenida fue visual, todo el apartamento parecía haber sobrevivido un tornado, el desorden respondía a la lógica del robo o a la búsqueda de algún objeto deseado.
Las gavetas de la despensa de la cocina volteadas boca abajo junto a su contenido, nevera abierta de par en par y su contenido parcialmente afuera, parecido escenario se repetía en la sala y el comedor. Todo regado en el piso, papeles, objetos de decoración, cuadros, sillas volteadas, mesa de comedor tumbada, en fin un desorden dentro de otro desorden.
Al llegar a la habitación principal nuevamente el potente olor ferroso y típico de la sangre recién derramada me invadió el olfato y al entrar vería la fuente de origen de dicho olor.
Varios charcos de sangre se observaban en varias partes de la habitación incluida una parte de la cama que lucía bastante desordenada, sin sábanas, descuadrada de su simetría, como si la hubieren separado del juego de cuarto en el que debía calzar.
Al igual que el resto de la casa la habitación estaba sumergida en un completo desorden, ropa fuera del clóset, en el piso, sobre unas sillas y hasta en el baño.
Dentro del lavamanos se observaba una toalla blanca ensangrentada y el lavamanos acusaba vestigios de grandes manchas de sangre en su interior y todo a su alrededor, semejantes vestigios se observaban en el área de la ducha donde también habían notables manchas de sangre, no había que ser muy experto para sospechar que él o los asesinos habían lavado sus manos antes de huir de la escena del crimen.
El olor en la habitación se mezclaba entre el olor a sangre fresca y alcohol. Rápidamente pude darme cuenta que habían botellas vacías de diversos tipos de licor por casi todo el apartamento, que iban desde botellas de cerveza, ron, ginebra, vodka y whisky.
– Al parecer la rumba estuvo buena, le dije al inspector.
Este me respondió “Sí. así parece. Pero como toda rumba se acaba cuando los invitados ‘PICAN’ la torta”, señalándome con el dedo una zona del colchón en la que se veía claramente sangre fresca y desde donde chorreaba hasta formar un pequeño charco en la parte de abajo de la cama.
“En esta parte de la cama hallamos el cadáver, estaba boca abajo, desnudo totalmente”, me indicó el inspector.
“Lo degollaron usaron el pico de una botella de whisky que partieron”, continuó señalando.
“Ya el forense hizo el levantamiento del cadáver y el equipo de criminalística colectó varias evidencias, luego continuarán levantando todo aquello que vean de interés”.
“Las hipótesis del librito apuntan al robo como móvil más evidente” le digo yo tratando de ubicar un motivo lógico al crimen. Pero el inspector me dice: “se acuerda que le dije que el posible móvil era sexual”.
Yo cavilé unos segundos tratando de recordar y el inspector me soltó: “que se va a estar recordando si usted estaba dormido, jajaja”.
Dejó de reír casi en seco al ver mi seriedad y continuó diciendo “el asunto es que el móvil es complicado”, dijo invitándome a salir del apartamento hasta el pasillo.
“Vea doctor, la cosa es así sencilla para que me entienda: al amigo difunto le gustaban todos los mariscos menos las pepitonas. ¿Me comprende?”.
– Sí claro, perfectamente, le digo. Pero ¿Por qué eso complica el móvil? Le pregunté.
“Bueno doctor por varias cosas, la primera es que al amigo no solo le gustaban esas exquisiteces marinas, sino también que comía en varios restaurantes”.
-¡Coño!, ahora sí me jodiste, explícame eso” le dije.
-Bueno que el señor difunto tenía muchos amigos y al parecer anoche hizo fiesta con todos ellos, tenemos la delegación full con más de 20 invitados a la fiesta. Hay desde altos ejecutivos de la empresa, compañeros de trabajo, peluqueros, modistas, manicuristas y hasta uno que contrataban para que cuidara los carros cuando hacía estos bochinches, que según los vecinos esos eran por lo menos una vez al mes.
-De manera que la lista de sospechosos es larga, le digo al inspector.
Respondiendo casi de inmediato: “Y faltan más, los que tenemos en la delegación rindiendo declaración son apenas los que logramos ubicar, aparentemente hay otros tres muchachos que la víctima conoció ayer en una licorería y los invitó también a la fiesta, pero aún no los hemos ubicado”,
-Entonces tenemos que ponernos a trabajar, le dije con acento de mandato,
“Así es doctor”, me respondió el inspector a la par de que hacía un simbólico saludo militar parándose firme y llevando su mano derecha a la frente…
“¿Y el café que me ibas a brindar?!, le pregunté para suavizar la orden, ¡cónchale doctor a usted no se le escapa nada! Fue su respuesta con la que rompió en hilaridad.
Luego de haber presenciado la escena del crimen fui hasta la delegación a supervisar las entrevistas de los testigos y a conversar con el comisario que ya me había llamado para reunirse conmigo.
La junta directiva de la empresa se había reunido de emergencia por la noticia de la muerte de su trabajador, era uno de los empleados de confianza y pedían la cabeza de los responsables de tan abominable crimen.
No fue fácil armar un móvil sencillo, faltaban algunas piezas y eso complicaba más la investigación, amén de que la multiplicidad de sospechosos y los posibles móviles daban cualquier cantidad de variaciones a las hipótesis.
