Soy culpable del covid
Lo que temía sucedió, mi hijo mayor se contagió de covid, y aunque no puedo decir con el ciento por ciento de certeza que su contagio se produjo en la escuela pues haría falta mayor rigor científico para precisarlo, no puedo tampoco negar esa posibilidad en un alto porcentaje, pues en estos más de dos años que llevamos de pandemia, mi hijo junto al resto de la familia hemos extremado esfuerzos por cumplir con rigurosidad el claustro hogareño que se ha exigido desde el principio, como una de las más indiscutidas y efectivas medidas de bioseguridad.
Siempre fui y lo seguiré siendo un acérrimo detractor de la orden ejecutiva de la vuelta a clases presenciales a todo nivel educativo, el mundo ha demostrado con cierta torpeza que aún no estamos preparados para retomar esa anhelada normalidad y mucho menos lo está Venezuela, país en el que siquiera está garantizada la primera regla de bioseguridad, como lo es el lavado de manos, por la sencilla razón que no se puede garantizar el más elemental y básico de los servicios públicos: el agua potable.
Exactamente cuando se cumplían los primeros veinte días del retorno a la presencialidad escolar, comenzaron aparecer los primeros contagios en el seno de los colegios, docentes, trabajadores y alumnos de diversos colegios de Puerto Ordaz fueron los saldos iniciales de las consecuencias de tan irresponsable medida, algunos colegios tuvieron la sensata responsabilidad de comunicar públicamente los contagios y procedieron a suspender las actividades, pero otros entre los que se cuenta el colegio donde acude mi hijo, asumieron el problema con tanta irresponsabilidad que no sólo no suspendieron las clases presenciales, sino que tuvieron la desvergüenza de publicar un comunicado donde solamente expresan, que los padres nos hemos hecho eco de rumores, cuando tengo la certeza que al menos seis compañeros de salón de mi hijo dieron positivo tanto ellos como sus familiares cercanos.
He venido desde hace bastante tiempo advirtiendo sobre los riesgos de esta medida si se quiere criminal, someter por obligación a toda una comunidad de niños y adolescentes al riesgo de contagio bajo el ardid de que la nueva normalidad es la regla y la inmunidad de rebaño es el objetivo, cuando es claro que para alcanzar esa inmunidad aún no se logra el número ni se logrará en corto tiempo de vacunados, producto de todas las torpezas que se cometen en la ejecución del plan de vacunación, como la de no contar con el suficiente personal técnico especializado para su implementación, como ocurrió recientemente cuando acudí a vacunarme y luego de más de cinco horas tuve que retirarme, sin lograr el objetivo ya que sólo estaba una persona aplicando el vital medicamento a centenares de personas que esperábamos con pasmosa impaciencia.
Sobre el tema central de este artículo sólo me queda recalcar lo que he expresado desde el pasado, la salud, la protección de sus derechos, su bienestar físico y psicológico, el libre desarrollo de su personalidad y la libertad de desenvolvimiento en la sociedad, son obligaciones legales que según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y Ley Orgánica para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes deben ser corresponsabilidad del Estado junto a los padres, lo que hace que emerja la siguiente interrogante ¿De quién será entonces la responsabilidad de estos contagios acontecidos en Colegios y Escuelas de Puerto Ordaz?. Deben en consecuencia, en resguardo de la vida de miles de niños y adolescentes, para desagrado de muchos pero para tranquilidad de una mayoría, volver las clases bajo la modalidad virtual.
Pero esta irresponsabilidad no es exclusiva de estos espacios, lamentablemente veo con extrema preocupación como el gobierno regional, municipal y parte del tren ejecutivo de las empresas básicas, han decidido tozudamente saltarse las prohibiciones y en un franco desacato a las reglas de distanciamiento social y evitar aglomeraciones o concentraciones pública masivas, organizando diversos eventos de multitudes donde las normas de bioseguridad han brillado por su ausencia, el encendido del árbol en la Plaza del Gallo en San Félix y más recientemente el encendido de las luces de la Redoma de la Piña en Puerto Ordaz, son tan sólo dos ejemplos de lo irresponsable que son tanto los promotores como los asistentes de esos eventos.
En este punto es bien importante que calibremos nuestra posición, cierto es que el sector comercio es el más afectado con la pandemia, producto de las prohibiciones a las que se ha visto sometida la humanidad en pleno, así lo indican los números que dan parte del desplome que ha sufrido la economía a nivel mundial y nacional, también el sector cultural y de entretenimiento ha padecido idénticas calamidades, debido a que la presencialidad es el elemento primordial de este sector de la productividad, pero también hemos visto cómo desde la reinvención de estos sectores a través de la virtualidad, ha sido posible asegurar su permanencia en el mercado y su permitir su reflote económico.
Es importante resaltar que toda esta explosión de multitudinarias concentraciones, acontece en medio de las noticias mundiales y nacionales de un rebrote de la enfermedad, producido por la expansión de la cepa delta como mutación mucho más viral que sus antecesoras.
Países del primer mundo tanto orientales como China y Japón y europeos como Alemania y España, donde si se garantizan servicios públicos de primer nivel, han decidido retomar las restricciones en algunas de sus fronteras, en la dinámica social en todo ámbito y también en el desplazamiento aéreo de migrantes, toda vez que se han encendido nuevamente las alarmas científicas debido a una posible tercera ola de contagios, mientras tanto en nuestras realidades nos rebosa la sangre cuando nos invitan a que nos aglomeremos masivamente en eventos públicos y acudimos así sin más.
Es una verdad inconmesurable que una gran mayoría no puede ni podrá en corto tiempo respetar al pie de la letra la regla anticovid número uno: Quédate en casa, ya que trabajan el día a día para lograr el sustento diario, lo contrario sería sucumbir ante la muerte por hambre que debe ser peor y hasta más agonizante que la producida por el propio covid, pero de esa realidad forzada a la otra cara de la moneda como acudir a cuanta comparsa o templete se le ocurra organizar a los irresponsables que nos gobiernan, demuestra que quizás no todo sea culpa nuestra, pero sí que gran parte que la RESPONSABILIDAD COLECTIVA ANTE NUEVOS CONTAGIOS DE COVID TAMBIÉN YACE EN NOSOTROS.
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