Política y políticos
El ser humano vivió en comunidad, mucho antes de que fuéramos bípedos. Se presume que los primeros hombres se juntaron, formando pequeñas aldeas o caseríos, con algunas variantes, pero con seguridad, coexistiendo unidos para defenderse de los depredadores de la especie humana, e igualmente, para procurarse conjuntamente, alimentos provenientes de la caza, la pesca y la recolección de frutos y tubérculos.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, considerado uno de los fundadores de la filosofía política moderna, dijo alguna vez, “que el hombre es el lobo del hombre, y que este se une en sociedad con el único propósito de sobrevivir”.
Se presume que, en cuanto fraguó el atisbo de sociedad antes aludido, nació el concepto y praxis del poder, del liderazgo y de la política. El ejercicio de estos, como era lógico, lo asumiría, en esa época, el más sabio, el más viejo, el más fuerte, o uno que amalgamará a varios de estos elementos, dependiendo, por supuesto, de la cultura del grupo.
Desde entonces, han pasado miles de años, quizás, millones, antes de que aterrizáramos en estos tiempos en que se descubrió el fuego y la rueda; también se inventó la imprenta y se produjo electricidad; se desarrolló el teléfono, y posteriormente, la computadora, esa maravilla del siglo XX; y el Internet, maravilla aún mayor, y hasta fuimos capaces de llegar a la Luna.
Todos estos, fueron impresionantes avances del hombre, de su capacidad de innovación y carácter emprendedor; fueron conquistas que logró, flanqueado por la ciencia y la tecnología.
Sin embargo, durante miles de años, estuvimos y aún lo estamos, sin ponernos de acuerdo sobre las características del perfil ideal del nuevo líder.
Sabemos quiénes trazan nuestros caminos, pero no quienes “deben” hacerlo.
Este es un tópico político muy antiguo, que aún no hemos resuelto.
Algunos antecedentes sobre la política y sus precursores
Desde tiempos inmemorables, la política fue preocupación del ser humano, y grandes pensadores hicieron de ella su “adorado tormento”.
Uno de ellos, Confucio, gran pensador y educador chino, desarrolló un código moral basado en la bondad y el respeto, como medio para que la gente pudiera convivir en armonía. Una de sus máximas fue: “recompensar la injuria con la indiferencia y el beneficio con la gratitud”.
Otro de los sabios más antiguos, fue Platón, el gran filósofo griego (427-347 a.c.). Ya en su época, dedicaba gran parte de su tiempo y genio a buscar respuestas para el ordenamiento de la sociedad. Él pensaba, entre otras cosas, que la política carecía de valores éticos.
Por su parte, Aristóteles, que fue su discípulo, creía que la política reflejaba la “naturaleza del ser humano”, es decir que tiene una “vertiente buena y una mala o inmoral”.
Posteriormente, durante el siglo XVIII, también hubo grandes personajes como Jean-Jacque Rousseau, quién creía que el hombre era bueno por naturaleza, pero que forzado por la sociedad, se corrompía.
Creó la concepción de democracia, la cual el entendía como la voluntad de los ciudadanos libres e iguales para llegar a la materialización de un “contrato social”.
Él veía al Estado como un cuerpo colectivo y moral, formado por ciudadanos muy iguales, capaces de deliberar una vez que estaban suficientemente informados.
Para Rousseau, nadie debía ser tan pobre como para tener que vender su voluntad, ni tan rico como para poder comprarla. Su apreciación era que los ciudadanos no deberían ser alabados por los méritos personales, sino por el “servicio real” o trabajo concreto desarrollado. Hay quienes lo denominaron, el “Demócrata autoritario”.
También tuvimos a un Montesquieu, padre de la “separación de los poderes”, (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), quien con esto, complementó y perfeccionó la democracia.
Karl Marx, por su parte, filósofo alemán y padre del “socialismo científico” del siglo XIX, también debutó por la pasarela de la historia. Disertó sobre: “El activismo político como método de lucha”; “la recurrencia de las crisis económicas”, como sepultura del capitalismo; “las ganancias desmedidas y el monopolio con concentración excesiva de capital”, lo cual el veía como una amenaza, y la “globalización y la inequidad”.
Alguna de sus citas más famosas, fueron: “El motor de la historia es la lucha de clases”; “La religión es el opio de los pueblos.
Desde el siglo XVIII en adelante, las sociedades comenzaron a rebelarse contra las monarquías de turno y a flirtear con alguna de las ideologías en boga.
Unas, decidieron adoptar gobiernos autoritarios de izquierda y otras, adoptaron el sistema democrático, el cual a su vez, tuvo dos grandes vertientes: el demócrata, social demócrata o social cristiano, y el conservador o de derecha. En ninguno de esos sistemas, gobierna el más viejo o el más sabio, sino el más fuerte, el más audaz, el más vivo, el más astuto el que más grita.
De cualquier manera, los candidatos a líderes de hoy, deben pasar un complejo tamiz que varía con la cultura de cada partido político, grupo de electores o país.
En la mayoría de los casos, siempre, los electores, seleccionan al que ellos catalogan de menos malo; por lo general, es uno que resulta de esa simbiosis que combina pasiones, actitudes, cultura, y que paradójicamente, carece, tal como lo decía Platón, de los suficientes valores éticos.
