Opinión

Repensar la educación

El arte de ser familia.
jueves, 05 marzo 2020

Nuestra sociedad vive una vorágine de cambios intensos, que ha sacudidos en todos los sentidos las estructuras de nuestra sociedad, estos cambios han conducido a repensar y replantearse de fondo y de forma distintas áreas de la vida en general, quienes asumen el cambio como oportunidad han dado el paso hacia la reinvención y quienes no, se han quedado estancados y retorciéndose en la queja y el malestar. Lo cierto es que toda esta realidad que vivimos conduce a revisar todos los aspectos de nuestro funcionamiento humano y social, y allí en esa revisión está, la Educación.

Durante muchos años hemos estado bajo el paradigma de potenciar lo académico aunque nos hablen de educarnos integralmente, lo más importante ha sido adquirir habilidades duras (saberes, conocimientos, aprendizajes), presumiendo que de esta manera ganamos valor humano y alcanzaremos el éxito. Más no así la realidad actual imprime una mayor necesidad en la que sin desestimar el aprendizaje como habilidad dura, debemos redirigir la atención a educar, enseñando habilidades blandas, si!, todo lo que tiene que ver con emociones, habilidades sociales donde podamos adquirir herramientas que permitan gestionarnos e distintos ámbitos, antes distintas circunstancias, donde seamos conscientes de sí mismos, donde podamos aprender herramientas para la resolución de conflictos, comunicación, desarrollar talentos, etc. Es momento de trascender los límites de educar en base al castigo-recompensa, donde se amenaza y se amedrenta con la supuesta intencionalidad de proveer un aprendizaje, método que ya a nuestros hijos no les causa efecto, por el contrario les resulta latoso, gracioso, insignificante, sin efecto, entre otros.

Estamos en el momento oportuno de gestionar grandes avances y transformaciones en el ámbito educativo, donde más allá de calificar el comportamiento de nuestros jóvenes de manera despectiva y negativa podamos evaluar que hay en la estructura profunda de ese comportamiento, y cuál es la necesidad que subyace; todo lo que ocurre hoy en nuestras instituciones educativas está evidenciando a voz populi las debilidades de un sistema caduco, por ende la manera de funcionar de sus agentes también.

Replanterase la educación, el enseñar, desde la perspectiva de lograr el funcionamiento óptimo de la persona para promover una vida plena y significativa desde lo individual hasta la proyección social, debe ser la nueva mirada, sin quitar importancia a lo académico, claro está, la mirada se enfoca en una educación humanizada, donde se le preste atención y se ocupen de cultivar las emociones y los rasgos positivos de las personas (anulando las criticas, persecuciones y etiquetas), se fomente el bienestar como un compromiso personal y colectivo de contribución, se modele el optimismo y la esperanza, en fin proporcionar una educación donde nuestros hij@s sean orientados en el desarrollo de competencias individuales en aras de promover la acción social y mejorar la calidad de vida.

En resumen, urge renovar la mirada de la educación en nuestro país para promover y proveer un proceso de enseñanza aprendizaje desde y para la felicidad, donde los chicos disfruten su paso por la escuela y no persista el deseo de salir rápido de ella, una educación que ofrezca herramientas para la construcción de competencias, en lugar de la corrección de deficiencias, en fin, pretende como objetivo, la comprensión y construcción de emociones positivas, gratificantes y significativas para el bienestar individual y colectivo. Por supuesto lograrlo implica obligación de todas las personas involucradas en el proceso educativo, para garantizar ese clima armónico y propicio que se requiere para despertar los potenciales individuales y colectivos. Donde cada integrante sea un agente modelador positivo.

Potenciar y promover las competencias emocionales, cognitivas y conductuales es lograr el equilibrio entre las habilidades blandas y duras, de este modo se proveerá a cada ser de una caja de herramientas provechosas para avanzar, aprender, crear, enfocar y alcanzar el éxito.

En definitiva, establecer un camino educativo desde y para la felicidad implicaría por parte de los educadores, compromiso personal de conocerse así mismo, tener valores y perseguir metas y más allá de ello hacerlo manifiesto en sus acciones y expresiones.

El educador, debe comenzar por una transformación de fondo en cuanto a su visión personal sobre su quehacer, para así garantizar espacios de armonía y promoción de la felicidad dentro de los espacios educativos.
@irmavcoach

 

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