Ofendículo
En términos de Derecho Penal una “offendícula” u ofendículo es un artilugio que sirve como protección de bienes, como los cercados con púas, las cornisas cortantes o cercos eléctricos, los cuales son capaces de causar lesiones de leves a moderadas, pero que en algunos casos pudieren de acuerdo a las circunstancias, producir lesiones de considerable gravedad.
Consciente de que el símil que pretendo construir es alto complicado entenderlo, debido a que no está bien ni estará nunca normalizar ningún acto de violencia, por mínima que esta sea, pero en ocasiones existen hechos de violencia verbal, que por lo increíble y estéril de su contexto se convierte en un hecho que no debería tenerse siquiera como ofensa.
En cualquier estadio del mundo del deporte que sea, es un código rojo social aceptado por una inmensa mayoría, que al entrar a estos templos en calidad de visitante bien sea como jugador o como fanaticada, se debe estar dispuesto a escuchar las peores ofensas por no apoyar al equipo de casa, sin que a ello se le deba considerar una lesión grave a sus derechos ciudadanos, funcionando los estadios como ofendículos, si vienes acá como visitante es bajo tu propio riesgo y responsabilidad.
En nuestro país, por fortuna, son pocos los episodios de violencia exacerbada en los estadios, no así en algunos países del propio continente en el que esporádicamente leemos noticias que dan parte de hechos violentos y hasta criminales, perpetrados en el marco de algún evento deportivo y suscitado entre fanáticos encontrados.
Lo que aconteció recientemente con el comunicador social y comentarista deportivo Fernando Petrocelli, fue exactamente eso, extrajo de esa “offendícula” representada por un estadio rival, un elemento ofensivo y lo llevó fuera de sus linderos de “normalización”, para mostrarlo a una audiencia no protegida por esos límites de inocuidad deportiva.
Los deportistas y los fanáticos deportivos están más que acostumbrados a escuchar en los estadios las mil y una ofensas, muchas veces éstas le afectan en lo íntimo, personal, familiar, pero todas ellas en su normalización lo que buscan es la desmoralización del rival, para que de una u otra forma se vea desequilibrado en sus emociones y esto perjudique su desempeño dentro del campo de juego, esta práctica normalizada o no, inocua o no, es socialmente censurable y reprochable.
Si bien no estoy de acuerdo con la respuesta del encargado de la persecución penal en el país, por muchas consideraciones jurídicas, judiciales y procesales, de las cuales adolece la pretensión punitiva del autor de la orden de aprehensión contra el comunicador, debo decir que lo hecho por éste es de todo punto de vista cuestionable y socialmente reprochable, mucho más en el momento histórico en el que acontece su ofensa, cuando atravesamos muchos unas gestas convertidas casi en epopeyas, por reivindicar el respeto a los derechos de las mujeres.
Pero debo decir también desde mi convencimiento, que estas reivindicaciones no pueden ser erigidas sobre los escombros de los derechos de terceros, ya que demonizar toda conducta que medianamente afecte alguna bandera feminista, no es ni por cerca, la forma correcta de alcanzar los ideales perseguidos por el movimiento mundial de mujeres.
De suyo es, que me parezca exagerada la medida dictada por el Fiscal General en emitir una orden de aprehensión, sin oportunidad de defensa alguna por el comunicador en un proceso penal que lleve consigo una investigación previa, desde la perspectiva de género se defiende como dogma que la violencia obviamente no debe ni puede ser conciliada, pero ello no es óbice para que impere el respeto a las normas de conducción jurídica, mejor conocida como el debido proceso.
El comunicador se disculpó públicamente y por el mismo medio en el que emitió lo ofensa, que valga la pena acotar fue la continuación de un comentario también ofensivo, hecho por un usuario de la red social twitter sobre quien no se dictó medida alguna, lo que nos lleva a sospechar que fueron por la cabeza del comunicador por su popularidad y no en sí por el hecho cometido, haciendo que inmediatamente la noticia se posicionara como tendencia en las redes, estrategia hartamente usada en el pasado por el encargado de la prosecución penal en el país, de manera que se sube el volumen al hecho noticioso, más no así a la verdadera protección de los derechos de las mujeres, en el país con más femicidios de la región.
Pero el daño está hecho, el comunicador hizo mal uso de su derecho a opinar y en respuesta recibe una orden de aprehensión, mucho mas dañosa que el mal cometido, insisto que jamás justificaré la normalización de conductas machistas, pero para cambiar esa realidad no hace falta satanizar, preferible es educar y no a través de esas “sanciones ejemplarizantes”, que bien nos ha demostrado la historia no sirven sino para agravar la criminalidad.
Le tocará al comunicador enfrentar las consecuencias de los errores cometidos, en un país en el que las correcciones políticas ondean como una bandera, en el que a diario se expresan peores comentarios por todos los medios y en el que, si se usa el mismo rasero con el que repasaron al comunicador, más de la mitad de la población debería ser juzgada, por aquello de mentar la progenitora del gobernante cada vez que se va la luz o el agua.
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