Opinión

Naturaleza y mujer

No pretendo construir obra sobre escombros de ideas en ruinas, tampoco darle fuerza al radicalismo que han creado en torno al feminismo.
lunes, 01 marzo 2021

Soy un convencido de la idea de que todo lo que representa la vida está indiscutiblemente unido al género femenino, luz, agua, tierra, naturaleza, creación, etcétera, en consecuencia a esa concepción el rol de la mujer en el planeta juega un papel mucho más destacable que el del hombre dada la afinidad directa que tiene ésta con la esencia misma de la creación.

De esta premisa está compuesta la idea del proyecto que desde el ateneo ecológico del Orinoco nos presentaron este pasado 25 de febrero, con el lanzamiento de la primera edición de la Revista Digital “Ge.” la cual sirve como elegante vitrina de impecable confección y en la cual se exhibe desde una visión profesional a través de la divulgación científica, de que van alimentados los nuevos paradigmas del siglo XXI, así como también la forma en que muchas mujeres han asumido su responsabilidad a través de un verdadero empoderamiento, para asumir el rol que históricamente le fue negado por razones de la hegemonía de género.

No pretendo construir obra sobre escombros de ideas en ruinas, tampoco darle fuerza al radicalismo que han creado en torno al feminismo para restarle importancia al movimiento de reposicionamiento de la energía global, solo expreso lo poderoso que puede ser concebir las nuevas políticas ambientales, de sustentabilidad y de equidad desde una posición más proactiva, más asertiva y creativa y que mejor para proponer ideas de creación que desde la cosmovisión de la mujer.

Considero desde lo personal un total acierto el de unir estos grandes movimientos mundiales ecología-feminismo en pro de la búsqueda de ideas novedosas, que construyan la base para la necesaria convivencia sustentable y por qué no, para el rediseño de un nuevo iluminismo con marcada esencia hacia lo natural, lo vital, lo femenino.

Lo errático del curso mundial en los últimos cien años, nos debe forzar a replantear los objetivos que hagan posible siquiera la vida, dado lo delicado que hemos vuelto la sustentabilidad misma producto de políticas que persiguen un fin único, el dominio por el poder.

No existe una sola consecuencia en materia de contaminación ambiental que no tenga su origen en la búsqueda desmedida del poder bien sea político, económico o ambos.

Los acuerdos internacionales en materia energética y en materia de conservación ambiental llevan el sello del incumplimiento pues el respeto irrestricto de todo aquello que se ha acordado y aceptado bajo el compromiso de fiel cumplimiento en nombre de los estados a quienes representan con su firma, conlleva una cesión aunque sea milimétrica de poder.

Por ello desde la sociedad civil deben articularse los mecanismos y los espacios para la divulgación de todo cuanto esté a nuestro alcance proponer y emprender en materia de sostenibilidad, debido a que mundialmente desde los estados y los poderes no serán posible tales promociones.

Debemos en consecuencia entender que el mundo no es de los gobiernos sino de las personas, pero para ello debemos comenzar por concienciar el alcance de cada una de nuestras acciones, bien sea que desde lo individual o colectivo emprendamos para recalibrar la balanza del poder, eso necesariamente debe contener el ingrediente más importante: el compromiso con un mundo mejor.

Desde lo local tenemos por citar un simple ejemplo de ese compromiso que debemos asumir en la lucha por la necesaria preservación ambiental, una insoslayable necesidad por lograr que cese el más grande ecocidio en la historia contemporánea, como lo es la nefasta ejecución del arco minero auspiciado por un estado inmisericorde con el medio ambiente.

Dentro de ese compromiso debemos incluir acciones sociales que visibilicen los daños junto a sus evidentes consecuencias, pero también que las impidan y parte de ello pasa por la exigencia a nuestros representantes políticos la asunción de posiciones claras frente a tan devastador plan de depredación ambiental, que sólo busca lucrar con la explotación desmedida de recursos naturales para el mantenimiento del poder económico y político, pero ello representa quizás el movimiento de un pesado aparato estadal burocrático y corrupto que seguramente no cederá un milímetro, pero no lo sabremos sino hasta cuando verdaderamente comencemos a empujar todos hacia un mismo lado, el lado de la sostenibilidad de la vida para nuestro futuro.

No deja de ser interesante el planteamiento de reorientar nuestra política de preservación ambiental, dándole un enfoque de género que más allá de buscar reposicionar el rol de la mujer persiga un equilibrio entre la acción humana y el medio ambiente, para ello debemos replantearnos incluso la concepción que tenemos de la naturaleza.

Confieso que este replanteo pude lograrlo en una de las tantas conferencias a las que he ido sobre materia ambiental, al oír de boca de una de las ponentes la Dra. Aiskel Andrade que la naturaleza, los ríos, la flora, la fauna y el medio ambiente como tal, comenzará a ser verdaderamente protegido cuando lo percibamos como un sujeto activo de derechos, de manera que un río por ejemplo tenga el derecho de exigir sea conservado, como si se tratara de una persona física con todas las implicaciones que ello representa desde el punto de vista jurídico.

Como ven, esa visión difícilmente pudo devenir de alguien distinto a una mujer, pues definitivamente la ecuación siempre será naturaleza y mujer.

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