Opinión

Semana en domingo

Le ponen más encono a las críticas a Guaidó y a la dirigencia opositora, que a las críticas contra el gobierno.
domingo, 18 octubre 2020

Creer en nadie
Por estos días asistimos a una lucha política en la que nadie cree en nadie, aún siendo del mismo bando.

Dentro de lo que era el chavismo, los hay que siguen creyendo en el proyecto ideológico del líder originario de todo, pero rechazan la gestión de Maduro.

También hay un sector, creciente en mi opinión, que ya se convenció de que esto no pasó de un mal sueño, casi llegando a pesadilla.

Y digo, para ellos, porque para el resto de los mortales de este terruño, esto es pesadilla de las más feas que se puedan imaginar.

Pero esa diáspora es peor en el seno del bando opositor, fragmentado como está en mil trocitos, que numéricamente suman mucho, pero políticamente son ineficaces.

El peor problema es que una parte de ella exige que Maduro se vaya de inmediato, pero no aportan más que críticas a su dirigencia, sin asomar cuál sería la vía para conseguirlo. No dicen cómo, y mucho menos con qué, pero le critican a Guaidó que no haya echado a Maduro, como si no se hubiera hecho nada al respecto.

Le ponen más encono a las críticas a Guaidó y a la dirigencia opositora, que a las críticas contra el gobierno.

Dicho está que no hay peor astilla que la del mismo palo, y tendrá que ser cierto, porque aquí el que goza con esa lucha intestina es Maduro, porque el adversario se debilita a sí mismo, sin que eso le cueste esfuerzo alguno.

Y además, en plena recta final hacia las parlamentarias, se acentúa la división opositora, que no logra unirse ni siquiera para dejar de ir a votar.

Guaidó lanza una consulta, buscando una respuesta masiva en rechazo al régimen, y la primera que sale a sabotearla es María Corina, gritando que aquí no hacen falta más consultas, sino sacar a Maduro. Pero tampoco dice cómo, con qué y con quiénes.

Porque aquí ya sabemos quién es el que lo tiene todo para mantenerse en el poder, mientras no se encuentre una solución de continuidad, que es lo que queremos que María Corina aporte.

El que considere que todos los dirigentes opositores no sirven, lo primero que debe hacer es proponer entonces vías distintas para lograr el objetivo. Pero propuestas racionales, concreta y realizables, en lugar de criticar por criticar.

Y respecto del alacrán, es de los pocos animales que son sensibles a su propia ponzoña. En otras palabras, muchos opositores se están emponzoñando a sí mismos, para regocijo del régimen, que celebra la guerra a cuchillo que libran entre ellos sus adversarios.

Y será tanta la alegría del régimen, que Maduro llama a celebrar la Navidad, como si aquí no estuviera pasando nada. ¿Coronavirus y hambre? ¡Por favor! ¿Qué es eso?

A inventar
A fuerza de pasar el tiempo, que ya van 7 meses de cuarentena, lo que en principio era excepcional, se ha vuelto rutina. Uno termina por habituarse, porque hay una definición de lo que es la inteligencia, que a mí me gusta mucho: Es la mayor o menor capacidad del ser humano, para adaptarse a las condiciones en las que está obligado a vivir.

Por eso la gente le busca solución a algunos problemas que nos planteó esta pandemia.

Caminar para no usar el carro por falta de gasolina, usar bicicletas o motos en lugar del automóvil, programar mejor las compras para salir menos de casa, preparar comida en mayor cantidad para ahorrar gas, preparar comidas alternándose entre vecinos, usar servicio de entregas a domicilio para no salir a la calle.

En fin, que cuando es posible se buscan alternativas para hacer más llevadero este encierro, porque en la calle anda suelto el coronavirus.

Por supuesto que hay problemas fuera del alcance de la población, como por ejemplo la falta de gas, porque en el medio rural existe la posibilidad de usar leña, pero en un apartamento eso luce complicado. La gente inventa, porque no queda otra alternativa. “Por ahora”.

Una salida
Se dice que lo último que se pierde es la esperanza, aludiendo a que sin esperanza no hay vida. Y es cierto. Pero muchas veces ese atisbo de esperanza tiene que partir de una razonable posibilidad de que se logre lo que se ansía.

Una esperanza irracional, conlleva a un duro golpe cuando la realidad imponga la imposibilidad de alcanzar la meta. Y el otro aspecto importante es el condicionamiento para que alguna esperanza se haga realidad.

