Semana en domingo
El radicalismo de Trump
Tal como pasó con la irrupción del chavismo en nuestro país, el radicalismo político de Trump está provocando una división en el seno del pueblo norteamericano, que en contrario a lo que fue su lema de campaña, puede terminar debilitando a la primera potencia mundial. Porque una nación dividida es una nación debilitada.
Lo que no habrían logrado nunca China o Rusia, por sí mismas, lo está logrando Trump, al incitar a una parte de los norteamericanos a considerar como sus principales adversarios a la otra parte de su mismo pueblo.
Ese radicalismo es un elemento muy peligroso en medio de una situación que ya era grave por la mayor amenaza a la raza humana, como lo es la pandemia del Covid 19.
La actitud de Trump, se corresponde con la conducta de un hombre que no es capaz de controlar sus emociones. Por eso muchos norteamericanos consideran que nunca debió haber llegado a la presidencia de los Estados Unidos.
La posibilidad de su derrota electoral, ha puesto de manifiesto la verdadera personalidad de quien antepone el objetivo de mantener el poder, por encima del interés nacional.
Porque es probable que una revisión a fondo de los votos emitidos por los norteamericanos le dé la victoria, pero adelantarse y decir que hubo un fraude, y al mismo tiempo plantear que no se deben seguir contando los votos emitidos por correo antes de la fecha de la votación presencial, es poner una bomba explosiva en el corazón de la democracia norteamericana.
El que ganó la presidencia hablando de hacer grande a su nación, ahora adopta una actitud que representa por sí misma la mayor amenaza a la democracia norteamericana, cuyas consecuencias pueden traspasar sus fronteras y alterar el equilibrio geopolítico y militar en el planeta.
Esta crisis electoral pone a prueba la fortaleza de las instituciones del Estado norteamericano, como nunca antes, y demostrará si son capaces de contener el desborde de cualquier dirigente político que intente dividir a esa nación.
Lo sensato y prudente en una situación como la existente tras esas elecciones, es pedir a los organismos correspondientes la revisión de los resultados y, si se confirma que hubo irregularidades, exigir el castigo de los culpables.
Una cosa es defender un eventual triunfo en unas elecciones, y otra muy distinta es sembrar la semilla del odio y la división en el seno del pueblo de una nación.
Covid 19
Poco a poco está creciendo en la población la creencia de que está disminuyendo la amenaza de la pandemia del Covid 19, porque es menor el reporte de nuevos contagios, que diariamente hace el gobierno.
Si esas cifras son ciertas, es evidente que han sido acertados el confinamiento y las otras medidas asociadas a la cuarentena. Pero si las medidas han tenido éxito, hay que mantenerlas, como el uso de las mascarillas y el distanciamiento social, aunque en estos últimos días se ha visto una cierta tendencia a considerar que ya el peligro pasó y se puede volver a la normalidad.
Ha habido un incremento de las reuniones sociales y familiares que, según todos los expertos mundiales, son las que provocan el mayor porcentaje de nuevos contagios.
Porque hay cierta tendencia a creer que los familiares no son fuente de contagio, y es precisamente allí en donde está el peligro, porque un familiar contagiado, asintomático, puede regar el virus durante días, en el hogar de quienes consideran que están salvo porque no han salido de sus casas.
Si las medidas han logrado aplanar la curva de crecimiento de nuevos contagios, precisamente por eso hay que mantenerlas. En Europa lograron aplanar la curva de crecimiento de nuevos contagios, pero de inmediato suspendieron algunas medidas y la consecuencia es el rebrote actual, que en muchos de esos países es peor que la primera ola de contagios.
La posibilidad de contagio con el Covid 19 sigue siendo la misma, aunque las medidas hayan logrado contener el índice de crecimiento de nuevos contagiados.
En otras palabras, el virus sigue igualito en la calle y por eso hay que mantener las medidas de protección personal y distanciamiento social. Y según los expertos, vamos a tener que acostumbrarnos a vivir con estas medidas de protección, porque esto del Covid 19 va para largo.
Capacidad de adaptación
Los sociólogos le dan interpretaciones diversas a la adaptación de los pueblos a las distintas circunstancias que les toca enfrentar. En el caso de la crisis venezolana, muchos consideran que esa adaptación es pasividad, y hasta cobardía, por no salir a las calles a enfrentar las armas de régimen.
