Sucesos

Relatos de la Justicia: El papel de la justicia

Este caso le valió un merecido «Cangrejo de Bronce» al equipo de investigadores que ayudó a esclarecer el crimen.
sábado, 19 diciembre 2020
Relatos de la Justicia: El papel de la justicia
Helen Hernández | Hijo único, herencia y grandes diferencias con su progenitora lo perfilaban como sospechoso

Lunes 9 p.m. El día estuvo bien relajado, todo parecía indicar que con ese inicio la semana sería un paseo, pero no. Tuvo que entrar a esa hora una llamada a mi celular que rompería con ese pronóstico.

El jefe de la Brigada de Homicidios del Cicpc no llamaba para desearte «buenas noches», ni para saludarte, menos un lunes y a esa hora de la noche.

¿Para qué te llamaría un policía dedicado a la investigación de los homicidios que ocurren en la ciudad? ¡BINGO! La llamada era para informarme de un homicidio de una dama de la sexta década, en una importante urbanización de la ciudad.

Me invitó a realizar con él la inspección al sitio del suceso o como prefieren llamarlo muchos: «La escena del crimen».

Vaya planes para la noche de un lunes… Adiós semana relajada. Una comisión del Cicpc pasó por mi rumbo al lugar de la inspección.

Se trataba de un lujoso penthouse en uno de los más prestigiosos conjuntos residenciales de la ciudad. Al llegar a la puerta fue prevenido nuestro paso por el equipo de Criminalística, sus expertos «pesquisaban» el apartamento de punta a punta buscando la mínima evidencia.

Relatos de la Justicia: El papel de la justicia

El sollozo de un hombre llamó mi atención, hacia uno de los laterales del pasillo que conducía a la entrada del lujoso apartamento se encontraba la escalera de emergencia del edificio. Desde ahí pude ver a varios detectives acompañando a un hombre de unos 30 años aproximadamente, que lucía compungido. De él provino el sollozo que llamó mi atención.

«Es el hijo de la víctima, doctor», me dijo el detective que me acompañó en el trayecto desde mi casa.

«¡NINGÚN HIJO!», fueron las palabras con las que nos sorprendió una voz que provenía desde unos metros detrás de nosotros.

«¿Cuántas veces tengo que decirte que en una investigación criminal no hay hijos, esposos, amantes, padres sino SOSPECHOSOS?».

Ese reclamo proveniente de la misma voz que desde el fondo nos abordó era del inspector jefe de la Brigada de Homicidios.

«¿Quién es el joven?», le preguntó ahora de manera más directa al detective y este con voz de niño reprendido le contestó: «Un sospechoso jefe».

«Te voy a mandar a hacer planas hasta que te lo aprendas», le dijo el inspector quien haciéndole un ademán con su mano le indicó que se retirara.

Al retirarse el detective, el inspector me pide acompañarlo hasta donde estaba el joven y al llegar al final del pasillo que comunicaba las escaleras, observé mejor al hombre que sollozaba. Y antes de que dijera una palabra, el inspector de manera brusca le dijo: «Entonces habibi, explícale al fiscal aquí cómo es la cosa; que tú estabas durmiendo cuando mataron a tú mamá».

Los ojos aún con lágrimas miraron al inspector y aun sollozando le respondió: «Inspector, ya le dije, yo trabajo de noche y los lunes son mis días libres y para dormir tomo pastillas».

Secándose las lágrimas le dio la espalda al inspector y comenzó a gritar desesperadamente palabras en árabe, que por sus gestos eran insultos y palabras de desespero.

El inspector me vio y me hizo señas para que nos regresáramos al apartamento y desde ahí les lanzó una interrogante a gritos al equipo de Criminalística: «¿CÓMO VA ESE APARTAMENTO?», y desde allá le hicieron señas para que nos acercáramos.

Antes de abandonar las escaleras les dio instrucciones a los detectives: «Llévense a habibi para la delegación y me lo entrevistan bien y si se pone bilingüe otra vez me traducen todo lo que diga».

Cuando llegamos al apartamento, apenas tras su puerta, estaba el cadáver cubierto con la típica sábana blanca.

