Opinión

Parafraseando al Eco

Comunicarse es un acto de desafío, romper el silencio debería ser considerado el acto de mayor responsabilidad del ser humano.
lunes, 22 febrero 2021

Se cumple un lustro de la muerte de Umberto Eco, escritor, ensayista y semiólogo italiano cuyos aportes a la lingüística, han beneficiado tanto al entendimiento de la humanidad misma, que sin dudarlo se le otorgó con profunda propiedad el honorífico titulo de Filósofo.

En una de sus grandes obras, el ensayo titulado “En búsqueda de la lengua perfecta” deja en claro su compromiso con la expresión humana, pues en un análisis exhaustivo de la construcción de la comunicación a lo largo de la historia, se puede concluir que la comunicación es la humanidad misma, ya que sin ella no fuese posible siquiera una idea de progreso o desarrollo humano, dándole esta obra (según mi parecer), también el título de Filólogo, independientemente de que su intención, nunca fue ir en búsqueda de los orígenes de la lengua, pero se acercó mucho a la respuesta sobre la pregunta de ¿Por qué? y ¿Para qué? nos comunicamos.

Comunicarse es un acto de desafío, romper el silencio debería ser considerado el acto de mayor responsabilidad del ser humano.

Expresar lo que se piensa, siente y desea, impone necesariamente un retorno, un eco que debería devolvernos nuestro mensaje con la misma calidad con la que lo emitimos; por ello, el feedback dependerá siempre de la claridad del mensaje del emisor, pues la distorsión en el mismo traerá como consecuencia que la respuesta no sea siempre la mejor o si quiera la esperada.

De allí devienen aunque no lo creamos grandes males de la humanidad: de la claridad del mensaje.

Es curioso que quien nos ilustró en esto haya llevado de apellido Eco.
Dominar lo que comunicamos conlleva un ejercicio más profundo, el de dominarnos a nosotros mismos, de allí que comunicarnos con el mundo en ocasiones sea una menuda tarea, que sólo puede ser considerada como tal por aquellos con mediana consciencia del impacto de las palabras en el otro, en los otros, en el mundo, en el universo.

Dice Eco en esta obra que la creación misma es producto de la expresión por aquello de que a la voz de Dios “Haya Luz” el mundo se echó a andar, de manera que la materia tiene dentro de sus componentes como elemento existencial y esencial la palabra.

Desde el punto de vista religioso es más que corriente saber el poderoso significado que le dan al unísono a la palabra, sea esta verbal o escrita, desde donde nacen para muchas religiones la voluntad y la consciencia pero también los dogmas.

Pero si lo que deseamos, es saber el valor que tiene la palabra en la ciencia, más allá de concepciones religiosas o esotéricas. Basta revisar los experimentos del científico Japonés Masaru Emoto, mediante los cuales demuestra el poder de transformación que tiene la palabra en el mundo físico, en lo tangible, en lo palpable y observable.

Saber que una expresión tiene el poder de transformar la materia desde lo molecular, es la manera más perfecta manera de demostrarnos la necesidad que tenemos de tomar consciencia de todo aquello que pensamos, decimos o comunicamos.

De ello también ha hablado nuestro filósofo patrio Rafael Cadenas, utilizando la más sublime herramienta de la comunicación humana: la poesía, para quien la palabra tiene un poderoso significado, pues a través de ella ha hecho cambiar muchas percepciones, muchas realidades, entre ellas la de este servidor quien les escribe.

Luego de estudiar parte de sus aportes, mediante los cuales nos enseñó el poder de dominio que tiene la palabra, a través de la cual nos han dominado desde nuestros propios orígenes, muchos de ello de manera inconsciente y de allí la necesidad de reconocer de primera mano los signos y características del populismo, la neolengua, el autoritarismo literario, etcétera, pues a través de ellos se moldean las percepciones y luego muy posiblemente se produzca la dominación; dicho en palabras más claras: nos dominan por el lenguaje y no somos conscientes de ello.

En una de sus últimas entrevistas mucho antes de morir, el maestro Umberto Eco habló del peligro que pudieran representar las redes sociales, las cuales amplifican peligrosamente ciertas alocuciones negativas, representando un riesgo al debate público pues “dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes sólo hablaban en el bar sin dañar a la sociedad”.

No tendríamos mayores preocupaciones si el emisor controlara el mensaje o mejor aún, se controlara él, antes de emitir el mensaje, pero lamentablemente vivimos la realidad de un mundo en el que la recompensa efectista, le imprime la arrogancia necesaria el mensaje disfrazada de valentía y con ella se hace alarde de atropellos colectivos en las redes sociales, transportándonos a la prehistoria, donde el más fuerte era quien más gritaba, sin importar la claridad del mensaje y su consecuencial retorno, en fin, sin importarnos el Eco.

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