Venalum, La Gran Planta; cultura y sinergia
Venalum, aunque hoy, apenas opera con 45 celdas, aún es una de las grandes empresas del grupo CVG.
Su concepción, requirió imaginación, seria planificación, un exigente estudio de factibilidad económica, una rigurosa disciplina ingenieril y un humanismo pragmático, que combinara sueños con producción.
Fue creada por la Corporación Venezolana de Guayana y tomó forma legal el 29 de agosto de 1973. Desde su inicio, estuvo tutelada por dicha Corporación, quien para la fecha, era presidida por Argenis Gamboa.
La Reynolds Aluminum Co., por su parte, fue proveedora de tecnología (P19) y constructora de la planta física. Ella suministró las primeras 720 celdas, además de instalaciones para producir ánodos, sala de colada, taller central, almacén, muelle, etc.
Esta empresa, la Reynolds, aportó igualmente, personal calificado para el arranque y puesta en marcha de la misma. Mientras construían estas instalaciones, se iba formando personal venezolano en AVADAL, centro de entrenamiento concebido para tal fin; también se transfería conocimientos, con la práctica diaria del “arranque y puesta en marcha” de celdas nuevas.
Para el 10 de junio de 1978, fecha de su inauguración, todas las posiciones correspondientes a la nómina diaria y de supervisión, estaban ocupadas por personal venezolano.
En cuanto al capital de Venalum se refiere, un 80 % del mismo fue aportado por la CVG, y el 20 % restante, lo hizo un grupo de empresas japonesas, liderizadas por Showa Denko KK.
Ese grupo estaba constituido, ademas, por empresas como Kobe Steel Ltd., Simitomo Chemical Company Ltd., Mitsubishi Aluminum Company Ltd., y Marubeni Corporation.
Ellos, también convinieron con Venalum, en un contrato de compra-venta, por más del 50 % de la producción de aluminio primario. Este garantizó, desde su inicio, un flujo de caja estable.
Venalum fue concebida inicialmente, para producir 280.000 TMA. Posteriormente, y con tecnología de Hydro Aluminum, de Noruega, se amplió su capacidad a 430.000 TMA. Fue cuando se construyó la V Línea, con 180 celdas adicionales, de mayor capacidad productiva. Así se completaba las 900.
Casi paralelamente, los técnicos de Venalum se hicieron acreedores de un gran logro; este equipo humano, encabezado por el Presidente de la empresa, Enrique Castells, planificó y logró desarrollar una nueva celda, que para la fecha, superaba todos los índices de productividad conocidos; esta, se denominó la ” V-350″, y aunque fue diseñada tomando como modelo, tecnologías conocidas en su momento, era la de mayor capacidad de producción, la más eficiente y la más rentable.
De estas, solo se fabricaron 5 celdas, para un gran un total de 905. Con la construcción de la V Línea, también se hicieron refacciones y construcciones importantes.
Fue entonces cuando se remodeló el edificio administrativo interno o PIN, y se construyó el edificio principal de Venalum, el edificio de compras, el portón No.2, la ciudad vacacional de Tarabacoita y hasta el Polideportivo de Venalum en Unare, entre otros.
Venalum siempre fue “La Gran Planta”, y ello, porque desde sus inicios, fue signada a ser la “única y la mejor”, como efectivamente, por mucho tiempo, resultó.
Para ello, se prestó extrema atención a tres factores fundamentales: Imagen, Tecnología y Talento Humano, lo cual redundaría en obtener un muy buen clima organizacional y una elevada eficiencia, con calidad superior del producto.
La imagen de Venalum se vio siempre precedida de una excelencia empresarial, respaldada por una conducta seria y respetuosa de las relaciones institucionales y comerciales y por un estricto cumplimiento de sus responsabilidad sociales.
La tecnología se utilizaría para producir aluminio primario de excelente calidad, (99.85 %), para optimizar el uso de instalaciones, equipos, selección y consumo de materias primas, y paralelamente, para racionalizar el mantenimiento integral.
El Talento Humano, destinado a ser de los más productivos, operó en un nicho que siempre ofreció un clima de respeto, estabilidad y armonía.
Desde un inicio, se planificó la implantación de una cultura industrial, basada en valores, conocimientos y experiencia, lo cual implicaba el dominio de la tecnología y también, la adopción de dichos valores, como eran: responsabilidad, orden y limpieza, disciplina, puntualidad, asistencia periódica, compromiso, cooperación, trabajo en equipo, respeto y seguridad industrial.
En este sentido, la gerencia de Venalum entendía que “hacía Patria”, cada vez que incorporaba un trabajador y lo investía de este perfil; con este tipo de esfuerzos, se formaron artesanos y profesionales, con nuevos valores y aptitudes; se asumía que contribuirían con la generación de riquezas.
