Opinión

Orar con humildad

La fe que piensa.
jueves, 24 octubre 2019

No desdeña al huérfano
Jesucristo nos enseña a orar sin desmayarnos; es más, nos enseña a rezar incluso si estamos agotados y no tenemos siquiera fuerzas físicas para continuar haciéndolo. Hay que oír a Nuestro Señor Dios con humildad, es decir, tomando en cuenta quiénes somos realmente, de qué estamos hechos y hasta qué punto pueden contar con nosotros.

La oración es el momento de la verdad. Mediante nuestro encuentro con Jesús, de modo privilegiado a través de la Biblia, aprendemos siempre más sobre nosotros mismos e incluso sobre Dios. Él se nos revela a través de la oración como un Dios imparcial: cuando nos dirigimos a Él, no se fija en nuestro prestigio sino en nuestra actitud, o sea, toma en consideración la súplica del huérfano, presta atención a los lamentos de la viuda y los de todos aquellos que le hablan con humildad.

La constancia que hemos de colocar en nuestro hablarle al Señor está acompañada por la convicción de que nuestra oración llega a su destino, “atravesando las nubes”. Y no regresa a nosotros estéril, sino que la Palabra Divina se nos devuelve en términos de justicia: Dios oye al desvalido, cumpliendo en él la justicia que no encuentra entre los hombres.
Esta semana se repite el mismo mensaje de la semana pasada, con otras palabras. No decaigamos, que el Señor Dios no tarda en volver.

El buen combate
San Pablo es el mejor ejemplo de lo que acabo de afirmar. El apóstol sabe que está por morir martirizado. Le escribe a Timoteo comentándole que ha combatido “el noble combate” y “terminado la carrera”, es decir, ha conservado su fe en Dios hasta el final de sus días, que es inminente. Su vida será derramada. El premio a su perseverancia es la justicia que viene de Dios, o lo que es igual, el Señor no lo abandona como lo hicieron todos sus amigos y conocidos. El Señor lo liberará “de la boca del león”. El Señor no permitirá que Pablo quede prisionero de la muerte, sino que le otorgará su Reino de vida. El Señor no tarda en volver. Mi convicción será premiada con el Reino de justicia.

Humildes
La mejor forma que Jesús tiene de trasmitirnos la Verdad de Dios es valiéndose de parábolas, de manera que los oyentes saquen sus propias conclusiones y se decidan a asumirlas sin presión externa de ningún tipo.
Existen personas que han puesto su confianza en ellos mismos. Se sienten superiores a los demás seres humanos, y los desprecian; estas personas miran por encima del hombro a sus semejantes. No hablan con Dios: su “oración” es compararse para salir airosos.

Por otro lado, hay personas que se muestran tal cual son cuando están en presencia del Señor. Esta honestidad espiritual trae consigo el bien más precioso que podamos aspirar los hombres: el conocimiento —y reconocimiento— de los propios límites, y la concientización de que sin Dios no somos nada. Este es el inicio de la justificación. Si la humildad es la verdad, en la oración se nos revela la Verdad de que solo Él puede salvarnos. Él volverá; no tarda en volver.

 

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