Relatos de la Justicia: El papel de la justicia

Ya los criminalistas habían levantado una gran cantidad de evidencias, el inspector se acercó al cuerpo y levantando la sábana justo en la parte que le cubría el rostro me mostró la única herida que presentaba: Herida producida por el impacto de un proyectil en la zona frontal del cráneo sin orificio de salida.

La imagen de aquel rostro exangüe con una inconfundible mueca de llanto, como si hubiera sido su última expresión, me conmovió.

«¿No la conoce, doctor?», me preguntó el inspector. Y antes de que yo negara con mi cabeza agregó: «Se llamaba Samira, comerciante, le ha vendido corotos fiados a media Ciudad durante años».

Le volvió a cubrir el rostro y se acercó hasta donde yo estaba fuera del apartamento para evitar contaminar el sitio de suceso.

«Hasta ahora vamos a manejar el móvil del robo, aparentemente faltan varios objetos de valor, dinero y algunas joyas según un inventario chimbo que de primera mano nos dio el habibi dormilón».

«¿Y por qué dudar del móvil del robo?», le pregunté al inspector. Este, volviendo hasta donde estaba el cadáver y levantando nuevamente la sábana, pero esta vez descubriendo una de sus manos, me señaló los dos impresionantes anillos que la adornaban y me preguntó: «¿Si usted fuera el ladrón no se llevaría estos anillos? Si el valor de uno sólo de ellos es lo que vale mi carro».

Regresó a la entrada y detrás de él salió el equipo de Criminalística y cuando ya disponían abandonar la escena, se volteó hacia la puerta del apartamento y les cuestionó: «Epa, eso no se lo van a llevar», señalando hacia la fachada frontal de la puerta del apartamento, descubriendo algo que el equipo había pasado desapercibido: un minúsculo trozo de papel que cubría el ojo mágico de la puerta, aparentemente sin ninguna sustancia adhesiva entre ellos.

Con sumo cuidado uno de los expertos utilizando sus pinzas especiales levantó la evidencia y la preservó conforme al protocolo.

«COÑO VALE, LA CRIMINALÍSTICA ES CIEGA SIN EL OJO DE UN EXPERTO», dijo el inspector dándole palmadas en la espalda al experto que levantó la evidencia, mientras todos abandonábamos el sitio del suceso.

«Doctor, manténgase despierto esta noche por si hace falta pedir una orden de aprehensión», así el inspector se despidió de mí al momento en que me dejaban de vuelta en mi casa.

Desde el principio el inspector sospechó del hijo de la víctima; según sus apreciaciones cumplía con todos los requisitos para ser el principal sospechoso: hijo único, fortuna a heredar y grandes diferencias con su progenitora por causas económicas según testigos.

Pero su versión de que estaba bajo la fuerte influencia de somníferos al momento en que se perpetró el hecho, fue confirmada por el experto toxicólogo y además no tenían el arma homicida ni un hecho que lo vinculara directamente con el homicidio de su mamá.

El caso de aparente sencillez para demostrar la responsabilidad del hijo pródigo comenzó a estancarse, con un móvil, pero sin un vínculo y peor aún sin un arma, aunque se haya colectado el proyectil alojado en el área cefálica de la víctima.

Debieron pasar meses para que una serie de hechos bajo la clásica forma de efecto cascada, comenzaran a sucederse y dejaran al descubierto al verdadero culpable.

Una importante evidencia pasada desapercibida, dos hechos sospechosos ejecutados por el responsable y dos serendipias llevaron a la más insospechada forma de esclarecer un crimen y a descubrir al culpable.

El equipo de Criminalística levantó todas y cada una de las huellas latentes (huellas dactilares) que se hallaban en el apartamento, muchas coincidían con las de la víctima y con las de su hijo. Pero hubo una evidencia que fue levantada y asentada en la investigación que inexplicablemente pasó desapercibida.

La versión del hijo de la víctima y principal sospechoso era que tomaba somníferos para dormir los días que tenía libre en su trabajo (era DJ en una afamada discoteca de la ciudad) y esa sería la razón por la cual no habría escuchado el único disparo que le segó la vida a su madre.

Pero si fue un robo, como bien lo había sostenido él desde un principio y a pesar de que no había forma de confirmar que en efecto los objetos, dinero y prendas presuntamente robadas existían, ¿por qué los ladrones y homicidas no ingresaron a su habitación? Manifestando el sospechoso que dormía bajo doble llave en la puerta de su dormitorio

¿La razón?, según él para evitar que su madre perturbara sus horas de sueño.

