Mis adultos mayores: ¿Son señales de madurez o de decadencia?
Hola, les traigo para el día de hoy, un tema referido a algunos cambios que se experimentan en el desarrollo del ser humano en la transición a la adultez.
El autor seleccionado es Grace J. Baucum y su texto: Desarrollo Psicológico. En anteriores columnas hemos traído sus investigaciones.
Refiere con respecto al tema que nos ocupa, que los cambios más palpables de la madurez, son los de índole física y por lo general, se reciben en esta etapa los primeros recordatorios claros de que nuestro cuerpo comienza a envejecer.
Algunos hechos biológicos, como la menopausia en la mujer, la creciente dificultad de lograr la erección en el hombre y la disminución de la agudeza visual en ambos sexos, son hechos que imponen un cambio en la autoimagen o las actividades y es preciso integrarlos a un estilo de vida satisfactorio.
Menciona que la mayoría de las capacidades físicas alcanzan su nivel más elevado en la adolescencia o en la juventud y se estancan durante la madurez; después empiezan a aparecer las primeras señales de deterioro físico; aun cuando los cambios y las personas se desarrollan y envejecen de manera distinta.
Muchos factores influyen en el envejecimiento. Si esto se toma en cuenta, podemos aligerar el proceso y aliviar muchos de sus efectos negativos.
En la edad madura suele observarse un deterioro o una reducción de las capacidades físicas.
Se ven afectadas las habilidades sensoriales y motoras, lo mismo que el funcionamiento interno del organismo.
Otros aspectos en el que se producen cambios, son las capacidades visuales, estables desde la adolescencia hasta los 40 años o hasta el inicio de los 50; después, la agudeza visual empieza a disminuir.
Una excepción parcial la constituye la miopía, en esta etapa de la vida vemos mejor los objetos distantes que durante la juventud.
La audición pierde agudeza después de los 20 años y disminuye de modo gradual, sobre todo en lo relacionado con los sonidos de alta frecuencia.
La pérdida auditiva es más común en los hombres que en las mujeres, hecho atribuible quizás a los factores ambientales como los trabajos tradicionalmente “masculinos” —por ejemplo, los de la construcción— en los que hay una exposición constante a ruidos fuertes o de alta frecuencia.
En cualquier caso, pocas veces es lo bastante grave como para afectar la conversación normal en la edad madura.
El gusto, el olfato y la sensibilidad al dolor se deterioran en distintos momentos de este periodo, aunque son cambios más graduales y menos perceptibles que los visuales o auditivos.
Con relación a las habilidades motoras y tiempo de reacción, tienden a disminuir. El tiempo de reacción se alarga lentamente durante la adultez y con más rapidez durante la vejez.
Por ejemplo, quien corte leña o camine todos los días observará una pequeña reducción de su desempeño en la madurez. En cambio, conforme pasan los años, cada día resulta más difícil aprender habilidades nuevas.
También empiezan a darse cambios internos. Se reduce la actividad del sistema nervioso, sobre todo después de los 50 años de edad.
El esqueleto se vuelve rígido y se encoge un poco en el curso de la adultez; poco a poco la gravedad se hace sentir y la estatura disminuye. Piel y músculos comienzan a perder su elasticidad y aparecen las arrugas. Se tiende a acumular más grasa subcutánea.
Para finalizar, el corazón bombea hacia el cuerpo un promedio de ocho por ciento menos de sangre por cada década una vez iniciada la adultez; el calibre de las arterias coronarias se reduce casi a un tercio del tamaño que tenía entre los 20 y los 30 años de edad. Decrece la capacidad pulmonar.
La resistencia depende de la cantidad de oxígeno que reciban los tejidos del cuerpo, por ello en general no puede realizarse tanto trabajo duro como en la juventud.
“La edad es como el amor; no podemos ocultarla”, escribió un dramaturgo del siglo xvii. Para muchas personas maduras, llega el “momento de la verdad” cuando el espejo les muestra nuevas arrugas, el abultamiento del vientre y una calvicie incipiente o algunas canas en las sienes que ya no dan un toque de distinción, sino que deprimen.
Estos signos de advertencia les generan más tristeza a unos que a otros, según la actitud que tengan ante el envejecimiento y la muerte. ¿Son señales de madurez o de decadencia?
Sigo en la próxima columna. Si gustas escribir por alguna inquietud, sugerencia o comentario no dejes de hacerlo al correo mariaequirozr@gmail.com siempre tendré espacio y tiempo para mis lectores.
Licenciada y abogado Maria Quiroz
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