Opinión

Triste

El impacto de este tipo de noticia tiene todo el potencial para hacernos maldecir a los asesinos, a la sociedad, al país, e incluso al mundo entero.
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 19 agosto 2019

El vil asesinato del niño Brayhan Navarro, jugador de fútbol en una de las categorías iniciales del club deportivo Mineros de Guayana ha causado honda tristeza y consternación. Cómo es posible que sucedan estas cosas en mi país o en cualquier parte del mundo, me pregunto y escucho respuestas que como humano me cuesta entender. Con qué corazón podemos comprender lo que pasa por la mente de una persona para realizar acciones que causen la muerte indiscriminada de cualquier persona, independientemente de su edad como el caso de Brayhan, que seguramente venía contento en el carro comentando sus logros, ilusionado con ser un gran futbolista en el futuro. Leí la noticia cuando precisamente me disponía a escribir sobre la vida después de la muerte, una cosa en la que actualmente pocos piensan por andar inmersos en los medios tecnológicos de información y entretenimiento que tienen el formidable poder de separarnos de nuestro ser interior y apegarnos a los dioses materiales de lo externo.

El impacto de este tipo de noticia tiene todo el potencial para hacernos maldecir a los asesinos, a la sociedad, al país, e incluso al mundo entero por cada barbarie e injusticia que se comete a cada minuto en este planeta que llamamos nuestro hogar, un átomo insignificante en el vasto universo cuyos habitantes son capaces de la acción más noble hasta la peor de las maldades. Yo se que esta simple opinión llegará principalmente a gente de paz, que es poco probable que sea leída por los asesinos de Brayhan, pero si por alguna providencia sobrenatural o coincidencia terrenal estas líneas llegaren a sus manos sepan ustedes que no soy quién para perdonarlos, que han logrado remover dentro de mí el mayor de los aborrecimientos que puede albergar un corazón humano, mucha violencia moral hacia ustedes, insuperable a pesar de toda la preparación y el estudio que he intentado desarrollar durante años para dominar esos demonios latentes que todos llevamos dentro. Sepan que no hay manera de que escapen a la ley, llámese humana o divina. Donde quiera que se encuentren, en su casa o en la calle, ninguna guarida les protegerá contra el brazo implacable de lo que merecen.

Que sea largo el tormento que tengan que pagar por su crimen, larga y penosa su vida para que dentro de la más abyecta pocilga tengan suficiente tiempo para pensar en la vida que le arrancaron a ese niño y en el sufrimiento que han provocado a sus familiares y amigos, especialmente a sus compañeritos del fútbol a quienes el aborrecible acto que ustedes cometieron, han colocado frente a frente con la crueldad de la vida a tan temprana edad.

Yo no lo conocí, pero como dijo Andrés Eloy Blanco, el que tiene un hijo, tiene todos los hijos del mundo, así que bendito sea este punto y aparte, hasta aquí el peso del odio que en triste hora ardió en mi corazón. Que este párrafo sirva como una oración por el alma inocente de Brayhan, que ya está ante la Poderosas Presencia de Dios, bañado por la luz del amor infinito que lamentablemente no es posible alcanzar en este mundo de maldad. viznel@hotmail.com

 

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