Una brisa tenue
Este viernes próximo cerramos este Año Escolar. Lo hacemos con la idea de reponer energías y ánimos, y más adelante, programar el siguiente.
El receso es bien merecido e incluso necesario, porque la nueva modalidad laboral también comporta cansancios nunca antes experimentados; este paréntesis implica mucha creatividad si deseamos obtener frutos como el sosiego, recargar pilas y completar dinámicas que se fueron quedando en el tintero.
¿De qué manera podemos plantearnos unas “vacaciones” en estos tiempos? Hoy día, para millones de personas alrededor del mundo, este periodo no supone distanciarse del ambiente de trabajo, sino todo lo contrario. ¿Cómo hacer para “romper” con esta situación, y colocarnos en condiciones más relajadas?
I
El próximo domingo leeremos la hermosísima lectura del Primer Libro de los Reyes, que narra un episodio en la vida del profeta Elías, en el capítulo 19. Es probable que en este pasaje encontremos pistas de cómo hacer la necesaria ruptura con el trabajo ordinario.
La bondad de esta lectura está en el hecho de que Elías está huyendo de la muerte y la depresión, y en esa fuga se encuentra con Dios, quien lo renueva por dentro, restablece sus fuerzas físicas y lo prepara para la misión futura; porque Elías aún no puede retirarse.
Elías fue testigo de la masacre de falsos profetas, pasados todos ellos por la espada; los seguidores de estos hombres, despechados, quieren saldar cuentas dando muerte a Elías, lo que obliga al profeta de Dios poner distancia si quiere salvar su vida.
Esta situación lo golpea interiormente, pues no termina de encajar la reacción de la población que, liberada de la idolatría, en lugar de volverse al Dios verdadero, lo que busca es venganza, eliminándolo a él.
Elías es un hombre deprimido; la soledad se abalanzó sobre él como si fuera una fiera salvaje y lo tomó por su indefenso cuello, y lo aprieta inmisericordemente amenazándolo con destruirlo.
A Elías lo acompaña la tristeza, la derrota y el cansancio. Él percibe que en tales circunstancias Dios ya no es compañero fiel, y él no es su portavoz.
Elías resuelve esconderse, desaparecer. Se esconde en una cueva. Es decir, se “entierra” al encerrarse en un hoyo.
Esta vivencia del profeta pudiera reflejar el estado de ánimo de muchos de nosotros. Es una constatación: la depresión y la soledad se han acrecentado exponencialmente también a raíz de la COVID-19. Una de las causas y consecuencias de la depresión es precisamente no saber “romper” con el activismo, y darse un descanso equilibrado.
II
Las vacaciones nos ofrecen la ocasión privilegiada de vivir y descansar en Dios, con él.
Sepultado en esa cueva, Elías vive una experiencia del todo novedosa del Dios al que había servido hasta el momento en que decidió huir: Dios no es un huracán, un terremoto o un trueno (lo fue, pero ya no), sino que es una brisa tenue. Es decir, es paz. Elías se abre a esta revelación, y encuentra la paz, y recobra todas sus fuerzas.
Entre las muchas alternativas que nos ofrecen para vacacionar en tiempos de pandemia, les ofrezco esta: descansar en Dios para hallar la paz; aferrarse a la mano de Jesús —como lo hace Pedro, que se hunde en el piso líquido, que es el lago— y vivir la experiencia de cómo nos saca del atolladero y nos da un punto donde apoyarnos.
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