Opinión

Pandemia de desatención

Al parecer la ejemplar estrategia que se replica en todos los organismos públicos, es la de evitar los contagios pero sólo dentro de sus instalaciones, ya que en su totalidad las dependencias públicas, han dispuesto de unos férreos controles de acceso a sus dependencias.
lunes, 31 mayo 2021

Es innegable que las medidas extremas e inusuales que el mundo debió emplear para evitar los contagios por coronavirus, sorprendieron a la humanidad entera y nos forzó a vivir en lo que mundialmente ya se le conoce coma la “nueva normalidad”.

El distanciamiento social es sin dudas una de las medidas que más nos costó entender, aceptar y aplicar, sobre todo para el mundo latino que es por costumbre y tradición un pueblo afable, cercano, kinestésico, de mucho roce y calor humano. Ha sido bastante difícil mantenernos alejados, distanciados y sobre todo aislados de nuestros afectos, de las tradiciones, las fiestas, del bochinche y de la juerga, pero ha sido ésta aunque nos duela, la forma más próxima de contagio con sus fatales consecuencias, los carnavales pasados y los subsiguientes números de contagiados y fallecidos nos lo confirman.

De allí a que a nivel nacional se haya dispuesto desde el ejecutivo como única estrategia aplicada, el conocido esquema de semana de movilidad flexible y de movilidad radical, sin que hasta el momento se hayan verificado indicadores que confirmen su efectividad.

Estas medidas extremas de aislamiento y distanciamiento social no tardaron en ser aplicadas en el sector público, luego de que se permitiera la apertura de todo el sistema de atención ciudadana y allí nos percatamos de lo errático, ineficientes e inexistentes en algunos casos, que han sido las estrategias de atención en materia de bioseguridad.

Comencemos por el sector salud, el más vapuleado durante este trágico episodio de nuestra historia, cientos han sido los médicos, enfermeros y personal de salud que han fallecido por consecuencia del contagio y por la precaria realidad de salubridad en todos nuestros centros de salud a nivel nacional.

Cuesta creer que gran parte de los fallecidos se hayan contagiado, por no contar con las condiciones mínimas de seguridad sanitaria que obligatoriamente debe cubrir el estado.

Estas precarias condiciones se trasladan también al resto de las dependencias públicas, ministerios, alcaldías, gobernaciones, institutos públicos etcétera, donde se observa una errática aplicación de medidas de bioseguridad. Improvisación, desorden e imposición son los lugares comunes, que sólo han atinado a generar más caos del que necesitamos para sobrellevar esta inadvertida situación.

Al parecer la ejemplar estrategia que se replica en todos los organismos públicos, es la de evitar los contagios pero sólo dentro de sus instalaciones, ya que en su totalidad las dependencias públicas, han dispuesto de unos férreos controles de acceso a sus dependencias, generando visibles cuellos de botellas en todas sus instalaciones en las que se observan desde afuera, graves congestionamientos de personas, que probablemente no se contagien dentro de las instalaciones pero sí fuera de ellas.

Pero estos dramáticos escenarios no son exclusivos de los sectores públicos, lo vemos también en Bancos, Comercios y afines, aunque en algunos escasos establecimientos como los pertenecientes a la red de farmacias Farmatodo, se observa una mejor dinámica y un mejor manejo de los protocolos en cuanto a las normas mínimas de bioseguridad, siendo que éstos ejemplos son los que deben ser replicados en todos los sectores, pero para ello hace falta voluntad, recursos y ganas de hacer las cosas bien, ingredientes que al parecer desde hace buen tiempo escasean en la receta de la buena atención en Venezuela.

Hace días vengo observando en el área que me desenvuelvo, como, por ejemplo, a la entrada del Palacio de Justicia de Puerto Ordaz, el personal de seguridad exige a todos los usuarios y abogados el uso obligatorio de guantes de látex para el ingreso, siendo que, casi desde la misma declaratoria de la pandemia, la OMS estableció que ésta práctica en nada favorece la prevención del contagio y que por el contrario, sería más bien propensa a incrementar los riesgos, aparte de que esta exigencia representa un gasto que quizás muchos usuarios no posean recursos para costearlo, representando ésta situación un nuevo obstáculo de los que ya existen al libre acceso a la Justicia.

Iguales escenarios pero con peores formas he venido observando en la sede del Ministerio Público en Puerto Ordaz, donde al parecer la instrucción es la misma, evitar la aglomeración de personas dentro de las instalaciones, sin importar que éstas sucedan pero fuera del recinto. A ello se le suma la pésima atención y la forma grosera como ciertos miembros del equipo de seguridad se dirigen a los usuarios, algunos hasta sin tapabocas, situación que debe atender de manera URGENTE el Fiscal Superior del Ministerio Público, quien hasta los momentos ha realizado una muy buena gestión judicial, pero debe afinar estos detalles en los son evidentes las fallas.

Lo anterior no es siquiera una denuncia, pues seguro estoy que no será atendida como tal, es más bien un llamado de consciencia para que pongamos nuestra mejor actitud en estos tiempos, en los que muchas personas no lo pasan bien y necesitan de nuestro total apoyo.

La atención al público es casi una ciencia, no todos tenemos la capacidad de atender de manera óptima a un usuario, sin embargo existen infinidad de estrategias en la actualidad, que son utilizadas para capacitar desde lo humano al personal y dispensar un trato cordial a los usuarios, evitando de esta manera que la desatención sea también decretada como pandemia.

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