Segunda vuelta ni a balazos
El sábado próximo pasado, llegué a una panadería cerca de mi hogar a comprar unos unos panes, en la misma había una bulla de Dios y padre nuestro, que los dependientes no oía lo que los clientes pedían.
Y todo, porque por un lado estaba un televisor pasado a todo volumen el evento del V Congreso del PSUV y el IV de la Jpsuv y por el otro lado estaban varios conocidos discutiendo a todo pulmón, (pensé que era producto del evento político que en ese momento pasaba la TV), pero no, discutían por algo que en Venezuela no existe por inconstitucional o fuera de todo contexto como es la segunda vuelta electoral siempre y cuando el o la candidata presidencial de Venezuela, saque menos del 50 por ciento de los votos.
Además, aseguraban que estas dan mayor sensación de pulcritud y hasta de unidad en sentido general. Al oír tamañas locuras, opté por cerrar mi boca al considerar que lo que hablaban mis conocidos era pura paja.
A todas estas, se me acercó uno de esos conocidos y sin hacerme ninguna pregunta relacionada a cualquier caso, solo me dijo voy a leer lo que vas ha escribir esta semana.
Lo que le respondí, claro que sí mi hermano y te agradezco se los enseñé a tus amigos. Camino a mi casa, no podía entender tan ridícula conversación en pleno siglo 21.
Entrando en materia: Hemos visto que en el modelo electoral de varios países de nuestra América Latina, existe la figura conocida como “segunda vuelta” que se activa, si alguna de las candidaturas presidenciales no alcanza más del 50 % de los votos.
Según quienes diseñaron estos modelos electorales la razón es que, de esta manera, se garantiza que quien gobierne desde el ejecutivo tenga tenga apoyo popular del 50 % de los y las votantes.
De igual forma, este sistema también sirve para que, si surge una fuerza progresista en el escenario electoral que gane unas presidenciales, las fuerzas conservadoras puedan reagruparse, buscar financiamiento y volcarse a atacar a esta fuerza progresista con el fin de neutralizarla.
Cualquier liderazgo emergente que gane las elecciones en una primera vuelta, será incapaz financiera y logísticamente de sostener una campaña electoral de cara a unas nuevas elecciones con toda la derecha unificada en torno a destruirle y con todo el dinero de la banca puesto al servicio de neutralizarla.
Así podemos ver por ejemplo el caso de Ecuador, donde el candidato progresista Andrés Arauz obtuvo el 32,72 % de los votos sobre el banquero conservador Guillermo Lasso que se quedó con el 19,74 % de las preferencias.
En medio de ambos, Yaku Pérez un líder con ascendencia indígena, identificándose como progresista obtuvo el 19,3 % de los votos válidos. En ese escenario se fue a segunda vuelta. Y, estadísticamente hablando, lo “normal” era que las fuerzas progresistas (Arauz y Yaku) se unificarán para garantizar que el voto dejara fuera a los conservadores y banqueros corruptos representados por Lasso y un pacto entre la revolución ciudadana y el movimiento indígena llegara al poder en Ecuador.
Sin embargo, como no hay nada menos natural que la política y la economía, arrancó una multi millonaria campaña en contra de Arauz. Los mismos cuentos de “te van a quitar tu casa, “vamos hacer tan pobres como en Venezuela”sonando en la mayoría de los medios de comunicación del País y del extranjero era el orden del día.
Simultáneamente, se gastaron millones también en una campaña para humanizar la figura de Lasso. Desde Tik Tok, veíamos videos del banquero cocinándole en su casa a su esposa, o mostrándose hogareño en todas las formas posibles, ofreciendo empleo que le iban a permitir a los ecuatorianos vivir en familia como lo hacía él.
Poco antes de la segunda vuelta vino el remate. Aparecieron la OEA y el grupo de Lima como “observadores” y se adueñaron del sistema electoral.
No fueron a observar, fueron a tomar control político del Poder Electoral con la anuencia del gobierno y los medios de comunicación. Como si esto no fuese suficiente, un giro de posición del indigenista Yaku Pérez terminó moviendo a su militancia hacia el voto nulo, dejando a las fuerzas progresistas con un millón de votos menos. El resultado: Lasso pasó de tener 19 por ciento a tener el 52 por ciento de los votos válidos en la segunda vuelta mientras que Arauz pasó del 32 por ciento al 47 por ciento de los votos válidos con un 16 por ciento de votos nulos que hubieran podido hacer la diferencia.
La verdad es que Arauz ganó las elecciones en primera vuelta con el 32 por ciento de los votos, lo cual es más del doble del porcentaje que sacó el partido de Ángela Merkel en Alemania y con el que gobierna. También más del doble de los votos con los que Caldera ganó las elecciones y con los que gobernó cinco años con las garantías suspendidas.
Pero en Ecuador, eso no es suficiente. En Ecuador hay una segunda vuelta para que los banqueros tengan chance de entregarle su CNE a la OEA y al grupo de Lima, para que le entren a palo mediático al candidato progresista y para que un líder que controlaba un millón de votos se volteé a última hora mandando a votar nulo ‘a cambio de nada?
En Perú casi lo logran. De cara a la segunda vuelta vimos a los Vargas Llosa abrazando a los Fujimori a pesar de ser enemigos a muerte, todo para tratar de neutralizar al maestro rural Pedro Castillo quien ganó en primera y segunda vuelta.
En este escenario, Fujimori dijo que había indicios de fraude, dado que veían como imposible que el pueblo eligiera a un docente de escuela para defender sus intereses.
Algo sí tienen claro los banqueros de Ecuador, los Vargas Llosa y los Fujimori en Perú al igual que toda la derecha conservadora en toda América Latina: La conciencia de clase.
Ellos sí son capaces de apartar sus diferencias en torno a la unidad de los iguales para tratar de neutralizar cualquier intento del pueblo por poner en el poder a uno de ellos.
Somos nosotros, los de abajo, los que caemos en trampas como “yo no soy de la clase pobre, el banquero conservador trabajador, soy de la clase media “yo no soy trabajador, soy empresario porque tengo un carrito artesano donde cargo agua en tambores para venderle a los vecinos” y nos ponemos a creer que un banquero como Lasso va a defender nuestros intereses.
Es nuestra clase social la que cree en que “esos es allá en Perú y en Ecuador, eso no tiene nada que ver con nosotros los venezolanos” o “yo no soy de esta clase social porque no tengo dinero” los obreros y las obreras, tenemos que estar claro de lo que somos y obviar las fantasías de la clase media.
Todos trabajamos y no vivimos de explotar fuerza de trabajo para acumular capital, tenemos algo en común, vendemos nuestras fuerzas de trabajo a cambio de un dinero con el que compramos lo que podemos.
Toda la fuerza laboral obrera debe de estar unida y luchando junta para hacer que tenga sentido la palabra UNIDAD… Aún en segunda vuelta.
Hasta el próximo.
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