Relatos de la Justicia: El fantasma que clamaba justicia
Corría el año 2005 recuerdo que era el mes de diciembre y para ser más preciso era la semana de Navidad, lo recuerdo bien pues como Fiscal del Ministerio Público siempre tenía la “suerte” de que mi semana de guardia coincidiera con la navidad o el año nuevo y ese año no sería la excepción.
También era costumbre que justo en mis semanas de guardia el hampa se desatara y los policías como que hacían mejor su trabajo, pues siempre tenía cientos de detenidos en flagrancia que presentar ante el Juez de Control.
Esa semana fue de locos y llegado el día 23 de diciembre, la cantidad de detenidos no era para nada normal, una costumbre práctica para esa época en los predios judiciales, era que los fiscales presentáramos a todos los detenidos que hubieren, para no forzar a trabajar a ningún funcionario el día de Navidad.
Yo siempre procuraba hacerlo pero ese día no estaba fácil cumplir con la tradición, había veintiséis detenidos que presentar con el mismo número de casos criminales, yo tenía la potestad de decidir si lo hacía ese día o compartir el trabajo entre ese día y el propio día de Navidad.
Bueno me encomendé al altísimo y comenzó la presentadera, delitos por aquí, leyes por allá, gritos de abogados furiosos, decisiones que apelar, en fin la propia batalla judicial a contra reloj, para que todo un personal no tuviera la necesidad de ir a trabajar en Navidad.
Justo cuando vamos a mitad de esos 26 casos de flagrancia, comenzamos a escuchar en la sala de audiencias unos extraños ruidos que provenían del techo y que sonaban justo como suena cuando un niño juega con metras (pichas/canicas) en un piso superior, pero lo más curioso era que cuando advertimos varios de los presentes esos ruidos, concluimos que no era posible que alguien los realizara a pues justo arriba de la sala solo está la platabanda impermeabilizada del Palacio de Justicia.
Lo cierto es que coincidencialmente con los ruidos traen a la sala a un detenido cuyo aspecto inmediatamente nos impactó a todos.
Su rostro poseía unas marcadas y profundas ojeras, como si se tratara de maquillaje para una obra de terror, era tan absurdas las ojeras que a casi todos en la sala hasta les causó risa, menos a mí. Su mirada me causó un raro escalofrío. Esa sensación para mí siempre ha sido premonitoria de cosas malas.
Pasamos a revisar su expediente y resultó haber sido detenido por una orden de aprehensión en su contra, sin embargo curiosamente el acta que instruyó el inspector que condujo la detención no detallada el delito, eso me causó suspicacia, pues cuando eso sucedía se abrían dos opciones, ó presentar al detenido sólo con lo que existía para ese momento en el expediente, lo cual era básicamente nada, ó diferir para el día siguiente e indagar mucho más sobre los hechos que habrían generado su orden de aprehensión.
Inmediatamente le dije a la Juez: Déjelo de último, necesito revisar bien el expediente de origen, de inmediato se escuchó en el techo un ¡PUM! cómo si hubieran rebotado en el techo un balón de esos medicinales que sirven para rehabilitación… Todos quedamos asombrados del golpe menos el abogado del detenido, quien se levantó refunfuñando y exigiendo que lo presentáramos con solo lo que aparecía en el expediente. Me negué rotundamente, finalmente no le quedó de otra que esperar su turno: ¡De último dije ya!.
Continuamos con las audiencias no sin antes pedirle a la Jefa del Archivo Judicial que me ubicara el expediente original de ese caso.
Reanudamos los debates y comenzaron nuevamente los ruidos en el techo de la sala, pero ésta vez era parecido al que emite una pelota de tenis cuando es rebotada en un piso superior. La juez no lo soportó, de inmediato le pidió al alguacil verificar el responsable de tan molesto sonido.
Continuamos y el ping pong de la pelota también. Al cabo de unos minutos regresó el propio Jefe de los Alguaciles manifestando que subió hasta la azotea y verificó no encontrar a nadie, amén de asegurar que era imposible que alguien estuviera pues el único acceso al techo está cerrado con candado cuya única llave posee solo él. Ya la cosa iba tomando matices de sobrenatural.
En esa sala transcurrió literalmente toda la jornada laboral, hasta almorzamos ahí, pero malas noticias para el detenido y para todos los funcionarios que habían hecho esfuerzos por no laborar en Navidad: La encargada del archivo judicial ya se había retirado pues había cumplido con su jornada laboral y a esa hora 6:30 p.m. no quedaba un alma en ese Palacio de Justicia, más allá de los que aún nos encontrábamos en sala.