La cultura integral del venalumnista se internalizaba en la medida en que adoptaba los usos y costumbres en boga. Estos patrones, propiciaron la armonización del proceder individual con el del grupos, en permanente interacción por el logro de los objetivos finales de la organización, que era producir.
Con los trabajadores, se negoció, dentro de un clima de estricto respeto, contratos colectivos que ofrecieron salarios dignos, seguros médicos (HCM), servicio de comedor, para una alimentación sana y abundante, juguetes para los hijos de trabajadores, ayuda financiera para adquirir vivienda propia y otros tantos beneficios, que en conjunto, garantizaban estabilidad y bienestar laboral.
Esa nueva forma de vida comunitaria, o “cultura organizacional”, no sólo se implantó para los trabajadores de la nómina diaria; también tomó cuerpo para los cuadros auxiliares, medios y superiores.
Esta labor de “culturización colectiva”, enseñó también, a no botar papeles o basura en los predios de la gran planta, a mantener los comedores pulcros y en orden; a disfrutar de jardines bien cuidados, con su grama impecablemente cortada.
El cambio en Venalum, se dio partiendo del “desconocimiento de la cultura a una cultura integral”, que se adoptó inconsciente e imperceptiblemente.
Por esta razón, Venalum, como también otras empresas del grupo, permaneció durante muchos años, manteniéndose y hasta superando metas otrora alcanzadas, gracias a una inercia ordenada, de edificante comportamiento colectivo.
Durante estos períodos, se rompieron récords de producción. Por ejemplo, en el año 2004, no solo se sobrepasó los 430.000 TMA, sino que se logró producir 442.074 TMA.
Este comportamiento no duraría para siempre. Fue un 23 de diciembre de 2009, cuando se ordenó “apagar” 360 celdas de Venalum. Detrás de esta orden, estuvo la falta de planificación, la ignorancia, la ineptitud, la desinversión y la corrupción.
Ellos asestaron el golpe más destructivo que ha podido recibir, no solo Venalum, sino la industria en particular y el país en general.
En público aparecieron, y mientras escribo esta nota, me estremezco, sintiendo como mía, esa pena ajena, el Ministro de Energía Eléctrica, Ángel Rodriguez, el Ministro del Trabajo, María Cristina Iglesias, el Presidente de la CVG, Rodolfo Sanz y el grupo de sindicalistas dóciles unos, e inquisidoramente vanguardistas otros, avalando la medida de “reducir el consumo de energía eléctrica”, por parte de algunas de las Empresas Básicas.
Luego vendría el racionamiento de electricidad y posteriormente, los cortes arbitrarios, inesperados y prolongados. Fue así como, en un principio, algunos de los trabajadores, quedaron “cesantes” pero cobrando sus mal denominados salarios.
Luego, como por “efecto dominó”, gran parte de las empresas seguirían la misma suerte. Con esta praxis, se destruyó años de culturización, de educación, de modales y un costosísimo plantel industrial.
El país entero estaba, sin saberlo, montado en el tobogán que conduciría a la destrucción sistemática, no sólo de sus industrias, sino también de cierto nivel de calidad de vida, de sueños y de futuro.
Nos encaminaron hacia el desastre económico y social. El político, ya lo teníamos. Desde entonces, uno de los parques industriales más importantes de Venezuela y de Latinoamérica, quedó devastado.
A esa procesión de tristeza y lágrimas, asistieron los trabajadores; fueron vivencias de mucha angustia, impotencia y desmoralización. Los empleos de calidad se “esfumaban”.
Luego, ante el convencimiento de que los mismos no volverían, esos mismos trabajadores pasarían a la etapa de aceptación y resignación. Por su parte los gerentes de esta tragedia, con el fin de evitar críticas y conflictos laborales y políticos, por el masivo desempleo generado, decidió mantener el personal en sus cargos, con pago de “salarios”, sin contraprestación alguna y sin sustituir la figura del patrono, por ejemplo, por el de una “bolsa de trabajo”.
Es aquí donde se comienza a destruir los valores que tanto tiempo, esfuerzo y dinero le costó al Estado. No tuvieron empacho en degradar la función del trabajo y la del salario. Les pareció mejor corromper al trabajador.
Algunos sindicatos, por su parte, en vez de luchar dignamente por sus agremiados y por una digna causa, prefirieron corromperse. Este ha sido uno de los mayores reveses en la lucha obrero-patronal; significó un vil acto de traición al movimiento sindical y a sus principios de lucha.
Es posible que Venalum, algún día pueda ser reflotada. Y si ocurriera, quisiera volver a ver esos niveles de pasión y compromiso, como los que tuvieron lugar cuando todo este proyecto nació.
A nombre de los grandes fundadores y constructores de este emporio industrial, me tomo la libertad de de darles las gracias a todos esos hombres y mujeres, que con devoción, compromiso y entrega, contribuyeron en la construcción, entre otras, de la Gran Planta.
“El único error real, es aquel del que no aprendemos nada”. Henry Ford.
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