Parto en cuarentena
En el escrito anterior les comenté sobre la suspensión del abastecimiento de gasolina que en principio se reanudaría el lunes 27 de julio, jornada que fue como si todos los caballos de una carrera hubieran sido retirados a última hora, una especie de coitus interruptus que nos dejó colgados de la imagen mental de los 20 litros que las autoridades consideran suficientes para los habitantes del estado Bolívar.
Cada quien quedó con su respectiva preocupación, yo por ejemplo quedé frente a frente con la angustia de buscar cómo resolver el traslado de mi hija para el parto de mi primer nieto programado en principio para el 12 de agosto, pero como la naturaleza es sabia y ninguna ciencia humana está por encima de sus designios, la madrugada del martes 4 la fuente colapsó dejando a mi nieto a merced del tiempo que sin previo aviso comenzó correr en su contra, junto a la otra realidad de que no es el liquido amniótico, ni el agua de los grifos, ni los zumos de las frutas los que tienen la capacidad de mover un motor, sino la gasolina, ese líquido que yo imploro, tu adoras, él necesita, nosotros amamos y ellos lucran, el mismo con el que por cosas de la providencia esa misma tarde una vecina me había obsequiado en una botella plástica con dos litros del rojo más hermoso que yo había visto jamás, el par de unidades de medida que posiblemente hayan sido el eslabón decisivo para que hoy 7 de agosto yo esté tranquilamente tendido en mi cama, un mueble mucho más cómodo que los pisos del hospital, que lógicamente nunca se ablandaron bajo el peso de mis huesos, penurias que reconozco fueron relativamente suaves en comparación con las que otros están librando entre los muros de ese centro de salud, donde mi familia fue aumentada y bendecida con tan grande dicha.
Hoy me pregunto qué habría pasado sin los dos litros de la vecina que me permitieron llegar a tiempo e impidieron que la emergencia tuviera un desenlace diferente.
En esos días no estaba en mis posibilidades comprarle gasolina a los mercaderes del “rubro”, situación similar padecidas por muchos pero que obviamente no son prioridad para los que deciden quienes surten y quienes quedan fuera de la infame ruleta del sistema, y sepan además que hablé con unos e intenté hacerlo infructuosamente con otros para plantearles el caso, pero parece definitivo que carezco de las habilidades y recursos necesarios para alcanzar ciertos objetivos en este país.
Aquellos que en situaciones semejantes se encierran en una letanía de quejas lastimeras y maldiciones sin destino están en todo su derecho y así lo respeto, pero yo no tengo vocación de víctima y sé que con maledicencia sólo se logra el efecto contrario, simplemente lo que hago en estos escritos es compartir experiencias y episodios como el del parto en cuarentena que nos tocó vivir, casualmente en la misma fecha que a la madre del Cardenalito, el mismo de 15 años y del Cuarto de los Recuerdos.
viznel@hotmail.com
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