Opinión

Valores: el gran ausente

Todos están relacionado con el mismo tema.
martes, 17 diciembre 2019

Hoy en día, todavía hay quienes hablan de valores, pero muy pocos somos quienes nos hacemos eco de su cumplimiento. Pareciera que su aplicación estuviere asociada a la crisis que vivimos. Lo cierto es que con cierta ligereza, se utiliza este término, para efectuar críticas y/o hasta para demoler prestigio de personas. Pero, ¿Qué son los VALORES? Sin mucha elaboración, los valores son simples normas que la sociedad adopta, para interactuar en armoniosa convivencia.

¿Qué diferencia hay entre valores, principios, ética y moral? Todos están relacionado con el mismo tema: conductas de común aceptación, implantadas y aceptadas para un mejor convivir. Las diferencias, sin embargo son de origen; por ejemplo, se habla de principios morales y valores éticos; los primeros tienen origen religioso, por los cual son inamovibles en el tiempo, es decir que ni el tiempo, ni los usos y costumbres, los modifica. Por el contrario, los valores éticos, también tienen fundamentos religiosos, pero son igualmente influenciados por los usos y costumbres de las sociedades que los adoptan. Esto hace que algunos de ellos, pueden cambiar con el tiempo; por ejemplo, el matrimonio; tradicionalmente, fue celebrado entre hombre y mujer, pero hoy, en alguna culturas, ha sido aceptado también entre miembros del mismo sexo.

El gran reto de la sociedad moderna, es como impartir Valores a los miembros de sus comunidades de manera efectiva, homogénea y expedita. Tradicionalmente se ha dicho que la principal fuente de enseñanza de valores, es el hogar. Por muchos siglos, eso ha sido, no solo aceptado, sino también, parte de una cultura milenaria, transmitida de padres a hijos. Sin embargo, esa forma de transmisión de los valores, tiene serios inconvenientes y su impacto conlleva a graves desajustes en la sociedad moderna. En la actualidad, vemos que ambos miembros de la parejas tienen que trabajar, lo cual implica largas horas fuera de casa y sin contacto con los niños y cuando vuelven al hogar, están cansados y la espera de realizar labores domésticas impostergables, por lo cual, su atención a los niños se minimiza. En nuestra sociedad, esta realidad, se complica aún más, cuando observamos que estos hogares, en un 70 %, son disfuncionales; es decir que normalmente falta la figura paterna, o la misma está sustituida por una persona que la asume, pero sin serla.

La escuela nunca ha sido fuente de enseñanza en materia de valores, entre otras razones, porque los maestros se dedican más a la instrucción de contenidos académicos que de buenos modales. La Iglesia por su parte, enfoca su esfuerzo en catequizar más que en enseñar Valores y modales. De la prensa, no vale la pena ni hablar; sus contenidos en general, son un rosario de noticias que reflejan las malformaciones y agravios sociales, precisamente, por falta de valores. La televisión es aún peor, pues con tecnología de última generación, se muestra con lujo de detalles, la violencia social generalizada y poco edificante, en telenovelas grotescas y noticieros amarillistas. Son escasos los programas educativos, salvo aquellos presentados por algunos canales internacionales (DW, National Geografic, Discovery, Etc.), a los cuales, lamentablemente, el pueblo en general, no tiene acceso. Por último, nos resta la Ley, esa que en Venezuela, casi todos ignoramos, transgredimos, irrespetamos, y violamos, cuando ella se “interpone” en nuestro camino de arbitrariedad y violencia.

Pareciera que son muy pocas las alternativas que existen para recuperar a una sociedad del caos político, económico y social en que estamos sumidos, pero particularmente , de esa degradante forma de comportamiento, en que se ha hecho costumbre la utilización de las palabras más soeces que diccionario alguno pueda contener. De ese “florido” lenguaje, se han hecho eco, particularmente, las féminas, como una forma de compensación por el machismo que, con razón quizás, ellas mismas combaten, pero que también ellas mismas engendran en nuestra cultura. Por supuesto que hay alternativas para cambiar la dirección de este desenfrenado tren, pero con seguridad, serán tildadas de autoritarias y antisociales. Una de ellas sería quitarles el tutelaje de los niños a sus padres, practica muy socialista por cierto, y también algo descabellado en una sociedad matriarcal como la nuestra; pero lo cierto es que algún tipo de acción colectiva debe tomarse para restablecer el orden perdido.

La propuesta es la LEY. La Ley es, la única herramienta, de general aceptación, disponible, razonable, socialmente viable, económicamente factible, legal y constitucional, que podemos aplicar para reconstruir a la Venezuela de principios y valores, de buenos modales; la educada, el país estudioso, laborioso y creador. Tenemos que volver al trabajo, con disciplina y dedicación para la refundación, refaccionamiento y reconstrucción del país que casi hemos perdido. Tenemos que volver a cultivar costumbres y tradiciones y rehacer la Nación destruida. Para todo ello, no veo mejor forma de hacerlo, cuando las circunstancias lo permitan, que instaurar un sistema Judicial verdaderamente independiente, alejado de la garra política, dispuesto y comprometido con el futuro de la Venezuela educada, productiva y desarrollada.

 

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