Opinión

Semana en domingo

Para que la abstención pudiera tener un efecto práctico en la evolución de nuestra crisis, tendría que ser absoluta.
domingo, 16 agosto 2020

Jugarse a Rosalinda
Proponer abstenerse en estas próximas elecciones es una apuesta arriesgada. Es como jugarse a Rosalinda en una partida con dados trucados. Y es una apuesta arriesgada porque una parte de la oposición va a participar en las elecciones. Para que la abstención pudiera tener un efecto práctico en la evolución de nuestra crisis, tendría que ser absoluta. Que no participe ningún partido o grupo de la oposición. Y además, los partidos de la oposición hoy tienen una militancia muy reducida, frente a las inmensas mayorías opositoras que no son parte de ninguna organización. Son inmensas mayorías realengas, buscando un líder que las oriente en su deseo de un cambio de gobierno. Creo que conté que hace dos años, en una cena privada con Eduardo Fernández, expresé que esta no es la hora de los partidos políticos, sino de un líder que canalice el descontento mayoritario. Porque para muchos venezolanos, los responsables de haber servido el escenario para que Chávez lograra el poder, son los partidos políticos, que dirigieron el país por décadas olvidando a esas mayorías paupérrimas a las que embrujó el llamado mesiánico de un líder que les prometió redención. Hoy hay una mayoría abrumadora de quienes rechazan esta forma de gobierno, pero que solo puede expresar su fuerza en las urnas electorales, porque ha ensayado todas las otras formas de expresión, pacíficas y violentas, y eso no ha tenido ningún resultado. Quienes nos llaman a no votar, no nos dicen qué es lo que se va a lograr con esa estrategia, más allá de asegurar que la comunidad internacional no reconocerá la Asamblea que surja de las elecciones de diciembre. ¿Cuál es la hoja de ruta post electoral? Porque más de 70 países no reconocen a Maduro como presidente, y eso no nos ha servido de nada. Frente a los más de 70 que no lo reconocen, Maduro se sostiene solo con el apoyo de China, Rusia, Irán, India y Turquía. ¿Por qué tendría que ser distinto si esa misma comunidad internacional no reconoce la nueva Asamblea? El líder opositor que tiene más credibilidad es Guaidó, muy por encima del porcentaje de seguidores de los partidos, incluido el suyo, y probablemente una buena parte de los venezolanos seguirá su llamado a no votar. Pero él mismo se está jugando su futuro político, si la abstención no provoca algún resultado práctico. Ya mucha gente cuestiona que esta Asamblea Nacional, de clara mayoría opositora, no haya logrado resultados concretos, en cuanto al avance hacia una transición. Incluso se le cuestiona que ni siquiera fue capaz de ponerse de acuerdo para designar un nuevo CNE, lo que le despejó el camino al TSJ para que otra vez designara a los rectores, como en efecto lo hizo. Y también es un contrasentido que quienes no fueron capaces de designar al nuevo CNE, ahora aleguen que no debemos votar como protesta porque los rectores fueron designados por el TSJ. En lo personal voy a aceptar el llamado de Guaidó, aunque mucho me temo que esta abstención no va a contribuir a resolver positivamente la difícil situación que estamos viviendo.

¿Qué podíamos haber hecho?
Se me ocurre que el escenario fuera otro si la oposición, como ocurrió en 2015, tuviera una tarjeta unitaria única. Toda la población opositora sabría perfectamente por quién votar, aunque el gobierno estimule el lanzamiento de candidatos falsamente opositores, para dividir. La abrumadora mayoría opositora, ahora superior a la que fue en 2015, es imposible de neutralizar con algunas triquiñuelas a la hora de contar los votos. Si en una mesa de votación hay 500 electores y por ejemplo votan 400, el resultado tiene que reflejar lo que dicen las encuestas: por lo menos el 80 por ciento de la población está descontenta con este gobierno. Si alguien prolonga el cierre de las mesas, para llenar los espacios vacíos de quienes no votaron, ni siquiera sumando esos 100 votos podría alterar la tendencia ya expresada en las máquinas durante el día. Queda claro entonces que, si las grandes mayorías opositoras acuden a votar masivamente, no hay truco que valga. Ahora –y no queda otra alternativa que decirlo de frente- el problema es que todos los dirigentes, partidos y grupos opositores no lograron un acuerdo para participar en estas elecciones con tarjeta y candidatos únicos. Lo que hay, lamentablemente, es una fragmentación total en las fuerzas opositoras, unos por apetencias personales y otros por diferencias en cuanto a la estrategia para enfrentar al régimen. Pero cada uno anda por su lado y en esas condiciones es prácticamente imposible lograr acuerdo para ir unidos a estas elecciones. Estoy convencido que esa es la razón por la que nos llaman a no votar. De esa manera buscan la unidad en la abstención, cuando la debieron haber buscado en la presentación de una tarjeta única, con candidatos unitarios. Como no fue posible lograr unidad, la única opción que le quedó a Guaidó fue llamar a la abstención, porque del otro lado, del lado del régimen, ya sabemos que no hay posibilidad de disenso alguno con lo que decida el cogollo. Pero no hay unidad en la abstención, lo que augura que tampoco con esta negativa a votar se va a lograr un resultado concreto. En todo caso, como ya lo dije, acato pero no estoy de acuerdo con esta estrategia, que desaprovecha un elemento tan importante como lo es que más del 80 por ciento del país rechace a este gobierno.

