Pleitesía a Donald Trump
En la cola para pagar en un chino escuché a una dama opositora decirle a una chavista que cuando salieran de Maduro ella tendría que rendirle pleitesía a Donald Trump, aunque para ser preciso se refirió a él como el catire Trump.
Sólo escuché parte de lo que respondió la aludida fémina porque ya yo iba de salida, pero la pesada carga de ironía de lo poco que oí me permite hacer una reconstrucción imaginaria de lo que pudo haber dicho después que superó el choque y retomó el control natural de su lengua.
Fue una descarga de adrenalina apenas contenida por la tensa soga del autocontrol. Ante todo dijo que no solo ella le rendiría honores a tan insigne hombre, sino que toda Venezuela caería a sus pies limpiamente atravesada por la flecha certera del amor hacia el nuevo Libertador de la Patria, alma grande cuyas estatuas brotarán espontáneas de manos artesanas hasta en los pueblos más recónditos del territorio nacional, sustituyendo a los vetustos héroes nativos por el modernísimo prócer neoyorkino.
Juró por su madre que ella estaría en el aeropuerto para tener la dicha de divisar el primer humito que levanten las ruedas del Air Force One cuando toquen tierra venezolana, y que cuando el copete amarillo del mesías asome por la puerta y se plante en lo alto de la escalerilla, ella chillará enloquecida batiendo su banderita de barras y estrellas, y le dolerán las canillas de pegar saltitos de júbilo hasta quedar ronca de puro gritar el avícola nombre del líder maravilla salvador de naciones.
Confesó además su intención de escurrirse entre la multitud y burlar a los del servicio secreto para cumplir su orgánico deseo de estamparle un beso que no tenga para donde coger porque la sangre se le alborotará bajo el torbellino tropical de su pasión y en algún discreto saloncito se entenderán con idílicas prosas shakespereanas y sublimes odas cervantinas.
La lentitud de la cola para pagar le dio tiempo suficiente para desvelar públicamente su idea de que los doctores alquimistas del derecho se sumerjan en el mar de los silogismos y la hermenéutica jurídica para que junto a los más connotados literatos del país redacten los considerandos de un decreto supremo para colocar al catire en la cúspide del Olimpo de los héroes criollos, quienes de un plumazo serán bajados de las estatuas ecuestres con crines cambiadas a tonos dorados para armonizar con la testa del nuevo caballero.
Y la mujer continuó con la lengua totalmente encabritada para entretenimiento de los presentes. Además de los de la cola y buena parte de la clientela, ahora también se sumaron a escuchar los chinos, los chinitos y los empleados incluyendo a los cajeros que perdieron la concentración a medida que aumentaba de tono y le agregaba razones a su discurso para complacer la curiosidad de su interlocutora, que no sabía si aplaudir o dejarle el pelero a tan gruesa turbulencia.
Claro que no seré la única en rendirle pleitesía –repitió la mujer-, millones se volcarán a las calles quemándose al sol o empapándose con la lluvia, sudores de sacrificio y lágrimas de alegría formarán ríos por donde vendrán buques cargados de honorables dignatarios de todos los confines para unirse a la jubilosa procesión en honor al titán; y me verán a mí apretujada entre la muchedumbre, esperanzada de poder inhalar siquiera una molécula del aura prodigiosa que impregna cada kilómetro cuadrado alrededor de sus pasos, y será tal mi afán que ni la santa presencia del Sumo Pontífice atenuará mi emoción, a pesar de que con la diligencia de un buen padre de familia el catire nos encaje en el pecho todas las sílabas de su implacable ley.
Agradezco que el espacio no permita desarrollar más este ejercicio, no vaya a ser que la llamada Ley de Atracción propicie que la llanta insolente del Air Force One profane el sagrado suelo de la patria con intenciones contrarias a la paz y el respeto.
Lo que sí está claro es que aquí los puntos de encuentro parecen extintos, la división insoluble se ha consumado mediante el desprecio abierto o solapado de unos hacia otros por razones políticas, o a través de hipócritas cortesías que en ocasiones los adversarios se intercambian en nombre y por cuenta del país, nuestro mayor tesoro que entre pesadillas aguarda por el escurridizo sueño de la unidad nacional y se resiste a caer a pesar de las tormentas.
viznel@hotmail.com
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