Opinión

Sicariato político

El ascenso al poder ha sido históricamente el anhelo más apetecible de los deseos humanos,
lunes, 14 agosto 2023

El sicariato es uno de los delitos considerados por la doctrina jurídica como uno de los delitos mayores o de gran entidad, lo que supone evidentemente un mayor acento al momento de procesar todo lo que envuelve su planificación, ejecución y procesamiento judicial, mucho más cuando éste es cometido contra una persona de alta connotación o de relevancia en el ámbito social y político.

La eliminación del adversario ha dejado de ser una expresión sarcástica en el acontecer político de las últimas décadas a nivel mundial, prueba de ello son los distintos casos que se reconocen en los que han sido asesinados o encarcelados dirigentes políticos en carrera presidencial o de ascenso.

Estados Unidos, México, Colombia, Rusia, Nicaragua y ahora Ecuador se apuntan en la lista de países en los que se han sucedido estas criminales eliminaciones, bien por muerte a manos de sicarios o por cuestionables y dudosos encarcelamientos.

Desde la óptica jurídica al sicariato se le puede estudiar desde la posición garantista del estado, es decir, aquella que le obliga a éste a resguardar la vida de los ciudadanos, por tanto el derecho a la vida es el principal bien jurídico protegido por el legislador y por ello estableció, que si bien no puede materialmente impedir todos los sicariatos, le impuso en Venezuela, la pena máxima de treinta años de prisión como pena a los condenados por este delito.

Ahora bien, lo jurídico pareciera no ser la principal preocupación en este tipo de casos, pues el sistema judicial posee todo lo necesario para procesar a los responsables de estos delitos, con sus garantías y derechos obviamente, por ello lo que debe llamar la atención en este tipo de situaciones es su planeación y su ejecución y la trascendencia que tiene lo político entorno a estos crímenes.

El ascenso al poder ha sido históricamente el anhelo más apetecible de los deseos humanos, la dirección de la política nacional contenida en la figura de Presidente es por lejos, la posición con la que se asocia ese poder ilimitado, como el genio de la lámpara es entonces como ha sido concebido por muchos en su imaginario el cargo presidencial, por ello en ocasiones cometer delitos es lo de menos si la apetencia es desmedida.

Pero no sólo son esas causas humanas ordinarias como el poder, el dinero y la ambición la que mueven este tipo de crímenes, podría decirse que en esta vorágine globalista de agendas y contra agendas, la geopolítica viene a incidir en ese cada vez más complicado ajedrez de enroque mundial, no queriendo decir con esto que países son utilizados para inclinar la balanza en favor de rojos, azules, verdes o violetas, pero hay hechos que dejan más evidencias en lo que no se dice de ellos que en lo que se dice.

Esta introducción nos lleva directamente al debate en tendencia, producto del repudiable y despreciable sicariato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, muchas cosas observables y censurables quedaron en evidencia.

La primera de ellas es el precario o inexistente esquema de seguridad personal del candidato, la sobreexposición que producto de su posición como candidato presidencial en un país crispado por la violencia regional, era motivo suficiente para brindarle incluso desde el estado, un esquema profesional y estandarizado de protección personal, mucho más cuando a causa de su estilo franco de hacer política y de sus lacerantes discursos, se labró evidentes enemigos que por fuerza de la lógica deberían ser hoy los principales sospechosos.

Otra de las aristas visibles del lamentable y siniestro evento es la baja del autor material del sicariato en poder y custodia del estado, situación que debe generar una alta preocupación, pues esto necesariamente revela posibles complicidades y hasta coautores posteriores al crimen, debido al evidente encubrimiento que supone la extraña muerte del autor en sede de la Fiscalía, donde se suponía debía estar a buen resguardo.

Esto revela una evidencia descomunal que los autores intelectuales del crimen manejan cierto poder dentro de las estructuras del estado, lo que parece confirmarlo la medida de auxilio técnico que el gobierno de Ecuador ha solicitado al Bureau Federal de Investigación de los Estados Unidos, lo que ocurre bien por la asunción de esas complicidades internas o por el reconocimiento de no manejar buenos esquemas de investigación de casos complejos o tal vez un mix de ambos.

Llevando el debate al plano doméstico debo decir que se han venido dando escenarios políticos previos muy parecidos a los ecuatorianos.

Tal es el caso de las conocidas agresiones a los candidatos presidenciales, específicamente contra Henrique Capriles y María Corina Machado, ésta última incluso ha recibido amenaza directa del Gobernador del Estado Trujillo, lo que valió la orden de inicio de investigación por parte del Ministerio Público, sin embargo no se ha generado ninguna otra acción de resguardo por parte del Estado, preocupante, muy preocupante.

Lejos estamos de recibir y aplicar aquella añeja pero útil recomendación del filósofo español Fernando Savater, que nos aconseja que para vivir en democracia debemos entender que los adversarios políticos no hay que eliminarlos, lo contrario, agrego yo, es aceptar que aun vivimos en barbarie, pero que valioso sería algún día entender esa conseja del maestro.

Dios proteja a nuestros políticos, sean de uno o de otro bando, nadie debería morir o perder la libertad por pensar distinto, pero desde que el mundo es mundo la cárcel y el cementerio nos confirman lo contrario.

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