Opinión

…una flor para Bolívar

En medio de diversos eventos políticos en la corte, con 19 años le toca viajar por primera vez un mes a París.
lunes, 31 agosto 2020

El 24 de julio es el cumpleaños de Simón Bolívar; en este año son 237 años de
vida y significados en el destino histórico, de Venezuela y el continente, porque su presencia en nuestro desarrollo como sociedad representa un importante ejemplo de liderazgo para el proyecto nacional, resultante del proceso de la revolución independentista en el contexto político, social y económico, interno e internacional, americano y europeo.

Para celebrar su cumpleaños y a modo de una flor para Bolívar, les invito a encontrarnos en nuestros propios sueños, emociones y acciones con la edad de Simón de la Trinidad en distintos momentos de su vida.

Es importante resaltar de Simón Bolívar su resistencia ante la adversidad, la
disposición al encuentro con otros para lograr re-significar los momentos difíciles y los eventos adversos, así como el compromiso en el desafío del aprendizaje adaptativo para el logro del propósito. Eso que ahora reconocemos como resiliencia.

Le tocó sobre-montar el dolor de las pérdidas tan reiterativas en su vida, desde niño y hasta su vuelo en Santa Marta a los 47 años. Las tempranas pérdidas por muerte del padre, de la madre y del abuelo que tanto quiso a su nieto menor, son un terrible tiempo de dolor para el niño huérfano que entra a ser tutelado por un tío más ambicioso que amoroso.

En su rebeldía adolescente busca el cobijo de su hermana mayor y encuentra la atención de su maestro-preceptor, tocayo e innovador irreverente al  establecimiento educativo de la sociedad en la Capitanía de Venezuela de fines del siglo XVIII, pero quien también parte en viaje intempestivo. Hagamos una pausa reflexiva a modo de una flor para el desolado Bolívar, ubicados en su edad y sus eventos adversos.

A sus 14 y 15 años en Caracas, su querida ciudad, le toca escuchar, sentir, vivir
acontecimientos de alta significación social y política, muchos de ellos a escasos metros de su casa; de la rebelión de José Leonardo Chirinos primero y luego la conspiración rebelde de Gual y España, el drama de la vecina Joaquina Sánchez comprometida esposa de uno de los insurrectos, las persecuciones, capturas y posterior ajusticiamiento brutal en la plaza mayor de José María España y de otros integrantes del movimiento libertario con mejor contenido y propuestas, incluidas canciones y consignas, que lo constituyen en el de mayor propósito histórico, filosófico y político de todos los movimientos precursores de la independencia de nuestra América.

En medio de esos avatares que alimentan e inquietan las fantasías de su adolescencia, con 15 años se embarca por primera vez, para el largo viaje a España, pasando por las escalas de la mayor importancia colonial Veracruz,
ciudad de México y La Habana, desde donde formando parte de un convoy con naves de guerra cruza el Atlántico, y llega a España al tiempo de celebrar sus 16 años. A modo de una flor para el emocionado y asombrado Bolívar, pensemos en cada uno, con esa edad y circunstancias.

Madrid, la gran metrópolis, centro del imperio donde aún no se pone el sol; con dos tíos maternos, jóvenes y “vinculados” con la alta corte y sus intrigas; se frecuenta con el ilustre Jerónimo de Ustáriz y Tovar, paisano caraqueño 48 años  mayor que él, marqués con alta influencia en el reino, a quien asume como maestro y con disciplina se mete en su biblioteca de filosofía, historia y literatura, a la par que aprende idiomas y recibe “lecciones de esgrima, de baile y de equitación”, además estudia matemáticas, en la academia.

Visualicemos ese tiempo y esa constancia laboriosa como una flor para el tenaz y apasionado Bolívar.

A los 17 años anda enamorado de una “señorita de las más bellas circunstancias y recomendables prendas”, hija de otro caraqueño radicado desde muchos años en Bilbao y hermano del marqués del Toro un gran amigo de su familia; el futuro suegro contiene los impulsos del novio tan joven, y le impone esperar.

En medio de diversos eventos políticos en la corte, con 19 años le toca viajar por primera vez un mes a París, convertida en capital de referencia mundial por efectos de la revolución de 1789 y ahora con el poderoso ascenso de Napoleón, un joven militar de 32 años, que atemoriza las cortes de toda Europa.

Regresa a Madrid, termina la espera y dos meses antes de cumplir 20 años se casa con María Teresa, con quien se embarca en La Coruña para el viaje de luna de miel y retorno a su querencia, cargado de sueños y con la conciencia que su matrimonio le otorga el mayorazgo para administrar su cuantioso patrimonio.

Vuelta a casa, el reencuentro celebrante con los amigos y la familia; rebosantes de felicidad los recién casados ambientan y habitan en Caracas la casa del Vínculo de la Concepción, frente a la plaza mayor; luego, cargados de proyectos, se trasladan a San Mateo para atender el negocio de la familia.

Ofrezcamos otra flor para Bolívar, transformado y abrazado al amor.
A ocho meses del matrimonio, como un filoso cuchillo, la endemia tropical de la fiebre amarilla le lleva la muerte a la frágil María Teresa y con el dolor más
profundo atraviesa el corazón de Simón a los 20 años.

Cargado de luto, a fines del año 1803, desde La Guaira a Cádiz va el abatido Bolívar, con su soledad y su dolor. Al desembarcar atiende asuntos de la economía familiar; y va a compartir dolores con el también dolido suegro.

Luego se va a París en mayo del año siguiente, le acompaña Fernando Toro, allá cumple los 21 años. Regalemos otra flor de nuestra reflexión al inconsolable Bolívar.

En París, con el dolor asentado en el alma, libre pero desconcertado, sin propósito cierto da tumbos en su búsqueda de sosiego interior, se deja envolver en el ritmo de la ciudad; hasta el momento que encuentra a Samuel Robinson, su maestro de la adolescencia y acepta su invitación a caminar hacia el monte de los dioses.

Desarrollar capacidad para superar el dolor sin dejar que se instale el sufrimiento impediente que anula la vida, buscar con los otros hasta encontrar ese “¿qué nos anima?“; potenciar nuevas energías para continuar el propósito existencial, asumir el desafío adaptativo y aprender de la adversidad para no perder las oportunidades hacia las metas propuestas; hacer reflexión de los eventos, aprender de las dificultades y ampliar la visión estratégica para ser coherentes en el despliegue táctico.

En esta hora difícil en nuestro país y el mundo, rescatemos esas cualidades que permitan desarrollar liderazgo resiliente colectivo, para cuidar la vida, la
libertad y la justicia.

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