Guaidó maniatado
Los partidos políticos de oposición no tienen mucha militancia, pero su dirigencia actúa en representación de todo el conglomerado opositor, incluyendo a quienes no son militantes de dichas organizaciones. Entonces se da el contrasentido de que Guaidó tiene el apoyo de las grandes mayorías del país, pero tiene que acatar las opiniones y decisiones de esas cúpulas partidistas, porque las masas independientes no están organizadas ni tienen voceros. En cierta forma, las grandes mayorías opositoras son silenciosas y pasivas, y en esas condiciones su opinión no cuenta frente a las decisiones de los dirigentes de los partidos. Los partidos han perdido la fuerza de la militancia que tuvieron hace años, pero con las características de nuestro sistema político, conservan el poder de decisión y su espíritu de cogollo, según el cual su dirigencia resuelve sin mucha consulta a la militancia. Y muchas veces, cuando se consulta a las bases, las opciones están entubadas para que el resultado sea el que la dirigencia escogió de antemano. De esa manera, Guaidó es el líder de las grandes mayorías, pero al mismo tiempo tiene la camisa de fuerza que le imponen los dirigentes de los partidos representados en la Asamblea Nacional, que por sí mismos carecen de músculo electoral. Tengo amigos dirigentes de oposición, que me dicen que hicieron todo lo posible para convencer a Guaidó de que se deslastrara de esa dirigencia y convocara a un gran movimiento nacional, inscribiendo sus candidatos a la Asamblea, pero no fue posible porque de inmediato se desató una pelea a cuchillo para imponer cuotas y candidaturas. No me gusta cuando escucho decir que hay una dirigencia opositora que está cómoda y que tal como está el país, prefiere seguirlo siendo, que asumir la titánica tarea de reorganizar el país. Creo que hay mucha gente decidida a asumir ese reto, cuando llegue, para iniciar entre todos la tarea de recoger los vidrios rotos y comenzar a reconstruir nuestro país, que a pesar de todo sigue siendo la mejor alternativa que tenemos los venezolanos.

CUATRO
Uno. Hay quienes desconfían de la vacuna que anunció Putin, no porque tengan dudas acerca de la eficiencia del medicamento sino porque se trata de Rusia. Pero si se trata de ponerse a salvo del Covid 19 creo que no importa de dónde provenga la vacuna o el tratamiento, así sea de Cuba o de Corea del Norte. ¿Si alguien se está muriendo con el coronavirus, se va a negar a tomar un medicamento porque viene de un país que no le gusta? Otra cosa son los cuestionamientos que a esa vacuna rusa le hacen los especialistas, que piden más pruebas de que fue bien probada, con éxito y sin efectos secundarios. Varios medios en Rusia dudan que sea verdad que una hija de Putin se puso la vacuna.

Dos. Tengo que suponer entonces que los directivos de Directv estaban presos solo porque no había señal. Menuda justicia la nuestra, porque llegó de nuevo la señal y enseguida fueron puestos en libertad. Son tres meses gratis, para que le cojamos el gusto y estemos mejor preparados para las nuevas tarifas, que ahora vienen desde afuera y me imagino calculada en dólares. Y es obvio que el acuerdo fue restituir la señal pero sin los canales censurados, entre ellos CNN en español y Caracol.

Tres. Me sigue preocupando que todo el esfuerzo que se ha hecho para reducir el crecimiento del número de contagios con el Covid 19, se pueda perder en un evento masivo como unas elecciones nacionales. Si finalmente se pueden realizar, tendría que ser extremando al máximo las medidas de protección personal contra el coronavirus, tanto entre los votantes en las colas como en el interior de los salones en donde estén las mesas de votación. Entre otras protecciones, tendría que haber un sistema de desinfección del teclado de las máquinas, cada vez que alguien vote.

Cuatro. La cuarentena ha hecho que algunos amigos que antes ni se atrevían a entrar en la cocina, ahora intentan preparar algunos platos, aunque básicos porque están dando sus primeros pasos. Como cocinar es mi hobby desde hace años, me pasan fotos para que vea los progresos que están alcanzando. Las esposas de varios de ellos me comentan que algunos no llegan al “extremo” de cocinar, pero ahora las ayudan a lavar los platos, porque no encuentran qué hacer con todo el tiempo libre. Definitivamente, esta pandemia de alguna manera nos cambió la vida a todos.

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