Uno de los aspectos más relevantes e íntimamente relacionados con el poder, la política y sus líderes, es el que tiene que ver con la financiación de esta estructura y sus costos operativos.
Alguna vez, el Estado venezolano contribuyó al sostenimiento de la misma, y lo hacía bajo condiciones que en su momento, fue considerado poco equitativo, aunque paralelamente, algunos “simpatizantes”, hacían “contribuciones” que más parecían contratos de compra-venta, y que implicaban, acuerdos tácitos unos y sutiles otros, al duro estilo de la mafia tradicional.
También, se conoce del ventajismo oficial, mejor llamado “corrupción”, perpetrado por quienes en funciones de gobierno, toman (roban) recursos del Estado para favorecer al candidato oficialista de turno.
El financiamiento de la estructura democrática es imprescindible; ahora, hace falta determinar que porción de esos requerimientos económicos deben ser pagados por el Estado y cuanto, por sus constituyentes.
Mantenimiento de la democracia. La libertad, la justicia y la democracia, son instituciones que deben ser sostenidas por el Estado, el pueblo y los partidos. Ese “deber ser”, lo entendieron nuestros antiguos líderes. Hombres como Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, por mencionar unos pocos, entendían que sobre sus hombros, descansaba la responsabilidad de mantener viva la llama democrática, y ellos encabezaron una larga lista de valiosos líderes que lucharon denodadamente por la libertad, a lo largo y ancho del país.
Esos fueron los tiempos durante los cuales, las sedes de los partidos políticos fueron el púlpito popular para pronunciar discursos, ensalzando las virtudes de honorables hombres de la historia.
Esos fueron los lugares y los momentos, donde se discutía ideas de trascendencia política, económica y social. La filosofía, la sociología, las ciencias políticas y la economía, entre otras, invadía el recinto de esas organizaciones, sembrando luz y esperanza.
Los partidos y sus hombres, en esa época, planificaban y estimulaban la formación de cuadros de relevo, en lo político y lo gremial. Los foros en barrios, eran crisoles donde se fomentaban los sueños y se forjaba la esperanza.
Estas eran reuniones, unas formales y otras no, celebradas en cualquier patio de casa, de cualquier ciudadano, donde se aludía a personajes como Platón, Rousseau, Lock, Bolívar, Sucre, Bello, etc., y con sus punteros, se trajinaba la política y la historia; también se hablaba del Estado, de los servicios públicos y hasta se discutía el perfil y posibles candidatos a cargos de libre elección.
Eran foros abiertos que moldeaban las creencias, los pensamientos y las conductas y hasta se sembraban valores a todo un pueblo. Ese era un verdadero campo de batalla con un acucioso trabajo político de reconstrucción nacional. Ese, en los primeros años de la democracia, se hacía a todo lo largo y ancho del país.
Lamentablemente, estos eventos se fueron distanciando muy rápidamente en el tiempo, hasta desaparecer. De ello no quedó ni la reminiscencia de la sólida organización que sirvió de comparsa a esa fructífera labor.
De haberse continuado ese íntimo contacto con la militancia y con el pueblo en general, esta pesadilla de régimen y su acompañamiento de bolichicos, bribones, estafadores y corruptos, jamás habrían pisado ni en sueño, el umbral de Miraflores.
El gran enemigo de este proyecto evangelizador, desde el punto de vista político, fue la abundancia de los años 76-79 y la creencia de que la democracia tenía ya profundo arraigo popular.
También hizo mucho daño a esta cultura de la conciencia, la miopía de los nuevos liderazgos y sus diferentes escalas de valores. El daño causado a la institución de la libertad, lleva ya más de 30 años sin subsanar. Nuestras defensas opositoras fueron disminuidas y nunca tuvimos la fuerza para reaccionar.
Hoy, demasiado tiempo después del holocausto político que casi sepultó a Venezuela, nuestros nuevos líderes opositores, parecieran estar resurgiendo.
Lo hacen con timidez y cautela, pero con el convencimiento de que pronto le daremos vuelta a la suerte del país que aún hoy, yace postrado, entumecido y acorralado. Pero es que recuperar la libertad, requiere de experiencias nunca antes vividas y un alto grado de dedicación que exige una templanza y arrojo, aún en vías de formación.
La lucha de hoy y la del porvenir, tienen que arrancar enarbolando la bandera de la libertad en una mano y la de la justicia en la otra. La labor de mayor trascendencia será la creación de una conciencia superior. El valor de más alto rango, será el de la honestidad.
Nuestros compatriotas deben abrazar la institución democrática, mientras trabajan arduamente para reiniciar una vida de progreso, con devoción y mucha perseverancia. El futuro es el del niño, al cual deberemos brindar amor, apoyo y oportunidades, todas fundamentadas en sólidos valores de vida.
Queremos una nueva Venezuela con igualdad de oportunidades, y cero pobreza. Somos un país con la capacidad y la voluntad para hacerlo y aunque estas últimas líneas parezcan soñadoras, todos sabemos que pudimos y aunque no lo logramos, de ello aprendimos lo necesario, para que la próxima vez, si alcancemos las metas prometidas.
Quizás lo único que nos falta, es el líder de tres cabezas: la inteligente, la fuerte y la experimentada.
“Libertad es la vida del alma; la servidumbre hace vil al varón. Defender a un tirano es oprobio; perecer por la Patria es honor.” Andrés Bello.
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