Opinión

Sin honestidad no hay cambio

"Ahora somos protagonistas del triste espectáculo de ir a ese país"
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 24 junio 2019

El cambio debe ser radical y urgente, uno porque tiene que ser de raíz y otro porque ha de comenzar ya. Los errores de la revolución bolivariana son indiscutibles, pero los de la oposición parecen diseños exquisitos para empeorarlo todo, acaso porque el odio y el temor que sienten por la palabra socialismo intensifica su obsesión contra el gobierno, aun a costa de la grotesca genuflexión que despliegan frente al imperio estadounidense. Ni hablar de quienes mantienen su adhesión al ideal bolivariano, con la condición de que no afecte el modo de vida que disfrutan mediante tropelías y privilegios. Y en medio de todo este escenario, una lánguida llama se mece en el centro de la tormenta: El pueblo impotente sufriendo el bochorno de acusaciones masivas que segmentan nuestra sociedad en legiones de mentirosos, vende patria, ladrones, asesinos, aprovechadores y corruptos. Un panorama perfecto para recoger los vidrios, pero eso no puede ser.

Ahora tenemos que el diálogo es en Noruega. ¿Saben ustedes cual es el sistema político-económico de ese país: El socialismo. Ellos ocupan los primeros puestos en indicadores sociales como educación, economía, derechos civiles, calidad de vida y desarrollo humano. Una de las claves más importantes de semejante desarrollo es el estado de bienestar, un modelo público implementado después de la segunda guerra mundial adoptado primero por Noruega precisamente, que lo hizo bajo un gobierno de izquierda imponiendo incluso ideas extremas como el control de precios y de los bancos, pero siguiendo el modelo capitalista en una economía de mercado. El modelo ha sido tan efectivo que hasta el presente por Noruega han pasado gobiernos de izquierda y de derecha, todos respetando el modelo del estado de bienestar que ubica a ese país como uno de los más ricos y de mayor desarrollo humano del mundo, de hecho una información reciente señala que tienen un problema: no hayan como gastar su inmensa riqueza en petrodólares, que desde finales de los años 1990, el país escandinavo coloca religiosamente en un fondo destinado a financiar a largo plazo su generoso estado de bienestar. Y lo más importante, ¿saben cual es la plataforma sobre la cual se asienta esa prosperidad y riqueza? Pues en una que no tiene sustituto: La honestidad.
Cabe preguntarse si es allí y no en el grado de evolución donde reside nuestra diferencia con los noruegos. Yo no tengo dudas. Desde que tengo uso de razón escucho este mismo problema, esta maldición diría quizá con mayor acierto y siempre ha sido el mismo ritornelo (la misma canción diría mi madre) que nos condujo al estado al que hemos llegado. Con razón, más de medio siglo con la misma gota en la frente no lo aguanta nadie.

Ahora somos protagonistas del triste espectáculo de ir a ese país, no a aprender cómo ser más productivos y prósperos sino a que nos tomen de la mano, y por caridad nos ofrezcan un espacio de luz con la esperanza de que sea efectivo contra la ceguera. Son más de 16.000 kilómetros de ida y vuelta que hay que recorrer para que unos perfectos extraños escandinavos nos levanten tempranito, nos den el desayuno y nos lleven a un aula a enseñarnos normas de buen comportamiento y organización, y además de autentico sentido patriótico al mostrarnos por los ventanales del salón o a través de la ventanilla del avión, la diferencia entre la teoría y la práctica de la honestidad, como poderoso sostén del socialismo o de cualquier otro sistema de gobierno cuando la patria se ama de verdad.

viznel@hotmail.com

 

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