Ahora bien, volvamos a la evidencia desapercibida. El equipo de Criminalística levantó la huella del pulgar derecho del sospechoso en el pomo de la puerta de su habitación del lado de afuera, lo que confirmaba que en efecto estaba en su habitación al momento en que se perpetró el crimen.

Pero ¿acaso los delincuentes ni siquiera intentaron entrar a su habitación? ¿Una habitación cerrada no supondría un posible y mayor botín para un ladrón?

Sin embargo, la evidencia desapercibida no fue esa, sino unas huellas dactilares levantadas en la misma puerta de la habitación del sospechoso, esta vez en el pomo y en la fachada del lado interno de la puerta, que no se correspondían ni con el sospechoso ni con la víctima, de manera que ya se podía manejar la presencia de dos personas más en el sitio del suceso, distintas a los habitantes del apartamento.

Relatos de la Justicia: El papel de la justicia

Otros dos hechos que generaron muchas más sospechas en los investigadores fue la ávida manera en la que el sospechoso adelantó con abogados el complicado trámite judicial y administrativo para reclamar su herencia.

En apenas dos meses ya había dispuesto de casi todos los dineros de las cuentas personales de la víctima y adelantaba la venta de varias propiedades, aparte de que ya había adquirido boleto aéreo de ida hacia Australia.

Esto lo volvía a poner en el ojo de la investigación como principal sospechoso.

No sería sino hasta la aparición de dos investigaciones paralelas sobre dos delitos ajenos a esta averiguación, que en nada guardaban relación aparentemente con el homicidio, para que comenzara a cerrarse el círculo.

Se trataba de dos investigaciones iniciadas: una por el robo de un vehículo y otra por un delito de clonación de tarjetas de créditos, las que arrojaron evidencias a los detectives que buscando pruebas para inculpar a sus culpables hallaron dos pruebas que esclarecerían el homicidio de la sexagenaria (doble serendipia).

Los detectives de la Brigada Contra Robos de Vehículos detuvieron a un delincuente en momentos en los que llevaba dentro del baúl de un vehículo a su propietario, luego de que bajo amenazas de muerte y portando un arma de fuego lo asaltara.

El arma incautada en dicha acción policial correspondió con el arma usada para asesinar a la dama, tal como lo determinó la experticia de comparación balística con el proyectil colectado del cadáver de la víctima.

Aparte de que el pulgar izquierdo del imputado resultó idéntico a la huella dactilar levantada en el pomo interior de la puerta de la habitación del sospechoso.

En el otro caso de clonación de tarjetas, el detenido dio positivo en la experticia de comparación dactiloscópica: su huella del dedo índice de su mano derecha con la huella levantada en la parte interna de la puerta.

Pero la evidencia más inverosímil fue la que lo puso en el lugar de los acontecimientos: Cuando los detectives revisaron su cartera personal y hallaron la gran cantidad de tarjetas de crédito clonadas, del interior de ella salió un pequeño trozo de papel del mismo color de aquel minúsculo trozo de papel descubierto por el inspector en el ojo mágico de la puerta del apartamento.

Este fue usado para evitar que la víctima viera a sus atacantes al momento de llamar a la puerta y hacerse pasar por amigos de su hijo.

Ese minúsculo trozo de papel encajó a la perfección con el hallado en la cartera del delincuente y bajo experticia de composición molecular arrojaron ser ambos parte integrante de un mismo trozo.

Ante estas evidencias ambos pidieron someterse al supuesto especial de la delación y mediante este procedimiento procedieron a delatar al determinador o autor intelectual del crimen quien los había contratado para tal fin y que fue detenido dos días antes de que abordara su vuelo a Australia.

Vale la pena resaltar que este caso le valió un merecido «Cangrejo de Bronce» al equipo de investigadores que ayudó a esclarecer el crimen, quienes gracias a su dedicación y a un pequeño PAPEL lograron obtener DE LA tan anhelada JUSTICIA.

Relatos de la Justicia se basa en las experiencias vividas por el autor durante el desempeño de su carrera en el ámbito judicial. Sus personajes y circunstancias son modificados y adaptados con un poco de ficción para su difusión en el diario PRIMICIA.

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