Pero yo no me refiero a eso, sino a la cantidad de soluciones que la gente les da a los problemas cotidianos que nos afectan a todos. La inventiva se estimula en medio de la crisis, porque en este momento, por encima del hecho político, la prioridad para muchos venezolanos es ver cómo hace para que su familia sufra la menor penuria posible.
Eso es admirable, y en mi opinión es producto de la convicción de que el gobierno no nos va a resolver nada y que la sobrevivencia diaria nos la tenemos que buscar nosotros mismos.
Y no es tarea fácil, porque cuando resolvemos algo, de la manera que sea, enseguida nos cae encima otro problema, que igualmente hay que enfrentar. Esto es una tarea diaria, que a muchos venezolanos les deja poco espacio para dedicarlo al análisis de la situación política.
CUATRO.
Uno. Está por las nubes el precio de los pasajes por tierra, y a partir de allí podemos imaginar cómo será el costo de los pasajes aéreos, cuando se reanuden los vuelos, que uno espera que sea antes de Navidad. Pero si un puesto en carro está costando 50 dólares, por un trayecto que se hace en menos de una hora, cualquier pasaje en distancias largas, en diciembre costará más de 100 dólares. Solo como referencia: un boleto aéreo desde San Juan de Puerto Rico, hasta Tampa, en Florida, se consigue en 110 dólares. Y de Miami a Orlando, 60 dólares, en avión. Si se tasan en dólares, los pasajes aquí deberían ser parecidos a los del exterior, pero en algunos casos son más del doble. En estos días, un pana me dijo que le cobraron 800 dólares por un viaje en carro hasta Caracas, él, su esposa y su hija.
Dos. Cada quien decide si celebra o no esta Navidad, en la situación en la que estamos. Yo sostengo que es una oportunidad para reparar en algo el daño cerebral que nos pueda estar provocando la crisis en la que estamos inmersos. Es una oportunidad para refrescar el espíritu y el alma, si es posible al lado de las personas que más queremos. Es verdad que a la situación que teníamos, ahora se suma la pandemia, pero precisamente por eso es más necesario este respirito navideño. Dejar de celebrar no va a influir para nada en lo vaya a pasar con esta crisis. No vamos a estar peor, pero en cambio tendremos unos días con cierto nivel de mayor alegría. Ya en enero volveremos a sumergirnos de cabeza en los problemas, que serán los mismos, celebremos o no.
Tres. Hace algunos meses, la mayoría de la gente estaba dispuesta a ponerse cualquier vacuna, con tal de inmunizarse contra el Covid 19, pero ahora eso depende, porque algunas despiertan temores por las versiones de que fueron desarrolladas a la carrera, sin muchas pruebas. Y la OMS contribuye a ello, al negarse a certificar algunas vacunas, aduciendo que no presentan pruebas confiables de que realmente inmunizan y no tienen efectos secundarios. De todas maneras, creo que todos los seres humanos deberíamos tener derecho a decidir si nos ponemos una vacuna, sea cual sea, porque se trata de nuestro cuerpo, nuestra salud y nuestra vida. Solo en la Alemania Nazi se usaba a seres humanos como cobayas o conejillos de indias en experimentos científicos sin su consentimiento o, mejor dicho, contra su voluntad.
Cuatro. Algunos observadores políticos están afirmando que en estas elecciones presidenciales de Estados Unidos, tuvo influencia la masiva presencia de venezolanos en Florida, porque la mayoría de ellos consideran a Biden muy inclinado a la izquierda, lo que movió su voto hacia Trump. De otra manera el triunfo de Biden en Florida habría sido amplio. Aunque la migración cubana fue mucho antes que la nuestra, esa población se integró totalmente a la sociedad gringa y actúa como norteamericanos, cada vez menos dependientes de lo que pasa con Cuba. La población descendiente de cubanos vota indistintamente por demócratas o republicanos. Pero los venezolanos, recién llegados, todavía actúan como extranjeros, votando según lo que imaginan será la posición respecto a Venezuela, del presidente que elijan con su voto.
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