Opinión

Sancho, por la libertad…

La libertad siempre va a tener una relación conflictiva y contradictoria frente al poder y de esa historia de confrontación derivan los fundamentos del orden político, el orden jurídico y el orden ético.
lunes, 14 junio 2021

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres“ Cervantes

Hoy me aprovecho del caballero de La Mancha, para introducirnos en un tema de alta significación para la vida -de manea especial la humana-, como lo es la libertad y procurar transmitir algunas reflexiones –sin agotar el tema-, que son pertinentes en estos tiempos con alto nivel de incertidumbres y nos asedian como personas, como sociedad, como país y también como ciudadanos.

Cuando pronunciamos “libertad” hacemos referencia a un derecho fundamental del ser humano que ha alcanzado la edad de la responsabilidad, la requiere para el desarrollo de la experiencia de la vida humana y la asume como ser biológico con la consciencia de sí mismo en la responsabilidad y la dignidad; porque la libertad no se realiza por sí misma, es preciso quererla, individual y socialmente. Soy libre cuando no hay trabas que impidan hacer lo que es del resorte de la naturaleza humana, en la medida que no menoscabe el mismo derecho en los otros. La libertad es esencial para acercarse a los otros en voluntad de cooperación y fraternidad. La sociedad debe desarrollar la cultura del respeto y dignidad para incluir y alcanzar a todos los seres que la integran y la organización institucional de ella en el Estado, debe cuidar y propiciar la protección de las posibilidades para su ejercicio por los ciudadanos y sus legítimas asociaciones libres.

Como nos enseña José Antonio Marina en el libro “La pasión del poder: teoría y práctica de la dominación”, al que nos hemos referido en artículo anterior, los seres humanos somos una facticidad en constante re-creación, “somos una esencia abierta, nos seducimos a nosotros mismos con la idea de un mundo mejor, en el que podamos ponernos de acuerdo”, es como decir, queremos migrar hacia un mundo más amistoso. “La experiencia histórica nos permite diseñar propuestas de modelo deseable para cualquier inteligencia liberada de la ignorancia, el dogmatismo, el miedo y el odio”; enfatizo de la ceguera, el error y la emocionalidad perturbada.

Somos animales inteligentes que podemos imponer nuestra fuerza, pero al mismo tiempo nos rebelamos contra la lógica de la fuerza. “La historia es una sucesión de figuras de poder y de sumisión, la clave está en quién lleva la voz cantante. En la tiranía el poder modela las formas de obediencia, define al súbdito. En la democracia el ciudadano debe modelar y dar legitimidad a las figuras de poder”. La legitimidad del poder y la dignidad de la condición humana, así como los derechos que derivan de ello son una creación cultural humana donde hemos articulado nuestra convivencia en marcos simbólicos muy fuertes.

La libertad siempre va a tener una relación conflictiva y contradictoria frente al poder y de esa historia de confrontación derivan los fundamentos del orden político, el orden jurídico y el orden ético. Los seres humanos han querido resolver sus conflictos de manera conveniente y con su consciencia han ido creando –históricamente-, ficciones necesarias para dar forma a ese deseo de orden político, jurídico y ético, e intentar resolver el difícil problema del con-vivir. “Tenemos que recuperar su carácter de ficciones necesarias, para tener conciencia de la precariedad de nuestra situación, de la necesidad de nuestra participación y compromiso y también, de nuestra grandeza”.

“Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y social”. De modo que el asunto de la libertad es una responsabilidad que toca a todos los integrantes de una sociedad y de la organización político -institucional conformada en el Estado donde se desenvuelve el con-vivir social. Todo ciudadano está en el deber de reconocer las reglas de la convivencia societal, ajustando sus conductas de modo que sean compatibles con los propósitos sociales y el respeto al desenvolvimiento de los demás ciudadanos, en la construcción individual y colectiva, orientada hacia el bien común, incluyendo la responsabilidad intergeneracional.