La juez y el abogado del detenido fueron vehementes conmigo pues ya solo quedaba pendiente esa audiencia por realizar, en esa época la ley contemplaba que las audiencias solo podían celebrarse hasta las 7:00 p.m.
“Doctor vamos a presentar ese detenido hoy con lo que hay en el expediente”, me increpó la juez y antes de que mi boca pronunciara mi enérgico ¡NO!, volvió a sonar el pelotazo en el techo ¡PUM!
Las caras de ambos se tornaron transparentes, pero ello sirvió de excusa perfecta para que finalmente la audiencia se difiriera para disgustos de muchos hasta el día siguiente.
Ya para la hora el poco personal que quedaba comenzó a recoger sus cosas pues tocaba trabajar al día siguiente, yo también guardé mis expedientes en el maletín, mientras aproveché acompañar a la juez conversando y comentando los extraños sucesos ocurridos ese día.
En el fragor de la conversación nos dimos cuenta que habíamos quedado literalmente solos en esa área de los tribunales y la Juez me dice: “chico pero este Niño Jesús va a estar bueno” haciendo referencia que los funcionarios se retiraron rápido para comprar los respectivos presentes de niños Jesús o Santa, acto seguido volvió a sonar nuevamente la picha rodada en el techo. “Ay no manito vámonos ya esto me está dando miedo” me dijo la juez.
Por ello nos dirigimos los dos hacia la salida del Palacio de Justicia y justo cuando estamos caminando al final del pasillo, vemos como un muchachito como de unos 5 años, pasó corriendo al final de un lado a otro, ambos lo vimos claramente e incluso antes de terminar la caminata hacia la salida, lo volvimos a ver pasar pero esta vez hacia el otro lado de donde originalmente se había desplazado, llevaba unas bermuditas y una franelilla ambas de color azul.
Al llegar a la puerta del palacio donde estaban los últimos alguaciles, la juez le manifiesta al Jefe de Alguaciles que hay un niño corriendo por el pasillo, a lo que esté le responde: “Caramba Doctora ¿dónde? si yo mismo hice la última ronda de supervisión y por ahí no hay nadie”.
Ella con cara de incredulidad le responde: “Sí, como tampoco había nadie jugando sobre el techo”. Finalmente nos fuimos todos quedando esa sensación de escalofríos en el cuerpo.
La madrugada para mí fue algo devastadora, el insomnio y la tensión por el agotador día de trabajo hicieron de las suyas. Justo ya para despertar tuve un sueño bastante extraño, soñé que un niño jugaba conmigo lanzándome una pelota de tenis. No duró mucho más el sueño, pues justo cuando me acercaba a una posible revelación, sonó mi reloj despertador.
Pensé que me había sugestionado lo que había presenciado la noche anterior, total que me dispuse y me alisté para ir a realizar la única audiencia pendiente para ese día, cuando llegué al tribunal la juez me hace llamar a su despacho urgente, me dirigí hasta allá y antes de que ella me dijera algo, un pensamiento revelador me dejó claro todo lo que significaban los ruidos, el niño del pasillo y el de mi sueño, le dije:
“No me diga nada el desgraciado del detenido mató a un niño”, la juez con el llanto apretado y sus ojos rebosantes de lagrimas no derramadas me dice: “Sí doctor ese desgraciado mató a su hijito a golpes hace cinco años” ¿Pero cómo lo sabes? me preguntó.
Fácil, respondí, anoche soñé con el niño y justo ahora el alma de ese pequeño me ha hablado a través de un pensamiento.
Revisamos exhaustivamente el expediente y en efecto había suficientes medios de prueba para confirmar su crimen y para en consecuencia de ello ordenar judicialmente su privativa de libertad.
Hicimos la audiencia y se expusieron uno a uno cada medio de prueba que se encontraban dentro de aquel viejo expediente, ese que tantas evidencias guardaba sobre aquel atroz crimen y el cuál era la causa por la que el día anterior el abogado y su defendido pretendieron impedir su búsqueda.
Pero fue justo al final de la audiencia y luego de que la juez profiriera la decisión con la que se le privó de libertad al homicida, cuando se volvieron a escuchar las pichas rodar por el techo. La juez y yo, nos buscamos con nuestras miradas y sonreímos.
Pero no todo terminó allí, siendo que era la única audiencia de ese día al salir del despacho de la juez, luego de compartir ambos los extraños acontecimientos de ese enigmático caso, al abandonar las instalaciones del Palacio de Justicia y al ir caminando hacia la salida, juro haber visto nuevamente a aquel enigmático niño al final del pasillo, haciendo una alegre e infantil carrera y despidiéndose de mí con su manita en un claro ADIÓS y GRACIAS…
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