Opinión

Paremos el bullying

Hay tanto por decir y hacer que cuesta no atragantarse con lo sucedido, desde el cuestionamiento por lo ocurrido.
lunes, 09 mayo 2022

Como una avalancha se desató el acoso escolar en nuestro país en días recientes, el poder de la embestida fue gracias a la volatilidad de las redes sociales, que una vez más vinieron en defensa de los débiles, pero a la vez en verdugo sin Juez ni juicio previo de los involucrados.

Hoy me voy a permitir opinar sobre el caso que medianamente conozco y digo medianamente, porque yo como el resto de los opinadores de redes, incluidos los habituales haters, (odiadores de oficio) no tenemos todos los elementos del caso para hacernos una idea completa de lo que allí sucedió, en consecuencia de ello, solo puedo opinar sobre lo que apenas veo del fenómeno, hasta allí, ni más ni menos, ir más allá es simplemente constituirme como un elemento de la ecuación de ese complejo problema que nos ocupa a todos como sociedad.

Hay tanto por decir y hacer que cuesta no atragantarse con lo sucedido, desde el cuestionamiento por lo ocurrido, como la torpe acción de las autoridades que hicieron solo una de las tantas acciones por hacer al respecto, escogiendo la que produce más daño y zanja cualquier posible solución del problema.

A ver, esto va sin anestesia pues lamentablemente es una realidad que vi replicada en la mayoría de las reacciones en redes sociales, que en su interacción dejaron claro algo: “Hay que meter preso al agresor y darle una lección”, mi respuesta a esto es sin cortapisas, quien desee ver a nuestros adolescentes presos debe revisarse urgentemente.

Ello no tiene nada que ver con que si el agresor es responsable o no de sus actos, menos aún con el hecho de que lo cometido es delito o no y si tiene edad para ser llevado ante un Tribunal y soportar el rigor de un proceso penal, todo ello es una obviedad, esto tiene que ver con la respuesta efectiva del Estado y el resultado que se pretende, con solamente ofrecer un proceso penal como solución al problema.

Sigo siendo detractor de esa idea que lamentablemente se afianza más y más, de que el Derecho Penal se creó para que el Estado pueda corregir a la sociedad de sus males, ello no es así, el Derecho Penal precisamente es todo lo contrario, es más bien en toda democracia, la barrera que le impide a ese Estado usar la violencia de su punitivismo contra la sociedad, sin embargo existe quienes lo usan como instrumento para violentar derechos y ultrajar principios, como ese que fue consagrado para evitar que los niños y los adolescentes sean expuestos al escarnio público, así como su honor, su reputación, su identidad, vida privada e intimidad.

Pero ya sabiendo que ese Estado fue irresponsable repartiendo imputaciones a diestra y siniestra, sin atender humanamente el origen del conflicto, nos queda a nosotros como sociedad la tarea de enmendar desde los escombros, pues es a nosotros que debe preocupar el después, visto que el Estado solo actuó para las cámaras y para complacer a uno solo de los espectadores ¿pero y el resto de los que no pensamos así? ¿Qué hacemos?.

Como se articula la sociedad para evitar el Bullying en las escuelas, es un título enorme para una cruzada nacional que parta desde el propio centro del conflicto: la escuela y el hogar, o más bien, el hogar primeramente y luego la escuela.

En ese debate quedarán seguramente en evidencia los focos de donde emana este fenómeno, la ruptura de la familia como hecho social, hogares disfuncionales, la inmigración forzada, los factores económicos, la normalización de violencia bajo esquemas tradicionales culturales, estos y más son vectores de esa violencia, los cuales deben ser atendidos de inmediato, no solamente imputando y forzando un punitivismo estéril.

Debemos retornar a las sociedades de padres, que los representantes obtengan en las propias escuelas a donde van sus hijos, las herramientas necesarias para la crianza respetuosa, que las reuniones de padres y representantes no sean sólo para discutir en cuanto van a quedar las cuotas de las mensualidades y matrículas, hay que involucrar a la familia en el proceso de educación, pues enseñanza y educación son valores parecidos, más no los mismos y cada uno de ellos tiene su centro de impartición, hogar y escuela, si cae el hogar indudablemente caerá la escuela y eso es exactamente lo que estamos viviendo, el colapso de la familia derrumbándose dentro de nuestras escuelas.

Ahora bien, esa realidad de la violencia exacerbada y mostrada en los videos virales es tan sólo la punta del iceberg, cuantos casos más habrá en realidad ocurriendo en este preciso instante en el que usted lee estas líneas en los distintos planteles educativos. Si bien se usó la Ley Orgánica para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes para imputar a quien era y a quien no también, por qué mejor no la usamos para trabajar en base a los propios protocolos en ella establecidos y sus procedimientos para poner a funcionar realmente bien el sistema de protección en ella consagrado.

Valga que la ocasión es la oportunidad de lujo para revisar esos procedimientos y su eficacia, el fortalecimiento de las instituciones y organismos que protegen integralmente a las niñas, niños y adolescentes, la aplicación de los planes de prevención, cuya ejecución no debe ser nada más que una charla al año, sino hacer que pese su valor en el proceso formativo, que como ciudadano debe obtener cada estudiante.

Es también momento de ir a la familia, muchos casos de Bullying, por no decir todos pues sería un grave sesgo, tienen su origen en los hogares, el abusador en ocasiones solo replica su dolor haciendo el mismo daño que a él le han hecho, cuántos de esos agresores escolares no estarán siendo también víctimas de violencia en sus hogares, pero eso está altamente difícil saber desde el abandono de los planes sociales que el Estado debe ejecutar constantemente, para mantenerse al menos informado de la cantidad de casos, la desatención del trabajo social ha comenzado a surtir su amargo fruto, ésta esa tan sólo una de sus múltiples manifestaciones.

Por último es oportuno para recordar a los que les duela o a quien competa, que es el momento ideal para le creación, diseño, discusión y aplicación de las políticas públicas en materia de prevención de la violencia en todas sus formas, el niño violentado en las escuelas nos debe preocupar tanto como los femicidios, entendiendo a la niñez y a la mujer como los focos de mayor desigualdad en la justicia social actual, son temas que cada vez acrecientan la mora de atención.

Como reflexión sólo me queda expresar lo que he adoptado como mantra: haciendo preso a los agresores no es la única forma de interpretar las leyes penales, la coerción no puede ser la única solución a los flagelos que agobian a las sociedades, pues últimamente la sanción como función principal no es siquiera el verdadero propósito del legislador, quien así lo siga considerando es momento de que busque ayuda, para el bien personal y de su entorno.

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