Opinión

Soy un violento

Es lamentablemente un elemento normalizado por nuestra sociedad el trato desigual hacia la mujer, ello aunque no lo veamos claramente, tributa enormemente en el incremento constante de los índices de violencia.
lunes, 29 noviembre 2021

Tras esa confesión existe toda una razón para que exprese una frase de tan delicado contexto y es que el gen de la violencia lo llevamos todos, en mayor o menor grado se nos ha inculcado equivocadamente que la violencia es una forma efectiva de resolver nuestros problemas, dejando de lado el traumático significado que deja la práctica de ello.

Si les invito a que hagamos una introspección, seguramente descubrirán ese elemento violento que nos ha sido legado de generación en generación, y en el caso que me ocupa en este artículo, el de la violencia contra la mujer, cuyos estándares culturales trasciende toda lógica humanista, podríamos fácilmente ver que nos han educado, sobre todo a los varones, que la mujer juega un papel secundario en el desarrollo de nuestra vida, cuando por el contrario, sino hay una mujer en esa ecuación no es siquiera pensable la existencia de ésta.

Es lamentablemente un elemento normalizado por nuestra sociedad el trato desigual hacia la mujer, ello aunque no lo veamos claramente, tributa enormemente en el incremento constante de los índices de violencia.

Cierto es que gracias a múltiples campañas nacionales e internacionales, se ha visibilizado el fenómeno de la violencia contra la mujer, pero ello no puede ni debe ser todo lo que se haga en pro de su eliminación o disminución, debemos entonces pasar ya del discurso a la acción y eso es una tarea que nos involucra a todos.

Según la psicóloga Irma Vecchionacce en su cuenta de instagram @irma.vecchionacce publicaba recientemente en ocasión al día de la eliminación de la violencia contra la mujer, que “los comportamientos asociados al uso de la violencia pueden originarse por aprendizaje, imitación o de manera deliberada” lo que nos hace concluir que ciertamente la repetición de eventos violentos en nuestras vidas y sobre todo en nuestra infancia, incidirán definitivamente a que en la adultez reproduzcamos posiblemente estos comportamientos violentos, muchos no lo identifican aún y para ello están destinadas las innumerables campañas de concienciación, es supremamente importante este primer paso y tomar acciones para corregir, cambiar y desaprender, pues reconocerlo y no hacer algo al respecto es una indolencia.

Tuvimos la responsabilidad desde el Ateneo Ecológico del Orinoco, como en los últimos años, a presentar el balance del Observatorio Guayanés de Violencia basada en género, sobre la incidencia de la violencia registrada en el estado Bolívar en lo que va de año, que cuenta con la validación de todos los organismos pertenecientes al sistema integral de protección de los Derechos de la Mujer, revelando éste un repunte del 16 % en los femicidios, siendo el municipio El Callao el que lleva la batuta con un 21% de los femicidios registrados.

La violencia sexual también tuvo un incremento del 15 % respecto al año 2020, ocurriendo el 44 % de los delitos de esta categoría en los municipios con mayor explotación minera. Pero el hecho que mayor interés despertó en el estudio estadístico es el indicador de que al menos el 47 % de las víctimas de femicidio durante lo que va de año 2021, fueron abusadas sexualmente por sus agresores, lo que debe llevar a los organismos de investigación a formularse la hipótesis que posiblemente el móvil de éstos haya sido el arrebato sexual.

Este año quisimos desde el Ateneo Ecológico del Orinoco elevar el nivel en la tarea obligatoria de la difusión y logramos para nuestra satisfacción, una muy amplia cobertura estableciendo un eje comunicacional que fue desde lo regional, lo nacional e incluso en lo internacional, gracias al llamado a nuestra convocatoria que atendieron loablemente los medios de comunicación, teniendo una importante incidencia en la comunicación y transmisión del mensaje.

Ciertamente el trabajo grueso lo lleva el estado, quien finalmente debe ser el creador y ejecutor de los planes y estrategias que en lo Internacional se comprometen año a año la comunidad de naciones, pero no toda la responsabilidad debe ser estrictamente del estado, la sociedad civil, los empresarios, los gremios, las universidades, las instituciones públicas y privadas y las familias, deben acompañar las gestiones gubernamentales que lleven como norte la disminución de este flagelo, cada uno ejecutando con responsabilidad el rol que le corresponde dentro del sistema educativo y de formación de valores.

No podemos claudicar en nuestra responsabilidad de criar y formar hijos respetuosos de todo ser humano o vivo, debemos detener ya en el seno familiar la repetición o la imitación como lo dice la psicóloga referida, de esos comportamientos que alienan y vulneran a nuestras mujeres y niñas y que hacen que éstas lo acepten como normal, transmitiendo esa normalidad al infinito de generación en generación.

No se hace un país por la violencia, lo que ha sido arrebatado con violencia pocas veces vuelve a su fuente de manera incólume, por ello en la formación ciudadana debe estar inmanente esa obligación de inculcar valores de igualdad y de respeto, que no es tarea exclusiva ni principal de las escuelas, pues ese acercamiento primario a estos valores no debe venir de otro lugar distinto que no sea de la familia. Reconozcamos nuestra propia violencia, corrijamos nuestros comportamientos, si lo pudimos aprender, lo podemos desaprender, es una tarea de todos y de todos los días, no todo es responsabilidad del estado, del gobierno, de las instituciones, el cambio debe comenzar ya en nosotros.

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