La libertad es junto a otros valores y principios, un postulado de la filosofía política que orienta a toda la voluntad constituyente del pueblo de Venezuela y así se declara en el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), hermosamente expresado con inspiración de nuestro poeta oriental Gustavo Pereira. Les invito a buscar y leer detenidamente ese Preámbulo de la Carta fundamental, y con reflexión consciente valorar todas las implicaciones de su contenido, para los ciudadanos en general, para las instituciones públicas y para quienes desempeñan en ellas, -a todo nivel de la administración-, funciones de responsabilidad en el servicio público.

Consecuente con esa declaración, en el Título I el artículo 2 expresa “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. De tal manera que en Venezuela, el Estado se constituye y propugna en su ordenamiento jurídico y actuación, teniendo como valores superiores el derecho a la vida, a la libertad, a la justicia y a otros que nombra en la sucesión de ellos. Es decir después de la vida, la libertad es un valor superior, a tal grado que nos coloca en la situación de arriesgar la propia existencia, como nos lo recuerda El Quijote, por la cual “se puede y debe aventurar la vida”.

También en el epígrafe resaltamos la aseveración que le hace a su escudero Sancho: “el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres“. En efecto la privación de la libertad en cualquiera de sus expresiones es un mal frente al cual hay que levantar banderas, por los daños que derivan contra el derecho de toda persona al libre desenvolvimiento de su personalidad y al de la ciudadanía en general.

Tal situación es de tal grado en la valoración social, que incluso en el caso de conductas que las leyes puedan considerar como enjuiciables al punto de permitir la privación de la libertad, el Estado está obligado en su norma y actuación a garantizar el derecho al debido proceso para realizar el camino a la Justicia, ese otro valor superior que le constituye y claramente le obliga “El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles”.

En el Título III, dentro del capítulo “De los Derechos Civiles”, luego de expresar el inviolable derecho a la vida, se hace una reiterada declaración: “La libertad personal es inviolable”, de lo cual se deriva un conjunto de consecuencias que obligan a los funcionarios del Estado al respeto de los derechos fundamentales de toda persona para el caso de ser detenida y juzgada.

Asimismo “El debido proceso se aplicará a todas las situaciones judiciales y administrativas, en consecuencia:” el artículo 49 detalla todo el conjunto de elementos que lo constituyen y las situaciones que violan ese derecho orientado a la protección de los valores superiores de libertad y justicia. Esa norma constitucional declara el derecho a “solicitar del Estado el restablecimiento o reparación de la situación jurídica lesionada por error judicial, retardo u omisión injustificados”, dejando a salvo el derecho del particular y del Estado de actuar contra los magistrados y magistradas responsables.

Cada día que se priva de libertad a un ser humano, se está atentando contra un derecho humano y un valor superior que constituye al Estado venezolano; los jueces -y también los Fiscales del Ministerio Público que tienen una actuación destacada en los procesos penales por disposición de la Ley, la cual les encarga ser celadores de su estricto cumplimiento-, tienen responsabilidad por cada detenido y por cada día de su privación de libertad, sobremanera cuando son inocentes y su detención se fundamenta en acta policial donde se aprecian de manera evidente falsas condiciones de tiempo modo y lugar de la aprehensión y no actúan de manera expedita para corregir esas irregularidades; asimismo cuando mantienen largos meses -a veces años-, sin cumplir los lapsos y actuaciones que corresponden al debido proceso para hombres y mujeres –en especial jóvenes-, injustamente privados de libertad e impedidos del libre desenvolvimiento de su personalidad.

¡Cuánta falta hacen jueces –también Fiscales-, honestos y valientes, como “El Regente Heredia” y algunos otros en la historia republicana, que actuaron en consecuencia de esos valores superiores declarados en nuestra Carta Magna, para el respeto a la vida, a la libertad, a la justicia y a la dignidad ciudadana!

Casatalaya, caracas 13 junio 2021.

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