Pero la criminalística habló cuando ya todas las demás evidencias parecían haber callado o bajado su volumen.
El difunto era una persona bastante velluda y cuando digo bastante me refiero a “exageradamente”. En la inspección externa al cadáver, el experto logró colectar varios tipos de apéndices pilosos (pelos y vellos) de aparentes fuentes distintas a las de la propia víctima.
Por su composición y conformación el experto logró aislarlos, agruparlos e identificarlos como provenientes de tres fuentes distintas. Estos hallazgos se produjeron en áreas distintas del cadáver, en la zona perianal y glútea, en la zona del pecho y en la espalda.
Asimismo en un barrido que se le practicó al colchón donde fue hallado el cadáver de la víctima, fueron colectados apéndices pilosos idénticos a los encontrados en el cadáver. Pero habían más hallazgos.
Los expertos lograron levantar varios verticilos y presillas (huellas dactilares) en los restos del pico de la botella de whisky que sirvió de arma homicida, en la puerta de entrada al apartamento y en una huellas cruentas (con sangre) halladas en el área del baño.
Tanto las huellas como los apéndices eran distintos y disimiles entre sí, por lo que debían ser de cualquiera de los 20 sospechosos, lo que implicaba cotejarlos uno a uno huella por huella, pelo por pelo y vello por vello.
Pero al inspector como buen conocedor de su trabajo antes de comenzar con la titánica labor que indicaba el manual de procedimiento me dijo:
-Ok doctor, sé que eso es un trabajo extenuante y lo vamos a hacer no nos queda de otra. Pero antes de empezar con UNO primero tienen que estar TODOS. Yo voy a buscar esos tres sospechosos que me faltan primero y como el experto dice que son tres tipos de pelos distintos, no sé porqué pero mi instinto me dice que son de esos tres que faltan, así que voy a buscarlos así sea hasta debajo de las piedras. Doctor prepárese y esté pendiente por si hace falta tramitar una orden de captura.
– ¡Plomo! le respondí de manera jocosa.
Para la mañana del lunes el inspector ya tenía identificado a los tres sospechosos que faltaban. Los que habría conocido la víctima como dijeron varios testigos en la licorería donde éste había comprado el licor que consumieron esa noche en la fiesta, les habría coqueteado, como aparentemente era su sello personal, según manifestaron algunos testigos y los invitó formalmente a su fiesta.
En una segunda ronda de entrevistas, los testigos de la fiesta fueron manifestando que estos tres sospechosos ciertamente habían acudido a la fiesta. No eran conocidos por el grupo de invitados, pero el anfitrión los habría presentado como sus nuevos amigos, por lo que con esas versiones ya podíamos ubicar física y temporalmente en la fiesta a los sospechosos.
También dijeron algunos testigos que la víctima había manifestado en varias oportunidades en la fiesta a manera de broma y señalando a los sospechosos, que ellos serían los últimos en irse de la fiesta después de “picar la torta”, mientras se señalaba a él mismo, con lo que arrancaba carcajadas de los presentes.
Así fue como poco a poco los invitados con el transcurrir de las horas se fueron yendo de la fiesta. Uno a uno hasta dejar al anfitrión solo con la compañía de estos nuevos amigos.
Con estos elementos y su identificación eran suficientes para solicitar sus respectivas órdenes de aprehensión y así se hizo.
Al cabo de unas semanas se logró la detención de los tres en el estado Aragua, algunos clientes de la licorería donde frecuentaban colaboraron con su lugar de ubicación.
Pues días después del crimen los sospechosos habrían hecho alarde del crimen y de haber robado algunos objetos de valor de la víctima. Entre ellos un costoso reloj que le habían obsequiado en la empresa por años de servicios.
Al momento de la detención uno de los sospechosos llevaba puesto el reloj de la víctima cuyo nombre estaba grabado al reverso de la prenda.
Se les procesaron sus huellas dactilares y sus apéndices pilosos (pelos y vellos) y dieron positivo tanto en los hallados en el colchón como los hallados en el cadáver de la víctima.
Cuando fueron llevados al tribunal ninguno declaró, pero ante el cúmulo de evidencias que los colocaban en el lugar y a la hora precisa del crimen, el juez no dudó en ordenar su detención.
Luego uno de ellos pidió someterse al procedimiento de la delación y confesó que sus dos compañeros lo habrían asesinado porque habían consumido mucha cocaína y porque no tenía nada de valor.
Al preguntársele por el reloj que llevaba al momento de su detención, este manifestó que la víctima se lo había obsequiado a cambio de tener relaciones sexuales y que él se habría ido antes de que todo sucediera.
El juez finalmente no admitió la delación como prueba de exculpación por cuánto el imputado no supo responder a una última pregunta que se le realizó: ¿Cómo es que si se había ido antes de que todo sucediera, se justificaba que las huellas cruentas (ensangrentadas) halladas en el baño coincidían con sus huellas dactilares?
Fue solo cuestión de simples trámites para que meses después un juez en impecable administración de justicia hiciera evacuar una a una las pruebas en juicio, y luego de ello y demostrada su responsabilidad condenara a los tres criminales a cumplir la pena de 25 años de prisión por el delito de homicidio calificado por motivos fútiles e innobles.
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