Nosotros queremos que esto cambie, que el país recupere su democracia plena, su libertad y su normalidad institucional. Pero para que ello sea posible tendrían que darse dos elementos: Que el gobierno rectifique, o que logremos un cambio de gobierno.

Para que podamos mantener alguna esperanza, uno tiene percibir alguna posibilidad de que alguna de ellas se pueda alcanzar. Si alguien, en un análisis racional del escenario, llega a la conclusión de que no hay posibilidad de que se logre alguna de esas dos salidas, es inútil pedirle que no pierda la esperanza.

En las redes hay quienes lo primero que hacen muy temprano en la mañana, es difundir mensajes pidiendo que no perdamos la esperanza. Pero los hechos políticos y los problemas cotidianos van en otro sentido, haciendo que en el alma de los venezolanos, lo que queda de esperanza sea cada vez menor.

Afortunadamente, aparte de lo ideológico, está el malestar que genera la cantidad de problemas que los venezolanos tenemos que enfrentar a diario, cada vez más intolerables. Toda esta situación provoca rabia, que alimenta la esperanza de un cambio. No hay lugar para la conformidad.

CUATRO
Uno. En estos días cuando me ofrecieron hallacas a 5 dólares cada una. En un primer momento me alarmé, considerándolo un precio escandaloso. Pero luego me pongo a revisar el precio de los ingredientes y llego a la conclusión de que es difícil hacer una hallaca con menos de 4 dólares, a lo que habría que incluir el valor del trabajo y la utilidad. Creo que si ya habíamos reducido el número de hallacas que hacíamos hace algunos años, ahora habrá que seguirlo recortando. Pero hay que hacerlas. Y si la hallaca sola cuesta 5 dólares, ¿A cómo pondrán entonces el Plato Navideño, que además lleva, o llevaba, pan de jamón, ensalada de pollo o gallina y una tajada de pernil?

Dos. El dólar sigue subiendo gradualmente, y con él los precios, pero en la población se percibe menos el impacto de la inflación, porque mucha gente se mentalizó con los precios en dólares, que varían muy poco. Claro que la inflación va junto a la paridad cambiaria, pero poco a poco avanza la dolarización, y eso en parte le resuelve un grave problema al gobierno. Es una lástima que el gobierno haya dilapidado todos los ingresos que tuvo el país en los últimos años, porque de lo contrario sería posible decretar formalmente la dolarización de nuestra economía, para resolver este Nudo Gordiano de una buena vez. Pero si se dolariza, el gobierno no podría seguir imprimiendo dinero inorgánico y tendría que limitar el gasto oficial a lo que sea su presupuesto en dólares.

Tres. Mi sitio Esequinotas, en Instagram, publicó esta semana que Guyana quiere reactivar la mina de oro Omai, a orillas del río Esequibo. Hace años, esa fue la mina más productiva de Suramérica, con 3,7 millones de onzas, en un período de 13 años. A 400 dólares de precio promedio por onza en ese tiempo, fueron 1.480 millones de dólares, que el gobierno de Guyana se llevó de nuestro Esequibo. Y lo peor es que se lo sigue llevando. Lo otro importante es que el nuevo presidente guyanés quiere renegociar la concesión a la Exxon, para explotar petróleo en el mar patrimonial del Esequibo. Pero con los altísimos costos de la explotación de crudo, mar afuera y a grandes profundidades, es probable que a Exxon no le quede mucho margen para aceptar el aumento de la regalía e impuestos que paga a Guyana. Habrá que estar pendientes de la evolución de este tema.

Cuatro. Nada para los pobres, porque el tratamiento para Covid 19, con Remdisivir, de seis inyecciones, cuesta 3.200 dólares. A Trump le pusieron una inyección de REGN-COV2, fabricado por la empresa biotecnológica Regeneron, cuyo tratamiento, de una sola inyección de 8 gramos, cuesta 15.000 dólares. En junio, Trump compró a la farmacéutica norteamericana Gilead Sciences, todo el Remdesivir que produjo en julio, el 90 por ciento de lo que fabricó en agosto y el 90 por ciento de septiembre. El mundo entero no pudo comprar ese medicamento durante tres meses. Pero no vayan a creer que Trump lo compró para donarlo, porque lo distribuyeron a hospitales que lo pagaron, para venderlo a sus pacientes. La propia danza de millones.

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